Grandes y pequeños detalles
Por Miguel Carrillo Bascary
La
experiencia acumulada en muchos años de concurrir a diversos tipos de actos
institucionales me motiva a compartir esta segunda
entrega de apuntes sobre lo que conviene tener en cuenta y evitar, a lo que
sumo algunos tips que podrán ayudar ocasionalmente. La primera parte de los
Apuntes podrán encontrarla en https://banderasargentinas.blogspot.com/2023/07/apuntes-de-etiqueta-para-actos.html
Ojo con los ojos
Una actitud personal
inveterada impone que cuando se saluda a otra persona se establezca contacto con su mirar. No hacerlo así
implica no considerar al interlocutor, no reconocerlo en su dignidad y por ende
constituye una situación de violencia social
que siempre debe evitarse.
Durante la exposición a cargo de un orador lo
correcto es dirigirle la mirada y no demostrarle indiferencia oteando el
panorama. Esta recomendación es particularmente aplicable a las más altas
autoridades presentes en la ceremonia, ya que es natural que todos estén
atentos a sus más pequeños gestos. Si el público advierte que las primeras
figuras tienen sus miradas puestas en alguien o algo que no sea el expositor,
invariablemente se despertará la
curiosidad de conocer quién o qué demanda su atención. Si estos gestos se
multiplican es lógico que lo perciba el exponente, lo cual implicará una manifestación de violencia social
hacia su persona.
Quienes tiene poca
experiencia en participar en actos donde
se iza una bandera no suelen considerar la importancia de seguirla con la
vista mientras se iza en el mástil o bien cuando se arría. Tan aparentemente
ingenuo como desconsiderado gesto implica un menosprecio a todo lo que representa el símbolo.
Las ofrendas
Sigue siendo parte de las
ceremonias oficiales el colocar una ofrenda
floral o de gajos verdes ante un monumento, una placa recordatoria o una
bandera. Los invitados a depositarla lo harán a continuación de las principales
personas que sean convocadas a tal efecto, quienes tomarán el testimonio para
trasladarlo y dejarlo en el lugar pertinente. Solo serán dos las personas que
asuman estos roles, el resto acompaña.
Si los encargados de la
operación son más de dos personas, quienes acompañen a los de mayor nivel
cuidaran de no adelantarse a estos,
tanto en el trayecto hasta el lugar de depósito, como al regresar hasta los lugares
que ocupaban.
Es usual que el
responsable de la organización del evento prevea la cercanía de un auxiliar para indicar a los protagonistas de la
ofrenda el lugar preciso donde debe colocarse. En su caso, éste debe hacer gala
de discreción y no sobreactuar en su rol de servicio, por el mismo motivo su
vestimenta será lo más neutra posible y sus gestos manifestarán cauta
seguridad.
Sitios marcados
Es un viejo recurso de los
ceremonialistas señalar el lugar que debe ocupar cada participante colocando en
el suelo un pequeño cartelito con su
nombre. El problema es que a veces la letra es tan pequeña que a los
citados se les hace imposible percibir lo escrito, de manera que finalmente
todo queda en buenas intenciones y se mezclan las posiciones. Por supuesto que no es para nada elegante que los
auxiliares deban multiplicar sus esfuerzos “acomodando” a los invitados.
¿Alguna pauta al respecto?
En primer lugar, utilizar letra grande
para imprimir los apelativos. En segundo, hacerlo sobre un papel o cartulina
del color que sea lo más parecido
posible al del piso (caso contrario serán captados por las cámaras) y
utilizar letras contrastantes.
Finalmente, al menos hacer conocer a
los funcionarios si deberán colocarse en una primera o en segundas líneas, a la
derecha, al centro o a la izquierda del conjunto.
Jamás sustituir sus
nombres con las banderitas de los países representados, ya que sería
una grave ofensa al decoro de los símbolos nacionales.
Si del Himno hablamos no dejar de cantarlo
Traigo a la memoria del
lector las numerosas críticas que recibía el hoy idolatrado Leo Messi por no unirse a sus
compañeros durante la entonación del Himno nacional argentino en las ceremonias previas a los
partidos del Seleccionado. Esta aparente displicencia fue remediada por el astro, hasta el punto que hoy entona las estrofas patrias como todo argentino que se precie.
Los himnos nacionales representan al pueblo que los consagraron en su historia y también a los gobiernos del estado
pertinente. Estas piezas vocales demandan que quienes se sientan partícipes de
la nación de que se trate lo canten siempre en tono
firme y decidido.
