Problemas para mantenerse de pie
Por Miguel
Carrillo Bascary
En esta ocasión quisiera completar y extender la respuesta a una consulta que se me realizó hace algunos meses, por entender que emana esto puede orientar casos similares.
La consulta
“Buenas tardes. quería hacer una consulta, yo tengo
una discapacidad motriz y en 7mo. grado cuando fui escolta de la Bandera
Argentina caminaba, pero al tener poco equilibrio realmente la pasé mal estando
tanto tiempo parada arriba del escenario, casi en el borde. En ese momento no
se me ocurrió ni me lo ofrecieron, pero desde lo que es el protocolo y ceremonial.
¿Está contemplado que en casos como este el alumno
pueda tener detrás suyo una silla para poder sentarse en caso de necesitarlo?”
Una respuesta
Primeramente, debe
aclararse es que una persona con discapacidad tiene todo el derecho a desempeñar el alto honor de ser abanderado o
escolta. Entiendo lo dicho está fuera de toda cuestión, por ser ya una pauta
incorporada en el sentir general de la sociedad.
Respecto de lo preguntado, no existe una normativa ceremonial
específica a nivel nacional, por lo que habrán de tenerse
en cuenta las pautas que regulan el desempeño de abanderados y escoltas; junto
con las disposiciones aplicables a las personas con alguna discapacidad.
Las discapacidades son tantas y tan variables que sería materialmente imposible legislar para la enorme variedad de casos y circunstancias.
En el anteproyecto de ley integral sobre el "Ceremonial de los Símbolos" que presentáramos auspiciado por el Instituto
Nacional Belgraniano y que hoy se encuentra a consideración del Congreso Nacional se incluye un artículo marco que dispone:
“41. 9. Principio de no discriminación en particular.
Ninguna persona con discapacidad puede ser privada de desempeñar la función de
ser abanderado o escolta; en su caso, la autoridad competente procurará los
medios necesarios para facilitar todo lo posible su desempeño […]”.
Consideraciones en particular
Las funciones de los que integran una escuadra de honor no deben
causarles un esfuerzo superlativo; ni generarles pesares
emocionales como por ejemplo, el experimentar temor de protagonizar una caída en público; menos
aún puede comprometer su integridad física.
Desde la organización se deben arbitrar todos los medios para que en el desempeño del servicio se evite toda situación disvaliosa.
Otra pauta a considerar es,
permitir que la persona con discapacidad desempeñe su cometido con la mejor performance, ya que llevar o
acompañar a la Bandera, en toda ocasión y para todos, es una situación honrosa; pero también un desafío personal y una experiencia emotiva que muestra los logros personales
que motivan la designación como tal.
Además, es oportuno
señalar que la escuadra que porta la
Bandera nacional solo debe permanecer en el escenario o en el espacio centro
de la atención general, el tiempo imprescindible,
no forma parte de la ambientación. La Enseña patria nunca debe quedar subalternada por eso debe retirarse antes de que comiencen las
representaciones artísticas; el declamado de poesías y actividades similares. El problema son los discursos,
los que afortunadamente tiende a ser cada vez más breves.
Cada situación merece un análisis particular para dar una
respuesta adecuada, sin incidir en el protagonismo de la persona con
discapacidad.
Como nos imaginamos, las soluciones pueden ser muchas y variarán de acuerdo al contexto en que se realice el acto y a las causas que lo motiven.
El caso en análisis
Decíamos que la consulta la hizo una niña de 7º grado de escuela
primaria; convocada a escoltar la Bandera del establecimiento, en
los actos habituales que allí se realicen. Las consideraciones siguientes también son aplicables a si hubiera sido abanderada.
Nos dice quien consulta que tenía una discapacidad motriz, la que eventualmente podía comprometer su equilibrio.
Esta ausencia de
equilibrio no era permanente, sino
circunstancial, eventualmente podemos suponer que al prolongarse la función por
cierto tiempo, alguna falta de tonicidad muscular generaba una peligrosa inestabilidad. Lógicamente esto constituía un pesado
lastre para la emotividad de la niña.
