La Celeste y Blanca y el Diego
Por Miguel
Carrillo Bascary
Motivación
Mi reciente nota sobre el inapropiado uso de la Bandera Nacional para cubrir el ataúd de un empresario tuvo una repercusión inusual y una serie de consultas sobre las ceremonias luctuales. Esto evidencia la necesidad de reflexionar sobre los símbolos de la argentinidad en tales circunstancias. (Ref.: http://banderasargentinas.blogspot.com/2020/11/equivoca-demostracion-de-pesar.html)
Agradezco a quienes se tomaron la molestia de leer ese posteo y a los muchos que
lo replicaron en sus redes. Dicho sea de paso, todo lo que publico en mi Blog
puede ser compartido sin necesidad de pedirme permiso. Creo que estamos entre
gente seria, en donde la buena fe prima, más allá de que podamos no compartir
algunos conceptos, siempre he pensado que el respeto por el disenso que es
propio de la democracia y que debemos corresponder la generosidad de aquellos
que nos ayuda a enriquecer nuestros conocimientos y a facilitar la comunicación
de ideas y de imágenes.
En forma prácticamente coincidente ocurrió el lamentado fallecimiento de Diego Maradona, hecho
que compartimos como una verdadera experiencia social que abarcó a todos los
amantes del deporte y, en particular, a todos
los argentinos, tributarios de tantas alegrías que nos aportó “El 10”
durante su carrera futbolística. También por esta causa recibí algunas consultas.
Varios lectores me hicieran llegar sus apreciaciones con referencia a la
Bandera Argentina que cubrió el ataúd
del ídolo, por lo que considero adecuado hacerles llegar mis apreciaciones.
La presente entrada la dedicaré exclusivamente a este cuestión, aunque prometo que
a futuro me extenderé a los duelos
oficiales, sobre lo que tanto me han preguntado.
El caso en concreto
Desde ya que analizar el sepelio
del astro no es fácil, todo lo contrario. La complejidad principal gira en
torno a determinar si se trató de un acto oficial o privado. Un aspecto sobre
el que Uds. tendrán tantas dudas como yo.
Efectivamente, todo lo que podamos manifestar está condicionado por la
respuesta que demos a la caracterización
del hecho. Mucho se habló, opinó, discutió, deliberó y confrontó al
respecto. Diversos protagonistas deslindaron mutuamente sus responsabilidades, sobra
la desinformación y hasta se han vertido poco veladas acusaciones, lo que para
nada contribuye a una reflexión que permita brindar una respuesta profesional
integral. Hay tanta, pero tanta, emotividad
comprometida que los nubarrones del afecto por el ídolo pueden llevarnos a
rutas sin salida.
Confieso que pensé mucho si encarar o no este aporte, pero en definitiva me resolví a hacerlo considerando que por la repercusión de la infausta nueva permite detraer enseñanzas para un futuro, aunque nunca podrá compararse con la sensibilidad que acompaña y acompañará al Diego. Termino así esta necesaria introducción.
El dilema
La primera pregunta que corresponde hacer es la siguiente: ¿se trató de una ceremonia privada abierta
al público en general o fue una ceremonia de carácter oficial? La respuesta
es imprescindible, porque orientará las consideraciones sobre un evento
excepcional.
Por lo que trascendió fue el propio
Presidente de la Nación quién puso la “Casa Rosada” a disposición de la familia
del finado. Obvio que no facilitó solamente el ámbito físico, sino que fue el
Ministerio de Seguridad quien armó el dispositivo imprescindible en la ocasión.
Además de la “capilla ardiente”, fue cedido el espacio destinado a la contención
afectiva a los familiares; otros deudos; amigos y autoridades que se hicieron
presentes.
Es evidente que fue la
familia quién en definitiva dispuso. Y
aquí se abre otro debate, ya que en el caso de Maradona no está clara quienes
la componen, lo que es público. En la ocasión, su primera esposa y las hijas de
ambos tuvieron los roles principales, pero no los exclusivos. Tratándose de una
cuestión íntima, con lo dicho basta.
