Dos círculos y un triángulo
Homenaje a “Los Gringos de Olavarría”
Por Miguel
Carrillo Bascary
La era de oro del Turismo Carretera
Mis primeras vivencias
sobre la categoría, datan de mediados de los años 60, hacen ya más de seis
décadas.
Para quienes no
conozcan el automovilismo argentino, el TC nació en 1937, es la categoría más antigua del mundo, anterior
incluso a la Formula 1. Entrañó una épica forma de correr coches de serie
modificados por las rutas polvorientas del país, en competencias que muchas veces superaban los 1.000 kilómetros y que en promedio insumían 5 horas de riesgo. Pese a su rusticidad, del TC surgieron grandes corredores de Fórmula 1, como Juan Manuel Fangio, José
Froilán González, Oscar Gálvez, Benedicto Campos, Onofre Marimón, Roberto
Mieres, Charlie Menditeguy y también
Carlos Reutemann.
En la década de 1960 rutilaban en el TC las estrellas de
Juan y Oscar Gálvez, Ángel Rienzi, Marcos Ciani, Eduardo Casa, “Rolo” Alzaga, “Toscanito”
Maimón, Carlos Pairetti, Jorge Cupeiro, Rubén Roux y tantos otros cuyos nombres
hoy son legendarios. De todos ellos, los que me impresionaron desde chico
fueron Dante y Torcuato Emiliozzi, a
quienes la afición apodó como “Los Gringos de Olavarría”, pese a que eran
muchos los que por sus orígenes habrían podido merecer el apodo, la adición de
la localidad los distinguía. También había otros pilotos que me apasionaban,
pero ellos tenían algo que para mí era especial.
¿Qué me gustó de los Emiliozzi? Lo primero es que eran reiterados ganadores, pero
también que su vínculo fraternal los expusiera como prototipo de la familia
tuerca.
Con los años incursioné en
el periodismo radial de automovilismo
tarea que fue mi vida y mi trabajo por varios años. Obvio que entonces me
encandilaban los Sport Prototipos y la Formula 1, desde antes que el Lole
soñara con ella. Pese a la atrapante modernidad
que poco a poco iba relegando la forma de correr tradicional, los Emiliozzi ya eran dueños de un pedazo
de mi corazón y ahí siguen, peleando la punta a unos segundos de otro
grande de entonces, Nasif Estéfano.
En estas líneas quiero
rendirles un humilde homenaje, a su
hombría de bien, a su forma de entender el automovilismo, al culto que hicieron
de la amistad, a sus innumerables éxitos deportivos y al tesón con que
reiniciaron las competencias cada vez que su “Galera” les frustró el triunfo.
Admiro en ellos la fidelidad al terruño, su capacidad mecánica y también su profesionalismo, en tiempos donde
esta palabra era mal vista, pero por sobre todo mal entendida por la afición.
Su símbolo
Hay un detalle que me
reveló esta particular faceta de su trayectoria, fue el emblema que llevaron en sus cascos y en cada uno de sus coches. Paradójicamente
no es una creación suya, pero los identificó entonces y lo sigue haciendo
ahora.
No era habitual, la mayor
parte de los pilotos usaban cascos de diversos colores, pero sin aplicaciones.
Técnicamente el emblema es un imago
tipo, no un logo, pero este último término es el de uso común, queda
constancia.
En realidad, el símbolo tuvo un origen netamente
funcional, señalar el lugar donde se colocaban el puesto de abastecimiento
de cada equipo en carrera, téngase en cuenta que por entonces llegaban a
competir varias decenas de coches y que la polvareda levantaba era fenomenal.
Al ver su logo entre la aglomeración de los auxilios apostados los Emiliozzi
enfilaban directamente hasta allí, con lo que ganaban preciosos segundos en tan
crítico momento.
Según cuenta la crónica,
fue uno de los miembros de la escudería que acompañaba a “Los Gringos”, el
odontólogo Saúl Michelini Alano
(1901-1980), quien inventó la señal.
Inicialmente fueron dos círculos concéntricos blancos y un triángulo negro,
pero más tarde los colores ser invirtieron, cuando se cambió el color de la
carrocería por exigencia de un patrocinador, ya volveré sobre esta cuestión
El
distintivo se pintó en los cascos de “Los Gringos”, en todos sus autos y
también la llevaron los miembros de la escudería. En forma de calcomanía se
distribuyó entre los fanáticos, de tal forma que con los años la correspondencia entre el logo y los
Emiliozzi fue absoluta; hoy continúa como símbolo del Museo que perpetúa la
memoria de aquellos fabulosos pilotos-preparadores.
