Pinceladas belgranistas
Por Mario Golman
Belgrano vivió cincuenta años. Su objetivo de vida es, aun hoy, muy revelador: generar
un espíritu nacional a favor del bien público. Compulsivo escritor de cartas,
gracias a las cuales conocemos aspectos relevantes de su personalidad y de
nuestra historia.
Su familia lo envió a
estudiar a España donde obtuvo el título de abogado. Políglota y con vastos
conocimientos en economía regresó al Río de la Plata como Secretario del
Consulado. Desde allí fomentó la agricultura, la industria y el comercio.
Predicó incansable
contra la ociosidad. Comprometido con la educación, manifestó una atención
preferente por el saber. Propuso la creación de escuelas gratuitas de primeras
letras para que los niños aprendieran a escribir, a leer, a contar y a conocer
de gramática castellana. Anhelaba que los docentes, bien preparados, inspiraran
en sus alumnos honradez en el obrar, moderación y amor al trabajo.
Desde el inicio de
nuestra Libertad Civil (25 de mayo de 1810) resolvió luchar por la
independencia de las Provincias Unidas (hoy República Argentina). Y así, este
hombre sencillo y a la vez extraordinario, se convirtió, sin tener formación
militar, en un líder guerrero.
Inspirado en la
escarapela que había decretado el Primer Triunvirato, ideó una bandera nacional
blanca y celeste y la hizo enarbolar a orillas del río Paraná, en Rosario, por
entonces un pequeño poblado. Su gesto libertario le ocasionó una severa
reprimenda gubernamental.
Siguió su patriótico
periplo hacia el norte. Allí comandó el Éxodo Jujeño, enfrentó a los enemigos
realistas y los venció en las batallas del río de las Piedras, Tucumán y Salta.
Se preocupó por la formación de soldados y de oficiales para que dieran un buen
ejemplo ante los demás.
Luego, este celoso
cuidador de los fondos públicos, llegó al Alto Perú (hoy Estado Plurinacional
de Bolivia). Ya en Potosí, tomó juramento de obediencia a la Soberana Asamblea
del año XIII en castellano, quechua y aimara. Derrotado en Vilcapugio y en
Ayohuma emprendió la retirada a Tucumán.
Jugador de ajedrez y degustador
de frutillas, se preocupó por la salud y el bienestar de sus compatriotas.
Amigo sincero, entre otros, de José de San Martín, Martín Miguel de Güemes y
Bernardino Rivadavia.
Nunca se casó. Fue padre
de Pedro Pablo y de Manuela Mónica.
Se desempeñó como diplomático ante las cortes europeas. De regreso, fue
convocado y escuchado con atención en las sesiones del Congreso de Tucumán,
cuyos diputados declararon nuestra independencia el 9 de julio de 1816.
Y todo tiene un final,
todo termina: Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, un fiel
servidor de la Nación, falleció en Buenos Aires, su ciudad natal, el 20 de
junio de 1820 en la extrema pobreza, rodeado de necesidades y consolado por su
ferviente fe católica.
Un argentino modelo, uno
de los Padres de la Patria, quien, como dejó escrito, supo en su vida reír,
alegrarse, entristecerse e incomodarse. Igual que usted estimado lector, igual
que yo.
Referencias sobre la imagen: retrato al óleo para el que Belgrano posó en persona ante el artista Francoise Cabonnier en ocasión de su misión
diplomática ante las cortes europeas. Hoy se encuentra en el Museo Nacional de
Bellas Artes.
Fuente:
Bariloche 2000 https://www.bariloche2000.com/noticias/leer/pinceladas-belgranistas/107682