Fue la familia quién indicó que el rostro del fallecido no se expondría mientras
estuviera pasando el público; aunque en la intimidad los allegados pudieron hacerlo.
También ella determinó qué empresa haría el servicio y qué personas tendrían un
ingreso preferencial para despedirse del ídolo y brindar su afecto a los
deudos. Asimismo, definió la oportunidad de la inhumación (trascendieron
versiones de que sería al día subsiguiente al deceso) y cuál debía ser el
horario en que finalizaría la ceremonia. Finalmente, fue la familia quien
declinó el ofrecimiento oficial de realizar el traslado al cementerio usando un
helicóptero.
El Presidente de la Nación
no actuó como “dueño de casa”, sino que participó como un doliente más, deseoso de acompañar a la familia en el duro trance y de tributar un
postrer homenaje al ídolo.
Como evidencia, el medio
local Infobae publicó el diálogo que
entablaron el Presidente y Claudia Villafañe:
"Cerca de las cinco de la tarde, el Presidente se acercó al Salón de los Pueblos Originarios que estaba ocupado por la familia Maradona. Era el último adiós y el féretro estaba abierto. Alberto Fernández retrocedió para respetar la intimidad de la ex mujer , las hijas y los amigos más cercanos. Villafañe se acercó a la puerta, lo miró al jefe de Estado y le dijo con una media sonrisa "-Qué loco, te voy a invitar a que entres a tu casa". - ¿Puedo? -, contestó Alberto Fernández. -Sí. Vení a despedir a Diego-, completó Villafañe. El Presidente se acercó, rezó un padrenuestro, lo vio a Maradona por última vez y regresó llorando a su despacho del primer piso de la Casa Rosada".
Lo expuesto caracteriza que se
trató de un velatorio privado, bien que la familia tuvo la generosidad de
permitir que el público en general pudiera desahogar su cariño por el ídolo y
su dolor personal, pasando frente al féretro por breves segundos.
Claro está que el Ejecutivo no
abdicó de su rol, como se demostró en diversos momentos, particularmente
cuando fue necesario retirar el féretro ante la presión de los violentos
descontrolados y cuando la “capilla ardiente” se vació al llegar la ex
presidenta.
En concreto, al no ser un acto
oficial los formalismos protocolares pudieron dejarse de lado, salvo aquellos
de índole fundamental; como por ejemplo, exhibir el ataúd; facilitar la
presencia de los familiares y presentar la “capilla ardiente” con una
ambientación básicamente adecuada. Esta se instaló en el salón de los
“Patriotas Latinoamericanos”, en la planta baja en cercanías a la puerta de
ingreso principal.
Como único decorado se vio a una réplica
de la “Copa del Mundo” que Diego conquistó en 1986 y que se referencia como
ícono de su consagración a nivel mundial. Según la artesana Eliana Pantano, la
pieza le fue encargada unos días antes por parte un comitente al que no
identificó y, cuando se difundió el fallecimiento de Maradona recibió la orden
de ponerla a disposición del Presidente, quien la mandó colocar junto al
féretro, sobre una pequeña mesa redonda. Fue un muy fino y oportuno detalle que honra al crack y resalta su dimensión internacional.
La Bandera en las honras fúnebres
En Argentina, además del izamiento de la Enseña nacional “a media asta”,
no existe una regulación precisa de
carácter general sobre cómo se presentan los símbolos de la argentinidad en
una ceremonia fúnebre. La excepción son los reglamentos de Ceremonial de las
Fuerzas Armadas y de Seguridad, cuyos rituales tienen carácter oficial y se asientan
en tradiciones centenarias, obviamente
no se aplican a un deportista, como es el caso de Maradona.
Nunca me cansaré de señalar que la
“Bandera Oficial de la Nación”, tal el nombre que recibe en propiedad, corporiza al pueblo argentino como
entidad colectiva y también al Estado,
que ese mismo pueblo articuló a partir de la Constitución; nada más, ni nada
menos.
