Una santa muy “moderna”
Por Miguel Carrillo Bascary
Ágata fue una de las primeras mártires en ser proclamada por la Iglesia Católica como modelo de santidad debido a su testimonio de fe en la vida y en su muerte. El nombre Águeda, es una latinización del griego agathê, que significa “buena” o “virtuosa”. En español se transforma en como Ágata y en dialecto astur se la menciona como Gadea.
A poco más de mil ochocientos años es un ejemplo de compromiso con el amor de Jesucristo y, como demostración de la perennidad del mensaje evangélico. Con nuestros ojos del siglo XXI podemos verla también como una temprana víctima la violencia de género, como hoy se la conceptúa a las circunstancias en que murió. Como muchos de los primeros santos la tradición nos presenta vestigios sobre su biografía que en parte se confunden con la leyenda sin por esto perder significado. Lo que indudablemente está certificado es su vida de fe, como lo atestigua la veneración pública que se le tributó luego de su martirio y que se acrecentó con las gracias que por su intermediación concedió Dios a lo largo de los siglos, las que llegan hasta el presente[1].
Seguidamente se intentará resumir lo sustancial de la vida de la santa, quien habría nacido muy posiblemente en el año 230 o poco después. Algunos indican que fue en la localidad de Catania y otros que, en Palermo, ambas regiones sicilianas estaban bajo el dominio de Roma. Provenía de una familia romana, noble y rica. Los primeros cristianos testimoniaron su gran belleza. Al llegar a su edad núbil Ágata se dio al servicio de la comunidad, a la oración y consagró su vida a Dios, por lo que hizo promesa de celibato y virginidad. Según la costumbre recibió de su obispo el flammeum, como señal pública de sus votos[2]. Luego de hacer esta opción de vida rechazó a numerosos pretendientes que quisieron desposarla.
El martirio de Ágata
En el año 249 asumió como nuevo emperador, Cayo Trajano Decio[3], quien promulgó un edicto que obligaba a todos los habitantes a realizar sacrificios según los rituales paganos ante los magistrados locales. Esto implicaba reconocerlo como un dios, a cambio de este acto recibían un libelus (certificado) que documentaba el hecho. Quienes se negaban eran considerados enemigos el cesar y del estado, lo que implicaba tormentos coactivos, la confiscación de sus bienes y la muerte. Para los cristianos esto significaba abjurar de su fe por lo que fueron muchos los martirizados en esta persecución.
El procónsul Quintiliano (otras fuentes lo mencionan como Quinciano), de la clase senatorial gobernaba la provincia de Sicilia. Cuando Ágata fue llevada a su presencia quedó impresionado con su belleza y desarrolló la obsesión de poseerla. Ella se negó al ritual pagano y le hizo conocer su condición de cristiana y el voto de virginidad que había asumido. Quintiliano intentó seducirla por diversos medios. La joven huyó a Palermo, pero fue apresada y llevada nuevamente a Catania. El magistrado intentó nuevamente doblegar su voluntad y al no lograrlo usó de su poder y la recluyó en un prostíbulo con el propósito de que Ágata conociera los placeres carnales y fuera “reeducada”. Allí permaneció durante un mes, tiempo en el que se resistió al comercio de su cuerpo Quintiliano resolvió cambiar de táctica y la hizo llevar a su residencia en donde le prometió su protección si se le entregaba, al ver que tampoco conseguía su objetivo la hizo flagelar, lo que para una romana de alta clase era una enorme afrenta.
Como Ágata persistió en no doblegarse el funcionario ordenó que le cortaran los pechos [4], obviamente una tortura atroz de neta implicancia sexual. La joven fue llevada al calabozo en estado desesperante debido a la pérdida de sangre. Según la tradición por la noche se le apareció San Pedro que la reconfortó y la curó milagrosamente. Al día siguiente fue nuevamente fue llevada ante al gobernador que quedó vívidamente impresionado por la curación. Ágata testimonió la intervención del poder de Jesucristo y persistió en la fe por lo que aquel la mandó arrojar a las llamas cubierta por su flabellum, donde soportó el tormento dando gracias a Dios.
En esos momentos se registró un fuerte terremoto en toda la región, un muro se desplomó y aplastó a dos amigos el gobernador. Ante esta manifestación la naturaleza y viendo la entereza de la joven el pueblo impetró su liberación que debió ser concedida por el magistrado y Ágata fue llevada al calabozo, donde poco después falleció. Tendría unos veinte años de edad y era el 5 de febrero del año 251. Las circunstancias de la muerte de Ágata impresionaron vivamente a toda Catania.
Afianzamiento
del culto
Al
año siguiente el Etna entró en violenta erupción y una corriente de lava se
encaminó hacia la ciudad, algunos cristianos invocaron la protección de la
mártir y antepusieron a su paso el velo que se conservaba milagrosamente íntegro [5],
con lo que el magma se detuvo, un prodigio que acrecentó la fama de santidad de Ágata. El relato de
su testimonio fue recogido sumariamente en las “Actas de los Mártires”.
Inmediatamente a su muerte sus hermanos en la fe se apoderaron de sus restos a los que ungieron con aceites para preservarlos y los colocaron en un sepulcro de piedra en el cementerio cristiano. La tradición de la Iglesia Ortodoxa indica que el proconsul murió a las pocas semanas al caer de su caballo en un río caudaloso. Hacia el año 270 el obispo local, San Everio hizo construir una capilla sobre el entierro de Águeda, que consagró bajo la advocación de Nuestra Señora de Belén.
