Por Miguel Carrillo Bascary
¿Quiénes
prometen, pueden llevar alguna señal distintiva?
Las reglamentaciones vigentes no lo
demandan; en consecuencia, existe amplia libertad, aunque lo usual es lucir una
escarapela nacional sobre el pecho.
Las costumbres
institucionales o la iniciativa particular de muchos establecimientos
educativos adoptan el temperamento de identificar a los promesantes de alguna
manera, como forma de gratificar a
los niños en la singularidad de su condición.
La experiencia indica que estos atributos son muy variados.
Puntualizamos algunos: una faja con los colores nacionales o una banda similar,
que descienda desde el hombro derecho hasta la cintura izquierda; un moño
celeste y blanco sobre el brazo; una boina o bufanda celeste o blanca; un globo
con algún mensaje; etc.
También hemos registrado que algunos establecimientos escolares entregan
banderas sencillas a todos los promesantes como pauta y signo de inclusión en
el rol de abanderados. En otros casos se los provee de una pequeña enseña
plástica.
En provincias donde existe la costumbre de
que los abanderados lleven guantes
blancos (como expresión de respeto al paño de la enseña y para preservarla
de la grasitud de la piel humana), los niños promesantes también suelen
usarlos, un gesto que indica que están prestos
a tomar la Bandera, si fuera necesario. Sin embargo, no debería soslayarse
que la adquisición de estos elementos puede incidir en el presupuesto de una
familia de bajos recursos, situación a considerar por la dirección del
establecimiento para que su uso no marque diferencias (“o todos, o ninguno”).
Bien sea desde antes del acto, como
inmediatamente después, puede ocurrir que la entidad escolar quiera distinguir
a los promesantes entregándoles una pequeña medalla grabada con su nombre, a manera de recuerdo de tan grato
día. Hay diversas ofertas en el mercado y su costo suele ser muy módico.
Otra opción puede estar en confeccionar un botón conmemorativo; que bien podrá
estar personalizado o no.
También es factible preparar un certificado o diploma que acredite la
promesa. En Internet existe numerosas plantillas; un poco de creatividad
hará el resto.
La experiencia de quien esto escribe
aconseja entregar el certificado en algún soporte plástico para minimizar que
se estropee con las muestras de nerviosismo y entusiasmo de los alumnos; en
cuyo caso tenderá a ser descartado a poco de realizada la ceremonia. Lo ideal
será informar durante el acto que se
realizará la entrega, pero diferirla en lo material.
¿Cuándo
se promete?
Es tradición que la ceremonia de promesa se
realice en el acto alegórico de una de las principales
fechas patrias. Por lógica, la más pertinente es el 20 de junio, que los argentinos celebramos como el “día de la
Bandera”. La segunda opción será por lógica el 9 de julio, “día de la independencia”; no olvidemos que fue el
mismo Congreso que la declaró la autoridad que oficializó la divisa.
Eventualmente, los alumnos que por
cualquier causa no hayan podido participar de la oportunidad podrán hacerlo en
una fecha posterior, procurándose
que se concrete durante la ceremonia alusiva a otra efeméride de significación.
Prometer, donde nació la Bandera
Se ha hecho
una tradición que alumnos provenientes de diversas localidades del país se
hagan presentes en Rosario para realizar su promesa en el Monumento Nacional a la Bandera. Las escuelas interesadas en participar
del evento cuentan con toda la información pertinente en la web institucional www.monumentoalabandera.gob.ar
Para los
niños es una experiencia muy enriquecedora que comparten con otros de diversos
orígenes. Como una forma de satisfacer la gran demanda que se registra, la
organización dispone de varias fechas durante el mes de junio y también hay
otras en los meses de agosto y septiembre. Las solicitudes de turnos se realizan
a partir del primero de marzo de cada año. Interesa destacar que este tipo de
participaciones son totalmente gratuitas.
¿Cómo
acompañar la promesa?
El
sistema educacional y la comunidad educativa toda deben acompañar a los niños promesantes de la mejor forma
posible para que perciban la importancia del acto, trascendiendo los aspectos
puramente festivos. De esta manera podrán asumir todo lo que implica la
decisión que expresarán.
El rol
principal en este acompañamiento corresponderá al docente asignado a la
tarea, pero los restantes miembros del entorno deben comprometerse activamente en
la tarea.
Lo reiteramos, el acto de la promesa es un
ritual cívico social, donde el promesante cobra protagonismo como un miembro
pleno de su comunidad. Los niños deben
sentir esta alegría, lo que también implica una importante responsabilidad.
Toda la preparación debe encararse con este
objetivo.
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