Esta representación es la
que justifica la presencia del símbolo en
las ocasiones fúnebres. Por lo tanto, que se haya cubierto el féretro del astro
con una Bandera nacional implica que pueblo
y el Estado argentinos “abrazan” y protegen a quien, es públicamente
considerado como merecedor de tamaño homenaje.
Por esto no corresponde cubrir con la bandera el ataúd de quien carece
de reconocimiento popular
generalizado.
Tratándose de una
autoridad, el paño-bandera sobre el féretro es una reafirmación
de la representatividad que le confiara el electorado y una validación del servicio
público desempeñado en vida.
El féretro de Maradona fue ingresado a "Casa Rosada", sin nada que lo cubriera.
¿Qué bandera?
En Vexilología el ángulo que el lado de la driza forma con el borde
superior del paño (el cantón) es el
segmento principal de la pieza, lo que equivaldría a la “cabeza” del pueblo corporizado en ella. Se justifica así que, en
principio, el lado de la driza de la pieza se coloque cubriendo la cabeza del
fallecido, en la posición natural del abrazo que un deudo pudiera brindarle.
Utilizo el condicional, ya que existe una
excepción que veremos más adelante.
En el caso Maradona se empleó una variedad puntual de vexilo, que se
denomina “bandera luctual” o “fúnebre”.
Lleva el Sol girado, para que su eje vertical quede en paralelo a las franjas;
además cuenta con cintillas dobles en cada uno de sus ángulos, que permite fijarlo
al ataúd.
La excepción radica en las circunstancias en que sea procedente colocar otra bandera. Podríamos señalar como ejemplos las exequias del ex – gobernador de Córdoba, José M. de la Sota, cuyo féretro cubrieron, la Bandera Nacional y la de su provincia, en este orden.
En su caso se colocará la Nacional cubriendo la parte superior del ataúd
y la provincial sobre la mitad inferior; en ambos casos plegadas o extendidas
transversalmente (ver foto siguiente), por lo que al no llevar ataduras habría
que cuidar que en algún descuido no se deslicen hasta el piso, sería
un papelón. En estos casos se usará una Nacional común, no una luctuosa.
¿Cabe depositar algún otro complemento?
En los sepelios donde corresponda usarse, la bandera se muestra en plenitud, aunque se admite colocar sobre
ella algún pequeño bouquet floral y, tratándose
del Presidente de la Nación, su banda y
el bastón de mando. Esta disposición refleja una tradición del ámbito
militar donde se muestran en esta posición la gorra y el sable ceremonial. (1)
Por extensión, tales usos y costumbres habilitan, que sea facultativo sobre el féretro colocar algunos atributos que caractericen a la personalidad del fallecido; pero siempre con prudencia, de tal forma que el paño-bandera no adquiera la funcionalidad de un de “mantel” para que no disminuya su protagonismo como signo de la presencia del pueblo en la ocasión.
En el caso pudo verse la casaca
de la Selección Nacional, colocada de espaldas, mostrando el nombre de
Maradona y el “10” que vistió a lo largo de su campaña deportiva; junto a otra similar
de Boca Juniors. El Sol de la pieza
lucía en el centro de ambas.
Permítanme señalar que de esta forma se incurrió en una infracción al debido orden protocolar
ya que, en la parte superior del féretro, por sobre del Sol, se puso la
camiseta de Boca y, en la parte inferior, la del Seleccionado; cuando en
realidad debió ser a la inversa. Hay
más honor en vestir la casaca nacional que la de un club, por importante que este
sea.
Con el transcurrir de las horas sobre el conjunto originalmente
dispuesto se fueron superponiendo camisetas
de Argentinos Juniors y de Gimnasia. Al menos yo no vi las de otros clubes
identificados con el crack, en su caso Napoli; N. O. B. y algún otro.