Luego que el emperador Constantino dictó el Edicto de Milán (313) el cuerpo de la santa se trasladó a la iglesia hoy llamada Santa Ágata la Vetere (primera catedral de Catania) donde permaneció hasta el año 1040, cuando Giorgio Maniaces (998-1043), prominente general bizantino que reconquisto buena parte de Sicilia a los árabes seléucidas, lo hizo llevar a Constantinopla, como presente para la emperatriz Zoe (978-1050). Durante el saqueo de esta ciudad (1204) dos soldados de la guardia que la tradición recuerda como Gisilberto y Goselmo lo robaron y llevaron a Catania, donde fue entregado al obispo Mauricio, en el castillo de Aci [6]. Más tarde se depositaron en la catedral local, se construyó en el año 1094. Aún permanecen ahí, contenidos en nueve relicarios que eventualmente se colocan en un gran arcón de plata y son paseados en procesión. El más importante contiene el cráneo de la Santa y fue elaborado en 1376.
Numerosas capillas e iglesias puestas bajo la advocación de la mártir se multiplicaron por todo el mundo ya que su fama de santidad se extendió extraordinariamente. Catania la reconoce como su patrona y se impetra su intercesión pidiendo protección antelas erupciones del Etna. También es patrona de Sicilia y de la república de San Marino. Se la invoca contra las enfermedades que afectan los senos, particularmente el cáncer, los partos difíciles y las madres puedan amamantar a sus pequeños. También se la requiere contra la acción del fuego y la caída de rayos. Oros cristianos le piden ayuda para “dominar el fuego de su propia inclinación a la sensualidad”.
Una de las oraciones mas antiguas y solemnes de la Liturgia católica, es la "Letanía de los Santos", en su versión mas extensa, un verdadero himno triunfal, luego de enunciar a María Magdalena como la primera santa, se menciona a Santa Águeda, para seguir con otras canonizadas en los primeros tiempos de la Cristiandad: Lucia, Inés y Cecilia, Catalina de Alejandría y Anastasia de Sirmio. En la "Liturgia de las Horas" (Breviario), libro de oraciones del clero y los religiosos, también se memora a la Santa, al igual que en las misas del día 5 de febrero.
Conclusión
El ejemplo de fidelidad cristiana el de Ágata resulta sobresaliente.
En cuanto a la visión actual, las circunstancias de su martirio configuran como un claro ejemplo de violencia de género, que se evidencia en: la obsesión libidinosa del gobernador romano, los terribles modos de coacción que arbitró contra la santa, las connotaciones de su desusado tormento que escandalizó a sus contemporáneos por su crueldad, la violencia expresada en la flagelación de Ágata, los intentos de quebrarla moralmente, aún a costa de recluirla en un prostíbulo, pese a que se trataba de una virtuosa noble, nos describen a un hombre decidido a todo sabedor de la impunidad de que contaba y que buscó por todos los medios aprovecharse de la debilidad de una joven mujer, decidida a cumplir su compromiso de vida.
Anexo: para los que quieran conocer como rezarle a la Santa les ofrezco:
Oración a Santa Ágata de Catania
Santa Ágata, virgen y mártir,/ vos que sufriste en carne propia/ el dolor y la humillación,/ y a pesar de todo,/ mantuviste tu fortaleza y compromiso de fe./ A vos recurro con perseverancia y humildad,/ bendíceme y sostenme con tu ejemplo/ para sobrellevar mis males, vencer las tentaciones/ y así alabar a Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración a Santa Ágata
Dios que diste a la Virgen Ágata,/ gracias copiosa para sobrellevar sus males/ y rechazar las tentaciones. / Te pido que escuches las oraciones/ de quien recurre a vos,/ e intercedas por mis necesidades./ Te suplico que: (hacer petición),/ para tener paz y serenidad en mi vida./ Santa Ágata, no me desampares./ Amén.
Notas:
[1] Ver tres
testimonios de curaciones recientes en Argentina que sus beneficiarios atribuyen a la Santa:
[2] El flammeum era un ligero velo que cubría el rostro y también todo el cuerpo de la novia en la ceremonia nupcial. Revestirlo era uno de los más importantes actos y se le denominaba nubere, es decir “tomar el velo” (nublarse), se sujetaba a la cabeza con una corona de mejorana (hierba aromática) y de verbena, que en la época imperial se reemplazó por hojas de naranjo. Era de color naranja/rojizo y representaba al fuego, elemento fundamental del hogar. Por su parte, cuando se consagraban al culto pagano las vestales y otras sacerdotisas de la Antigüedad utilizaban un velo blanco. La Iglesia primitiva usaba el clásico flammeum naranja para acentuar el carácter de matrimonio místico, que implicaban los votos de las vírgenes que se consagraban. Ref. CASQUERO, Manuel. Peculiaridades nupciales romanas y su proyección medieval. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/2128121.pdf
[3] Imperó desde el
año 249 hasta el 251, quien intentó fortalecer el estado aún mediante el culto
a los dioses romanos, lo que de hecho implicó la persecución a los cristianos.
Entre sus víctimas estuvo Fabiano, vigésimo papa, que desempeñó su ministerio entre el
10 de enero de 236 y el 20 de enero de 250, fecha en que fue decapitado se utilizó la espada en razón de ser
ciudadano romano. Por tal motivo la Iglesia lo canonizó como un santo mártir.
[4] Sobre esto existen dos versiones, una indica que se empleó una hoja de
acero, otra que tenazas.
[5] Cuenta la tradición que en numerosas
ocasiones Catania fue preservada de la acción de la lava ardiente gracias a la imposición del velo ante la corriente magmática. En el 1915 se le construyó el relicario donde hoy se conserva
en la catedral de Florencia.
[6] Por entonces era
posesión del citado obispo. Se encuentra cerca de Catania.
En el año 1297 fue destruido, aún se conserva en lo que fuera la capilla parte de un fresco alegórico a la
Santa.
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