Los himnos no son meras composiciones musicales, expresan sentimientos, valores y vivencias. Quienes
cantan un himno suman su protagonismo a la ceremonia conjunta. No hacerlo implica colocarse
más allá del resto de la comunidad en un gesto de equivoca superioridad o de
inaceptable prescindencia, algo totalmente inaceptable.
Nada excusa el silencio.
Ni siquiera una mala voz, tampoco desafinar. Cada persona debe aportar lo suyo en una dimensión de la diversidad que caracteriza a la
igualdad democrática. Como en Argentina la mayoría de los actos patrios se
concretan en invierno es factible que algunos se vena afectados por dolencias en sus gargantas, pero ni aun esto debería inhibir de, al menos, vocalizar en silencio la
letra de la canción patria.
Conviene destacar quizás
que cuando en una ceremonia encabeza el canto de un himno nacional un profesional de la voz, esto no excluye
el acompañamiento del pueblo. La ocasión no es un número del artista al que se
concurre a escuchar. Es el /la dotado/a quien con su técnica y voz encabeza o guía al pueblo, que hace su
aporte en la medida de sus posibilidades.
Y tratándose de un himno
nacional es fundamental que se entienda que la pieza constituye una sola unidad entre la letra y la música, de
manera que termina cuando se escucha el último acorde y no con la letra
postrera. Al respecto indica profesionalismo
en el guionado de la ceremonia que cuando se anuncia el Himno desde la
locución se advierta una expresión similar a la siguiente: “… recordemos que tributaremos nuestro aplauso al símbolo cuando
hayamos escuchado el ultimo acorde musical”.
Más aún, siempre será bien visto que quienes conocen un himno nacional extranjero acompañen su canto. Nada impide que un argentino proceda de esta manera. En su caso será un dechado de atención para con los extranjeros presentes, un meritorio gesto de buena voluntad.
Algo más, en la
eventualidad de que los varones utilicen sombrero
u otro tipo de cubrecabezas es absolutamente esencial que se descubran,
tanto cuando se canta el Himno nacional de su país como el de otro estado. Por
tradición se excluyen de esta pauta de conducta a las damas y a los
uniformados.
Para quienes deban exponer
Pretender fijar pautas
sobre la mejor manera de dirigirse a un auditorio en ceremonias oficiales o
corporativas sería vana ostentación de mi parte. Existen verdaderos tratados
sobre la materia a los que corresponde remitir. Esto no obsta que en las breves líneas que siguen me permita puntualizar algunas pautas mínimas con toda simplicidad.
Es usual que quien esté
previsto que hable en una circunstancia como las mencionadas deban ascender a
un palco, escenario o a un atril ubicado en un desnivel con respecto al solado.
Nada mas poco elegante que tropezar al hacerlo o, peor aún, que la
inadvertencia lleve a trastabillar o, peor aún, que provoque una caída. En consecuencia,
será una medida de elemental prudencia
que el expositor mida sus movimientos y que no pierda de vista la posición de
sus pies mientras asciende hasta el lugar desde donde hablará. Algo obvio, pero
la experiencia indica lo válido de la advertencia que realizo.
Una vez en el atril y,
eventualmente, desde su posición en la mesa, el consejo para el inminente
expositor es que se sitúe en el ambiente. Corresponde
que se dé un espacio, un momento, que recorra con su vista el auditorio, haciendo
contacto visual con las primeras filas y acostumbrándose a las luces que lo
enfocan. De alguna manera, deberá dominar
el panorama, dejando traslucir la momentánea autoridad que se le ha
confiado, pero sin imponerse manifiestamente. En no pocas ocasiones este instante de silencio inicial servirá
para que se acalle alguna tardía murmuración
en la sala.
El expositor se verá beneficiado
si es capaz de realizar algún gesto empático,
adecuado a la situación de que se trate. Suele pensarse en un mínimo sonreír, pero
no siempre será adecuada. También hay riesgo de que la tensión nerviosa haga lo
suyo y en vez de una sonrisa salga una mueca. No hay receta universal al respecto, mucho dependerá del
autodominio, de la experiencia y de la inspiración del susodicho.
Estos primeros instantes también
son para acomodar el micrófono y,
luego de que se haga, hay que olvidarse del adminiculo. Toquetearlo repetidamente
durante la exposición es un gesto
fetichista que denota búsqueda de
una seguridad de la que se carece. Algo similar ocurre con el cabello, una
causal que suele incidir en aquellos que lo lucen largo, particularmente en las
damas. Ambas circunstancias constituyen una suerte de muletilla gestual que si no se disciplina puede tornarse en un
modismo susceptible de ser ridiculizado.
Sabido es que el expositor jamás debe tomarse del atril
,a la manera de una tabla de salvación, otro gesto que denota inseguridad ante
el público. Algo similar se revela si se toman reiterados sorbos de agua, un recurso con incidencia tanto negativa
como positiva, a condición de que prive la prudencia.
