sábado, 9 de enero de 2021

Cuando la bandera de la Patria fue blanca

Avatares de banderas en Patagones

En el fuerte de Carmen de Patagones ondea la bandera blanca de la Patria

Por Miguel Carrillo Bascary

Carmen de Patagones

En el año 1779, Francisco de Viedma cumplió las instrucciones emanadas del virrey del Río de la Plata y estableció el “fuerte del río Negro” a poco de su desembocadura en el Atlántico. El emplazamiento fue el único exitoso de entre los varios intentos de poblar el litoral patagónico en tiempos del dominio del rey. Un par de meses más tarde se definió reconocer el patronazgo de Nuestra Señora del Carmen (oficio del 4 de junio de Viedma al Virrey), además de la tradición con que cuenta la advocación pudo influir que una de las naves de la expedición llevaba su nombre. Por su ubicación geográfica informalmente se hizo costumbre llamar al poblado con el apelativo de “Patagones”; con lo que al tiempo adquirió la designación con que hoy lo conocemos.

La soledad en que se encontraba, a casi 1.000 kilómetros de Bs. Aires, aislado por la inmensidad de la pampa, lo que hacía muy problemático su acceso por tierra, las comunicaciones se mantenían fundamentalmente por mar. Por esta constituía una posición estratégica, de manera que se la dotó de una modesta fortificación cuya construcción estuvo a cargo del ingeniero José Pérez Brito.

Tenía murallas de casi cuatro metros de alto, encerrando un perímetro en cuadro de 66,80 metros por lado y con el correr de los años se erigieron almacenes, una capilla y otras dependencias. Como rasgo característico contaba con una torre de vigilancia, único resto original que perdura. Para la construcción se empleó la tosca existente en el lugar. Por tratarse de un destacamento naval ondeaba la enseña realista, roja y gualda, con el escudete de Castilla y León coronado.

Contaba con el amparo de una pequeña guarnición comandada por un militar designado por Bs. Aires cuya autoridad era prácticamente omnímoda, la población civil estaba mayormente formada por inmigrantes maragatos; hacia 1812 serían menos de 500. También operaba como presidio, como que entre sus primeros pobladores se contaban 56 desterrados y presidiarios; esta función se mantendría con los años. Entre sus detenidos más notorios contó con el otrora héroe de la Reconquista y alcalde de primer voto de Bs. Aires, Martín de Alzaga.

 

Atalaya del fuerte

Primer episodio; 1812

Cuando estalló el movimiento revolucionario del 25 de mayo de 1810 su comandante fue sustituido por el capitán Francisco Javier de Sancho, ya de avanzada edad. Por entonces la Junta Revolucionaria no contaba con una bandera nacional que recién presentaría Belgrano a la consideración general el 27 de febrero de 1812, por lo que cabe entender que ondeaba en el fuerte de Patagones el pabellón de la Marina Real, rojo y gualda.

A poco llegaron también, tres realistas que habían complotado contra los revolucionarios en la ciudad de Mendoza; se trató de Faustino Ansay (teniente coronel, zaragozano, delegado gobernador de Mendoza); Domingo Torres Arrieta y Joaquín Gómez de Liaño, tesorero y contador de la Real Hacienda respectivamente en esa región; también a otro conspicuo realista, a José Roque González, partidario de la sublevación de Liniers en Córdoba; debían cumplir condena de presidio por diez años. Las facilidades con que contaban les permitieron vincularse con los pobladores que simpatizaron con ellos, lo organizar un levantamiento que estalló el 21 de abril de 1812; depusieron al jefe de la guarnición; se apoderaron del bergantín “Amazona”, surta en el puerto, con la intención de escapar hacia Montevideo, que por entonces se mantenía en poder de los realistas, pero al intentar hacerlo encalló, por lo que debieron volver al poblado a fin de esperar la oportunidad de hacerse con otra embarcación.

Esta llegó el 16 de mayo cuando el bergantín “Hiena” (también llamado “Queche”), de la incipiente armada patriota que era mandada por el capitán Thomás Taylor. Mediante un hábil ardid consiguieron apoderarse de la va y partieron hacia Montevideo. El sargento Domingo Fernández, ascendido al grado de capitán en la emergencia y otros de los complotados quedaron dueños de la población, se hizo jurar obediencia a las Cortes y a Fernando VII; también se mandó rezar un Te Deum al par que el pabellón de la Mariana española ondeaba sobre las murallas. Ansay permaneció en Patagones, pero a poco recibió órdenes de partir hacia Montevideo y así lo hizo; en recompensa por el audaz golpe de mano, fue designado a cargo de la fortaleza de “El Cerrito”. Fernández fue ratificado en el mando.

 Conocida la revuelta en Bs. Aires se dispuso despachar una expedición que atravesara las llanuras pampeanas, iba al mando del coronel Pedro Andrés García, pero vio obstaculizada su desplazamiento por la acción de tribus hostiles. Ante este fracaso Bs. Aires se desentendió del asunto en lo que incidió la inestabilidad que provocó el descubrimiento y represión de la conspiración de Alzaga, con lo que los complotados quedaron en relativa tranquilidad.  Cuando los patriotas tomaron Montevideo el 23 de junio de 1814, se estipuló expresamente en su capitulación la restitución de Carmen a la jurisdicción de Bs.  Aires.

Sin embargo, no fue sino hasta noviembre que la autoridad patriota se pudo hacer efectiva cuando asumió el nuevo comandante nombrado por Bs. Aires, el teniente coronel Francisco Vera, sobre el que pesaba condena por indisciplina, quien arribó al mando de una importante fuerza y tomó posesión de la población el 23 de diciembre de ese año.