También lucieron en sus bólidos el nombre de la ciudad que los adoptó, Olavarría, ubicada a 354 km de distancia de la Capital Federal.
Personalidad de los Emiliozzi
Seguramente que habrá
muchos lectores que por una cuestión de edad no conocieron a “Los Gringos”,
quizás haya otros que pueden haber olvidado los detalles de sus logros, por lo
que se justifica aportar algunos antecedentes.
Torcuato, su padre, era
italiano y montó un taller mecánico en el barrio de Floresta, ciudad de Bs.
Aires. Torcuato Enrique Pascual
(“Tito”), nació el 30 de mayo de 1912, y Dante
José María, vino al mundo el 10 de enero de 1916. En 1923 la familia se
trasladó a Olavarría y Don Torcuato comenzó a atender la maquinaria agrícola de
la zona. Tempranamente los hermanos abandonaron sus estudios para engrasar sus
manos y aprender el oficio. Dicen que Torcuato amaba el torno y la soldadura,
pero también el rectificado. En cuanto a Dante, prefería el encendido y la
carburación. En conjunto emprendieron la
aventura del armado y desarrollo de sus coches, bajo proverbiales condiciones
de reserva para evitar ser copiados.
Tito fue el primero que gozó de las mieles del éxito, como que en 1936 ganó con un Ford A de la categoría “Fuerza Libre” en el circuito de Las Flores, esto se hizo una costumbre y perdieron motivación, por lo que habían decidido abandonar las carreras cuando la diferencia con un cliente los llevó a volver a las pistas. Para demostrar su capacidad lo hicieron en el TC la categoría más popular del momento. En 1949 comenzaron a preparar una cupé Ford 1939, que compraron a Indolfo Letoile, de la vecina ciudad de Tandil[1]. Le modificaron su motor (V8 59 AB) para colocarle un revolucionario sistema de válvulas a la cabeza, configuración que se mantuvo hasta 1956, cuando por cambio de reglamento debieron volver a las válvulas laterales de origen. Al coche se lo apodó “La Galera” por la altura de su techo.
Su trayectoria abarcó dos
décadas, participaron en 183 carreras de
TC (nunca lo hicieron en otra categoría, salvo en sus inicios en la Formula
Libre). Ganaron 42[3],
el 22%, aunque durante el cuatrienio de sus mayores éxitos el porcentual trepó
al 50%. Conquistaron cuatro títulos
consecutivos (1962, 1963, 1964 y 1965). En 1969 Dante fue subcampeón, se
clasificaron terceros en los campeonatos de 1954 y 1959, mientras que en 1960 y
1961 fueron cuartos. Extendida vigencia para definir una enorme trayectoria. A
lo largo de su actividad siempre fueron
fieles a la marca Ford, tal identificación era habitual por entonces.
El debut fue en la cuarta edición de la “4ª. Mar y Sierras” de 1950,
con un abandono. En sus inicios se alternaban al volante hasta que finalmente
acordaron que Dante sería el conductor. Torcuato acompañó a su hermano hasta
diciembre de 1967 en que por razones de salud debió ceder su butaca a Octavio
Sabattini ¿un experto mecánico?, ¡nada de eso, era profesor de música! Su primera victoria fue el 24 de mayo de
1953 en la “Vuelta de Chacabuco” (carrera reservada a “no ganadores”, 828 Km)
conduciendo “La Galera” pintada de rojo, fue su decimosexta carrera.
El 13 de septiembre de 1953 alcanzaron su primer triunfo en una carrera oficial, fue en las “500 Millas
Mercedinas”. Al año siguiente repitieron
en las “IX Mil Millas Argentinas” y en el “XXII Gran Premio Nacional” del
Automóvil Club Argentino (ACA).
Con “La Galera” los
Emiliozzi superaron por primera vez en TC los 200 Km/h de velocidad promedio al ganar la “Vuelta de Necochea” de
1963, a 203,526 Km/h. Hubo otro registro
excepcional de velocidad que los distingue, fue en el kilómetro lanzado
durante la etapa Mercedes (prov. De Bs. Aires) - Santa Rosa (La Pampa) durante
el “Gran Premio” de 1964, donde se les cronometró la máxima velocidad de punta
para la época[4],
233,8 Km/h.
La Scudería
Como anticipábamos, el accionar de los Emiliozzi no fue en solitario, carentes de importantes recursos económicos su trayectoria está indisolublemente unida a su scudería como se decía entonces, un conjunto de amigos y vecinos que trabajaban al unísono para llevar alto el nombre de la ciudad en base al esfuerzo y al sacrificio mutuo[5].