Si se habla sentado, tampoco
hay que hacerlo con las piernas cruzadas,
ya que implica una tensión innecesaria que puede traslucirse en una negativa postura
corporal, por lo demasiado rígida.
Los benditos celulares
Nuestra generación ha
incorporado tan íntimamente los celulares a la vida cotidiana que perdemos perspectiva
cuando participamos de una ceremonia formal. Es algo obvio, pero nunca falta alguien que se olvida de
apagarlo o ponerlo en “vibrar”, sin reparar lo embarazoso que resulta que todas
las miradas se dirijan hacia el poco memorioso cuando los pitidos alteren la
normalidad del evento.
Al respecto, un gesto de
profesionalismo en la elaboración del guion demanda que antes de que se inicie
el acto, el locutor recuerde a los presentes que es preciso silenciar los aparatejos y, como
devolución, que entre las palabras finales se tenga la atención de recordar la
necesidad de conectarlos o de aumentar el volumen.
Un aparte para aquellos
ansiosos que no pueden estar desconectados, particularmente si son autoridades
a las que pudiera demandarse la atención de alguna novedad importante. En estos
casos se impone confiar el teléfono a algún
colaborador que tras ponerlo en vibrar podrá atender discretamente el
llamado y juzgar si resulta imprescindible comunicar lo pertinente a su
superior.
Siempre en torno al
celular, es bivalente la actitud general en ocasión de sentarse a la mesa.
Obvio que tratándose de una situación formal resulta inaceptable colocarlo al lado de los cubiertos, más aún se lo debería
apagar o al menos silenciarlo, para eventualmente consultarlo en ocasión de algún
transitorio retiro de la mesa. De la misma manera que lo veíamos en el párrafo
anterior, las personas que tengan un protagonismo saliente en el encuentro
social deberían confiar su móvil a un
colaborador que juzgará cuando será necesario apercibir a su jefe de un llamado.
En cuanto al tipo de toque (rings) hay que ser muy prudente en la elección. Se preferirán
los neutros, los más clásicos, los que sean poco estridentes. Hay algunos que
no condicen con la imagen institucional o personal que debe proyectar un
dirigente social o una autoridad.
Pañuelos y pañuelitos
Llegado el verano, cuando
el calor genera copioso sudor en los rostros, lo indicado es utilizar pañuelos de tela que tendremos que
plegar y depositar en un bolsillo luego de cada uso. Es inadecuado emplear pañuelitos descartables. ¿La razón?, la
expondré con una pregunta: ¿Dónde ponerlos
luego de usar?
No es cómodo colocarlos en
un bolsillo y es una grosería deslizarlos
hasta el piso.
Al respecto viene a mi memoria un muy robusto
intendente que al terminar un acto bajo el rayo del Sol dejó un círculo de
blancos pañuelitos arrugados en el lugar donde estuvo.
De olvidos y descuidados
Hay circunstancias donde
se producen embarazosos “descuidos” con la vestimenta, ya que los apuros y olvidos pueden deparar que
algún cierre quede sin levantar. Esto puede suceder a los funcionarios
varones, particularmente ¡Ni que decir si la camisa aflora por la ventilación que
no debió quedar abierta!
Un avezado hombre
público supo comentarme una vez que tenía convenido con quien oficiaba de su
secretario, que estaba autorizado a formularle cuanta observación juzgara
necesaria sobre, su vestimenta y actitudes. Es una buena medida, ¡a condición
de que el auxiliar no sea un obsecuente!
Perfumes
Pareciera ocioso mencionar
el tema, pero nunca es superfluo. Al respecto se aplica el tradicional
apotegma: “si breve dos veces bueno”,
que en el caso de perfumes puede expresarse como: “nada mejor que en su justa medida”. Particularmente cuando se trata
de fragancias dulces. Utilizar un
perfume de alta saturación es tan exorbitante como cualquier exceso en el
vestir.
“Delicadeces” para los paparazzi
Es necesario comprender
que las personas que forman la primera línea en una ceremonia quedan
permanentemente expuestas a las cámaras
y que cualquier gesto equívoco puede quedar registrado, con lo que se afectará
al concepto general sobre el protagonista o a la imagen de la institución a la
que representa. Vemos algunos ejemplos,
burdos hasta la saciedad, pero que no por esto dejan de darse: rascarse la oreja,
meterse un dedo en la nariz, toser sin taparse la boca o hacerlo con la palma
de la mano, bostezar estentóreamente y hasta rascarse el pelo o cierta parte de
la anatomía varonil.