Mientras pasaban los dolientes
frente al ataúd iban arrojando sobre él otros
testimonios de su afecto: banderas de todo tipo y tamaño; pantalones deportivos; rosarios; gorritas;
fotografías; bufandas; un pañuelo de las Madres; flores; láminas y otras ofrendas.
Algunas manos inspiradas por la buena voluntad, pero con poco tino, fueron disponiendo
los tributos en sucesivas capas (2).
El panorama estuvo siempre en constante y caótica mutación; expresando así una enorme emotividad. Mientras, se veía crecer el cúmulo en forma incesante. En el desorden pudo verse banderas argentinas caídas sobre el piso que nadie se ocupó en “rescatar”, como hubiera sido deseable, sobre todo por tratarse de un ámbito tan significativo como la sede del Gobierno Nacional y por la cobertura internacional del momento. Fue una lamentable omisión.
Cuando el ex arquero de la Selección Nery Pumpido llegó al lugar, tomó la réplica de la Copa y la depositó
sobre el féretro, a manera de silente homenaje. Más tarde, alguien la
retiró y la restituyó a su lugar; hizo bien.
De esta forma la Bandera
argentina quedó totalmente oculta, opacada por las sucesivas capas de ofrendas.
Llegamos así a uno de los puntos reiterados en las consultas que me
llegaron. En el ocultamiento sufrido por la Bandera nacional no hubo delito, de modo alguno; simplemente porque no constituyó un deshonor. Para que se configure
el crimen de “agravio a los símbolos patrios” que sanciona el Artículo 222 del
Código Penal, se requiere que haya una expresa y deliberada intención de ofender,
lo que en derecho se denomina “dolo”. Los hechos demuestran que esto no
ocurrió.
Al ser una ceremonia privada pudo haber una falta de la debida atención
en el personal a cargo del servicio, pero tampoco constituyó una falta de
respeto para con el símbolo.
Lo que ocurrió después
En el caos que motivó la ruptura
del dispositivo de seguridad se debió retirar el ataúd con toda urgencia.
Luego trascendió que la acción conjunta de los barras bravas habría pretendido
sustraerlo para llevarlo hasta un estadio. Superada la zozobra se lo instaló en
el salón de los “Pueblos Originarios”, primer piso de “Casa Rosada”, donde los
familiares pudieron seguir acompañando los restos en intimidad, hasta que se inició
el traslado al cementerio.
En el salón de los “Patriotas Latinoamericanos” quedó un cúmulo de ofrendas en informe montón con lo que resulta válido preguntarse ¿qué sucedió con tan sentidos testimonios que un pueblo en lágrimas llevó a su ídolo?
No trascendió qué ocurrió con la Bandera nacional que cubría el féretro;
cabe suponer que sus ataduras permitieron que se mantuviera firme. Durante el
traslado se lo vio cubierto con una
bandera luctuosa, ya sin las
camisetas de la Selección, ni otro aditamento. Igual que en el postrer
trayecto, desde el coche fúnebre hasta el sitio de la inhumación.
Otra pregunta que sugieren los hechos ¿cuál fue el destino de la bandera
que cubrió el féretro del ídolo? Ella misma es una pieza histórica, debería conocerse.
Evaluando los hechos
Analizadas las circunstancias expuestas la pregunta lógica es ¿cómo debió actuarse?
No es factible dar una respuesta univoca. La excepcionalidad del fallecido lo impide.
Como su vida, como cada uno de sus goles, todo fue desmesurado en las horas que
siguieron a la partida del alma de Maradona a los Cielos. Hemos visto de qué
manera sus restos mortales permanecieron algunas horas más entre el cariño de
familiares y admiradores.
Sabemos que fueron muchos los oportunistas que quisieron mostrarse en
una ocasión histórica; incluso pudo verse al tristemente célebre jefe de
sepelios de la funeraria que prestó sus servicios, quien literalmente “robó”
una última foto al crack. Afortunadamente fueron muchos más, decenas de miles
los que tuvieron oportunidad de pasar por la “capilla ardiente” haciéndolo con dignidad.
