domingo, 26 de febrero de 2017

Banderas piratas (1815)

Corsarios y piratas en los  Mares del Sur (1815)
  
Código de señales de Brown; 1814
(Fuente: http://www.inbmardelplata.com.ar/Articulos.htm)

Por Miguel Carrillo Bascary
Sobre el corso y la piratería

Es sabido que el corso fue una práctica de la guerra en el mar o en los ríos que se aplicó hasta bien entrado el siglo XIX, aunque de hecho subsistió hasta el siguiente. Las luchas por la emancipación americana dieron lugar a muchos episodios vinculados con esta forma de combatir.

Para quienes no tengan formación en Derecho Internacional o Historia Naval dedicaremos unas breves líneas a explicar algo sobre el corso; una palabra que deriva del latín “cursus”; que puede traducirse como propio “de la carrera” o “de un raid”, más propiamente dicho.
En la práctica el corsario actúa como un verdadero pirata pero enfoca su accionar contra los intereses de la potencia enemiga del estado que lo autoriza mediante una licencia. Básicamente el corsario opera atacando embarcaciones; poblaciones e instalaciones de una potencia enemiga del estado que lo habilita como tal: es decir encara acciones de guerra y se apodera de cuantos pertrechos; mercaderías u otro tipo de recursos pueda, incluso de los mismos navíos (presas) que luego venderá en determina da circunstancias en beneficio de su peculio; de no poder hacerlo los hundirá para que no puedan ser reutilizados. Habitualmente, el corsario compartirá su botín con el estado que le cedió patente.

Para ampliar al respecto tomaremos como base los conceptos que nos aporta el experto español José Luis de Azcárraga y de Bustamante (1918 – 1985) en su clásica obra “El corso marítimo, concepto, justificación e historia” (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto "Francisco de Vitoria," 1950). Allí nos dice que la piratería es “una expedición armada o empresa de mar con fines lucrativos que no cuenta con autorización del estado”; mientras que el corso es la “empresa naval de un particular contra los enemigos de su estado, realizada con el permiso y bajo autoridad de la potencia beligerante con el exclusivo objeto de causar pérdidas al comercio enemigo y entorpecer al neutral que se relacione con el mismo”.

El pirata actúa en forma indiscriminada contra todo objetivo a su alcance. Como tal es una verdadera amenaza para la seguridad de la navegación, está al margen del Derecho Internacional y por ende todo estado puede considerarlo un delincuente, usualmente reo de una sumaria ejecución. El corsario, como se dijo, acciona contra aquellos blanco del estado beligerante oponente al que le dio autorización; actúa de conformidad a los principios consuetudinarios y normas del Derecho Internacional, por lo que goza de su amparo. Esto supone y exige que todo corsario deba contar con un permiso (patente o licencia) de corso extendido por el estado bajo cuyo pabellón navega. En este documento se establecen las condiciones que deberá respetar, lo que legitima su raid y evita que terceros estados lo traten como un pirata.

Las primeras regulaciones formales sobre el corso que expidió España datan de 1674; tras una interesante evolución se concretaron en la Real Ordenanza de Corso dictada en 1801, que rigió en los estado del Nuevo Mundo que surgieron de sus respectivos movimientos revolucionarios en los primeros tiempos del siglo XIX.

El corso en el extremo Sur de América

A fines de 1815 la situación era sumamente complicada para los movimientos libertarios en América del Sur. Solo las “Provincias Unidas del Río de la Plata”, resistían en su rebeldía contra España y habían logrado un importante triunfo, la toma de la ciudad y puerto de Montevideo, luego de una muy inteligente acción del marino Guillermo Brown en el combate de “El Buceo” (15 de mayo de 1814). En cambio los patriotas chilenos habían sido derrotados en Rancagua (2 de octubre de 1814) y con ello se extinguió su gobierno. Muchos de los revolucionarios emigraron cruzando los Andes y buscaron diversas formas aprestarse para reconquistar su terruño.

En estas circunstancias se organizó en Bs. Aires una ambiciosa empresa de corso. Según las patentes que se expidieron tuvo por objeto: actuar contra las naves españolas del Pacífico Sur; hostilizar los puertos de bandera española; rescatar a los patriotas chilenos prisioneros en la isla de Juan Fernández; realizar tareas de inteligencia sobre los movimientos militares en la zona y difundir los ideales revolucionarios entre las poblaciones costeras.

A tal fin se armó una escuadrilla que contó con patente de corso rioplatense; confiada al mando superior de Guillermo Brown. Este aportó la fragata “Hércules” (22/29 cañones, según fuentes; y 200 hombres) que le había cedido el gobierno patriota como premio por su victoria en Montevideo; a la que se sumaron el bergantín “Halcón” (18/20 cañones, s/f, con 160 hombres), al mando de Hipólito Bouchard y armado por Esteban Echevarría y su similar, el “Santísima Trinidad” (16 piezas, 120 hombres) a cargo de Miguel Brown.