Podríamos deducir que
desde la perspectiva de la alumna la
discapacidad surgía en directa relación al tiempo en que debía mantenerse
parada cumpliendo su función
Otra circunstancia a
señalar es que, desde la escuela, o bien no
se percibió el problema o, acaso, no
se supo abordarlo. Estas carencias no debieron existir.
Vamos a considerar otra
óptica de la situación. En un acto escolar típico existen varios momentos
críticos que inciden sobre el desempeño de todo abanderado o escolta:
1.- El ingreso al lugar del acto
2.- El trayecto desde la entrada hasta la posición privilegiada
que les está destinada.
3.- El canto del Himno Nacional acompañando o no el
izamiento de la Bandera en el mástil
4.- La rendición de honores
5.- El retiro de la Bandera
Además, podrían agregarse otros; por ejemplo si el acto
implica la toma de promesa a la Enseña nacional; si se trata de una misa; etc.
En todos estos momentos la atención de los presentes se centra en la Bandera de ceremonia y, por ende, en el abanderado y los escoltas.
Entre cada uno de ellos hay lapsos, donde la escuadra de honor
permanece de alguna forma, pasiva o mediatizada.
Atendiendo a las necesidades de la niña de nuestro caso la
organización del evento debería arbitrar lo necesario para acompañarle en la
función y no dejarla librada a su resistencia física, pues esto puede derivar
en muy serias complicaciones y, además, se expone a la alumna a un stress desmedido.
Este acompañamiento abarcará a la niña, a sus compañeros y los integrantes de la organización, en lo que primará respetar el parecer de la primera,
nadie mejor que ella para saber si necesita ser complementada. Creo que esto es
la actitud esencial, no corresponde
sobre protegerla, pero tampoco dejarla sola con sus circunstancias. Menos aún
ponerla en evidencia; lo cuál ocurriría, si algún colaborador equivocado le alcanzara una silla.
Desde ya, que toda acción coadyuvante será discreta y
natural, mínima, si es posible deberá pasar inadvertida para el público.
Si como la consultante nos
explicaba, su discapacidad entraba en fase crítica cuando llevaba mucho tiempo parada,
es en la extensión de su participación
sobre lo que se debe trabajar. En consecuencia, pareciera
que en los momentos 1; 2 y 5 no habría problema.
En los ítems 3 y 4 la
atención de los presentes se enfoca naturalmente sobre la Bandera que se iza o
sobre el frente del acto en general, por lo que la enseña de ceremonia y su escuadra quedan fuera de foco. En
estos momentos si la niña necesitara descansar bien podría retirarse hacia
a atrás o entre bambalinas donde cabría que hubiera una silla dispuesta para ella; recompuesta su condición física podría retomar su puesto. Si fuera imprescindible,
un tercer escolta podría sustituirla momentáneamente. A tal fin tendrían
que haberse convenido alguna señal imperceptible
para el entorno por la que la escolta titular solicita ser reemplazada.
Como en toda circunstancia el docente que acompaña la escuadra de honor tendrá un papel capital, donde deberá lucir su responsabilidad y oportuno protagonismo. No solo en el caso de un/a niño/a con discapacidad, sino en todos.
Es muy habitual que el
abanderado o alguno de los escoltas experimente vahídos o alguna otra indisposición física a consecuencia de la
falta de suficiente glucosa en sangre; por algún inoportuno ayuno; otras causas habituales son: la emoción
del momento; el mismo stress; un problema digestivo; un resfrío fuerte o estado gripal o algún otro. Es ahí cuando el docente debe estar presto y, además, adoptar la conducta adecuada a la emergencia.
La práctica nos enseña que en estos casos el docente demuestra un nerviosismo superlativo que poco favorece a superar el problema.
Terminando
Como hemos visto las variables son muchas y los paliativos también; espero que
algunos de los criterios tratados puedan orientar en las
circunstancias que emerjan.
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