Hay quienes afirman que en la oportunidad se izó la bandera patriota en el mástil de la fortaleza; cosa que da lugar a dudas, ya que el decreto del 27 de abril de 1813 había mandado sustituir las armas reales por el sello de la Asamblea General pero expresamente dispuso mantener las banderas en la forma que se usaban.

Eventualmente pudieron izarse los colores celeste y blanco, que por aquel entonces también se vieron durante el sitio a Montevideo. En su caso, no hay referencias ciertas sobre el diseño que pudo tener; hay quienes dicen que fue celeste y blanca por la mitad, en horizontal; otros indican que tuvo la misma disposición que la usada en la actualidad.

Con posterioridad Vera abusó de su autoridad y fue removido.

Segundo episodio; 1817

El Congreso reunido en Tucumán adoptó el 25 de julio de 1816 como “bandera menor” de las Provincias Unidas de Sudamérica la que de hecho ya se usaba por entonces, celeste y blanca, sin el Sol, ya que este atributo recién fue decretado en febrero de 1818.  Cabe entender que este pabellón fue izado en Carmen de Patagones a fines de 1816.

En octubre de 1817 el comandante Francisco Javier de Santos fue reemplazado y asumió como nuevo gobernador militar en Patagones el sargento mayor Julián Sayós, quien arribó con un destacamento de “Dragones de Bs. Aires”, que conducían en calidad de presos a varios realistas y otros tantos delincuentes. Las simpatías de los pobladores con la causa del rey fue ámbito propicio para una nueva sublevación que se apoderó del fuerte y de la zumaca armada “Gálvez” que estaba surta en el puerto. El movimiento fue encabezado por un ex militar español rendido en Montevideo, Luis Villada (a quien también se menciona como “Villalba”), apodado “el cuzqueño”, quien asumió el mando en la emergencia.

En consecuencia, nuevamente fue la roji gualda española la que ondeó sobre las murallas y también reemplazó a la celestre y blanca en los palos de la zumaca abordada. Tanto Sayos, como el capitán de la embarcación, Miguel Ferrer, fueron pasados por las armas, con lo que los amotinados buscaron amedrentar cualquier posible reacción y además, cometieron otros tipos de desmanes.

Los hechos que siguieron n o son claros a falta de una investigación de mayor envergadura. Al parecer en un primer momento los cabecillas realistas habrían intentado embarcar para dirigirse hacia Lima ya que, rendido Montevideo no contaban con ningún apoyo realista inmediato.

En estas circunstancias, uno de los oficiales navales, se transformó en el hombre del momento, era el guardiamarina José Robles. Aparentó plegarse a los revoltosos y debido a su grado y posición, en coincidencia con el barbero Juan Pessoa, convenció a Villada y a sus amigos para que se dirigieran a Montevideo que por entonces había sido tomado por los portugueses.

Con esto demoró la zarpada, ya por la noche Robles convenció a varios de sus hombres, se apoderó del navío y levó anclas rumbo río abajo, sustrayéndolo de la acción de los amotinados y lo fondeó a la altura del cerro de la Caballada. Allí izó el pabellón patrio en la “Gálvez” y lo afirmó con un disparo de cañón a la usanza marinera; era el día 5 de diciembre de 1817 por la madrugada.

Villada y demás revoltosos se vieron aislados y surgieron contradicciones entre ellos, al par que la ciudad caía en una suerte de anomia, extendiéndose los pillajes. Villada ordenó fusilar a otros oficiales, el teniente Pedro de Rivero, el contramaestre Matías Franco y el alférez José Moyano. Luego se aprestaba a hacer lo propio con los patriotas, Mellado, Escobar y Antonio Paterna, patrón de la lancha que prestaba servicio en el puerto; pero éste, mediante un ardid extrajo un puñal de sus robas y lo hundió en el pecho de Villada; acto seguido los tres fueron muertos por los revoltosos. Desarticulado el levantamiento y sin posibilidad de mantenerse los amotinados escaparon hacia el interior para refugiarse en las tolderías indígenas.

Mientras se intentaba restablecer la calma, algunos pobladores reunidos en asamblea, en una sorprendente decisión designaron comandante provisorio al fraile franciscano Julián Faramiñán (también mencionado como Framiñán), capellán del destacamento; quien también actuaba como párroco de la comunidad desde 1815. Como segundo se designó a otro fraile, Bartolomé Castro.

Era el alba del día 6 de diciembre de 1817, cuando se buscó la bandera nacional para restablecerla en el mástil de la guarnición. Sin embargo, el pabellón no estaba disponible. En estas circunstancias el padre Faramiñán, resolvió que se izara un paño blanco en sustitución enseña rioplatense. Cuando así se hizo, tocó a vuelo las campanas en señal de júbilo.

No hay certezas sobre si el pabellón celeste y blanco fue encontrado más tarde; o bien se trajo uno de la zumaca o quizás se compuso otro de emergencia, lo que guardan las crónicas es que reemplazó a la bandera blanca al mismo tiempo que sendos disparos de cañón lo afirmaron. Por otra parte, se despachó una fuerte partida para perseguir a los fugados, pero fue en vano

El fraile intentó mantenerse en el poder apoyado por otros pobladores, ya que Sancho había demostrado su incapacidad en los acontecimientos, pero éste logró respaldo en otros vecinos;  lo sustituyó en la comandancia y permaneció en esta función hasta el 13 de diciembre de 1820.

 

No sería esta la única vez que los patriotas rioplatenses usaran como bandera un paño blanco, pero esto será motivo de otro comentario.

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