Lo negativo radicó principalmente en los sucesos de violencia, pero sobre esto ya se
ha hablado.
Otro factor deficitario fue el "pésimo ejemplo social"; no se mantuvo ni se hizo mantener el distanciamiento social.
No abriré juicio sobre el lugar
elegido, pero en la intimidad pienso que Maradona pudo pensar en la mítica
“Bombonera”; solo él lo sabe. La familia pensó distinto y aceptó el ofrecimiento
oficial, es el dato objetivo; también ella resolvió los principales detalles de
los tan tristes momentos. Quizás quienes lo resolvieron pudieron tener cierto
grado de temor reverencial, que los llevó a aceptar el ofrecimiento de la “Casa
Rosada” por parte del Presidente de la Nación. Quizás nunca lo sabremos; poco interesa
con los hechos consumados.
La “capilla ardiente” fue muy sobria; se armó dando centralidad al
féretro que contenía los restos morales del ídolo.
Un lector de este Blog me consultó por
qué no se colocó a su derecha una Bandera de ceremonia (de posición). Creo
que así estuvo bien; más allá de la popularidad del ídolo no se trató de un
funcionario público; la sobriedad por sobre todo.
Los familiares y allegados se dispusieron en un amplio círculo de sillas; con lo que en ningún momento compitieron con la atención hacia los restos del fallecido. Un “detalle” de significación que debe serles reconocido y que falta en muchas exequias cotidianeidad.
El ataúd se instaló sin el tradicional decorado de velones, ni otros complementes; solo cubierto
por la bandera luctual y las camisetas de la Selección y de Boca. Ya me expresé
sobre estos.
La “Copa del Mundo”, ofició de testimonio del mayor logro del difunto, fue un acierto.
En cuanto al resto de las
ofrendas, fue justo que se permitiera expresar con ellas el dolor de todo
un pueblo. Habrá quienes hayan pensado no permitirlas, afortunadamente no
ocurrió así.
Pudieron darse directivas para
que aquellos tributos que caían sobre el ataúd, luego de algunos minutos fueran
discretamente retirados para depositarlos y exhibirlos en algún dispositivo
aledaño.
Pudo indicarse a los
dolientes que tuvieron la posibilidad de llegar hasta el féretro, que depositan
sus ofrendas sobre las camisetas
expuestas, manteniendo libre el
espacio del Sol. Luego de algunos momentos, también en estos deberían haber
sido retirados y colocados a un costado.
Tales delicadezas habrían
sido acordes al significado de la Bandera
Nacional que, reitero, representaba a la inmensa masa del pueblo argentino que
no tuvo oportunidad de pasar por el lugar.
¿Alguien lo habrá
considerado? Hubiera sido lo más propio.
Fue muy triste ver junto al féretro ejemplares de banderas argentinas por los suelos; arrugadas, pisadas por los que
tuvieron el privilegio de acercarse.
Resultó evidente que el servicio
fúnebre contratado no alcanzó el nivel que los hechos requerían.
Pienso que hubiera correspondido recabar un asesoramiento al área de Ceremonial de Presidencia,
estos funcionarios podrían haber hecho aportes sobre algunos puntos del evento,
sobre todo teniendo en cuenta que se trató de una circunstancia histórica y la enorme
divulgación de las imágenes hacia el exterior. La capacitación profesional específica
y la experiencia práctica pudo sumar mucho.
En definitiva, será muy difícil que esta generación puede pasar por un trance similar, pero la experiencia protagonizada debería servirnos de orientación para otras ocasiones de menor repercusión.
El fallecido fue muy grande en sus logros; muy querido; el más admirado;
el más reverenciado; así lo reconoció el
mundo.
También será único en la Historia del Universo, igual que toda mujer u hombre, en su pecho como en el
nuestro la Bandera, celeste y blanca, con el Sol refulgente, fue y será siempre el símbolo de nuestra Nación
la misma que motivó que Diego Maradona tuviera el orgullo de llamarse
“argentino”.
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