La primera comisión directiva[6],
inició formalmente su gestión el 22 de febrero de 1941. La formaban: su primer
presidente, Fermín Cajén, los ingenieros Carlos y Juan Marelli, el dentista
Saúl Michelini, Humberto Arregui, Domingo Inaudi, Miguel, Ricardo y Alberto
Lizaso, Francisco Devalle, Melchor Vilanova, Delfor Correa, Juan Massolo, Orlando Terso y Fernando Álvarez,
La evolución
El 12 de setiembre de 1965
estrenaron el motor F100 V8[7]
en Olavarría y cuatro carreras después ganaron en la “Vuelta de San Antonio de
Areco”. En lo estético “La Galera” pasó
del color rojo con publicidad de la revista “Mundo Deportivo” de su primer
triunfo, al blanco y negro con el patrocinio de “Ford Armando” que más tarde
evolucionó al blanco y azul noche y que a partir del 24 de mayo de 1964 mutó
por el rojo y azul que requirió el nuevo sponsor, la firma “ATMA”.
Cuando la evolución mecánica se aceleró los Emiliozzi acompañaron el proceso, fue así que el 7 de agosto de 1966 en la “IV Vuelta de Carlos Casares” hicieron debutar la carrocería diseñada por Juan Ferreyra Basso (1943-2021), talentoso diseñador y artista plástico, que se elaboró en los talleres Baufer Style de Dante (1911-1970) y Alain Baudena (1938-2023). Al año siguiente se intentó aumentar su performance colocándole una cola trunca.
La última carrera que vio a Dante al volante fue la “Vuelta de
Chivilicoy”, el 9 de noviembre de 1969, donde por primera vez condujo el
“Halcón”, prototipo construido por Heriberto Pronello, con motor F-100, por
supuesto. Un despiste y posterior incendio destruyó el rodado, aunque Dante
puso salvarse con graves quemaduras.
En el ínterin hubo otro
coche que le estaba destinado, pero nunca llegó a correr, se trató del Ford Falcon angostado carrozado también
por Baufer, adaptado en los talleres
de quien fuera acompañante de otro grande del automovilismo, Oscar Gálvez,
Eduardo “Marconi” Martins. Dante debió hacerlo debutar en la “Vuelta de
Chacabuco” de 1969 pero se suspendió por lluvia.
En la ciudad de Olavarría
desde el 2013 el Museo Municipal
“Hermanos Emiliozzi[8]”
instalado en el local que fuera su taller, atesora varios de sus autos, los
trofeos e innumerables testimonios de su correr tras el viento, al que no
pierdo las esperanzas de conocerlo algún día. Hoy una avenida de su ciudad de
adopción lleva el nombre con que se inmortalizaron, el Circuito Nº2 del
autódromo local también los perpetúa. Dante falleció en 1989, Torcuato diez
años más tarde.
En definitiva, no hay ninguna duda que los Hermanos Emiliozzi fueron eximios cultores del automovilismo y del Turismo de Carretera, en particular. Destacaron por su mecánica, por su velocidad y por su estrategia, pero también por el profesionalismo que trasuntó en la imagen corporativa de la escudería que los apoyó.
Como verdaderas leyendas sus figuras se acrecientan con el tiempo.
P.S. un agradecimiento especial a las redes del Museo "Hnos. Emiliozzi", de donde se tomaron varias fotografías para componer esta nota.
[1] Puede extrañar el año de fabricación del coche, pero ocurre que en 1940
se cerró la exportación de automotores de los Estados Unidos debido a la II
Guerra Mundial, por lo que desde esa fecha en Argentina se corría con los vehículos
que había en existencia.
[2] Luis Orlando Sánchez: https://ayacuchoaldia.com.ar/los-hnos-emiliozzi-ingenio-y-docencia-de-taller-por-luis-orlando-sanchez/
[3] https://www.actc.org.ar/institucional/campeones-historia-Emiliozzi.html Algunas fuentes señalan un triunfo más, pero la estadística oficial
habla de 42. Entiendo que la diferencia radicaría en contabilizar o no su
primera victoria en carrera reservada para “no ganadores”.
[4] Verificada por el inigualable Ing. Federico Kirbus, en “Historia completa del TC”, p.
36. Suplemento de Parabrisas Corsa, publicada a lo largo de varios números.
[5] Esta modalidad era la habitual en la época, cuando los mismos pilotos
se encargaban de la preparación del vehículo apoyados por peñas y grupos de
amigos.
[7] El reglamento argentino determinó que se redujera su cilindrada
original de 4.778cc a 3.999cc.
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