A estos se sumó el queche o goleta “Constitución” (de origen estadounidense, de solo 7 cañones y 235 toneladas; 28 metros de eslora y 8,75 de manga, originalmente propiedad del italiano emigrado de Chile, Andrés Barrios, capitaneado por Oliver Rusell, un escosés que tuvo destacado desempeño en la campaña contra los realistas de Montevideo.

Esta nave fue conocida también como “Uribe”, denominación que debemos explicar. Julián Uribe Rivas (1789 – 1815) fue un sacerdote; ardiente patriota chileno; vocal de la Junta de Gobierno de Chile hasta la caída de Rancagua. Emigró al Río de la Plata y allí promovió una suscripción entre sus compatriotas expatriados; lo que permitió armar el “Constitución” y reunir una tripulación mayoritariamente de ese origen. El gobierno rioplatense le asignó una importante cantidad de pertrechos bélicos que debía transportar a Chile para distribuir entre los patriotas chilenos para reactivar la revolución en esas tierras.

La partida desde el río de la Plata

El “Hércules” y el “Trinidad” zarparon del puerto de Bs. Aires el 15 de septiembre de 1815 y puso proa hacia el Sur. El 29 de octubre partieron el “Halcón” y el “Constitución”. El proyecto era que los elementos de la escuadrilla se reunieran en la isla de la Mocha, frente a Talcahuano (Chile) para planificar allí sus operaciones en la región.

Como corsarios de las Provincias Unidas, las cuatro naves se regían por las ordenanzas de corso de 1801; así como por las instrucciones de sus cartas-patentes. En estas últimas su artículo 3º disponía que navegaran usando el “pabellón de las Provincias Unidas, blanco en su centro y celeste en sus extremos al largo”; los colores que Belgrano había proclamado como “bandera nacional” el 27 de febrero de 1812.

Bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata, 1815 (farpeada, estilo naval)

Tres banderas para una nave

Por su parte el “Constitución” debió emplear la misma enseña, pues reiteramos que contaba con patente expedida por el gobierno de las Provincias Unidas.

Eventualmente pudo utilizar la que identificaba al primer gobierno de Chile, la llamada “Patria Vieja”, azul, blanca y amarilla, en franjas iguales horizontales; es factible que se haber podido llegar a destino este hubiera sido el pabellón a emplear para excitar de esta forma a los patriotas trasandinos afines al bando de los hermanos Carrera, al que respondía Uribe. Sin embargo la “Constitución” zarpó usando otra bandera, de color negro. Esta referencia consta como una simple anécdota curiosa en todas las publicaciones que hemos encontrado hasta el presente.

 Bandera de la Patria Vieja (Chile; 1810 – 1814)

Nos proponemos demostrar que implicaba mucho más, pero para esto es necesario formular algunas puntualizaciones.

El símbolo pirata

Es tradicional que las embarcaciones destinadas a esta actividad hayan usado banderas negras; muchas veces con la adición de símbolos destinados a acentuar el terror en sus presas. Esta costumbre surge de identificar el negro con el luto conmemorativo de la muerte, según la usanza europea.

Como lo habitual era que los piratas asesinaran a las tripulaciones capturadas, la asociación: piratería = muerte se plasmaba en el negro pabellón; aunque algunos piratas usaron también el rojo, en alusión a la sangre.

Si consideramos que también por antigua costumbre se identificaba a la bandera blanca como señal de parlamento o de rendición, el uso del negro indicaba lo opuesto, o sea, que en la lucha empeñada o a empeñarse no se pediría ni se daría cuartel y que solo finalizaría con la muerte de uno de los contendientes.

Hipótesis sobre el pabellón sin luz

Un primer análisis podría sugerir que el “Constitución” usaba bandera negra por que no era un corsario sino un barco destinado a la piratería, nada más ni nada menos.

Sin embargo, sabemos que contaba con patente rioplatense, por lo que llama mucho la atención que zarpara haciendo ondear una bandera negra. Esta era una acción de mucho peligro potencial para la débil embarcación de los patriotas chilenos, ya que si se topaba con algún navío de otra potencia (Francia; Brasil; Inglaterra u otra) de los que no escaseaban en las inmediaciones del Plata, este podía atacarlo y eventualmente apoderarse de él, pasando por las armas a todos sus tripulantes.

A esta altura de nuestro desarrollo cabe preguntarse: entonces, ¿porqué el Constitución partió con pabellón negro?

En nuestro entender la respuesta que esclarece la cuestión indica que no se proponía actuar como pirata atacando a cuanta embarcación encontrara en su curso. Tampoco implicaba un menosprecio a la insignia celeste y blanca del gobierno de Bs. Aires. En realidad era una manifestación explícita que aquellos que formaban la tripulación estaban decididos combatir hasta la muerte por la libertad de Chile.
Dicho de otra manera, la enseña negra era un arma de acción sicológica usada con propósitos bélicos. Un mensaje que expresaba del compromiso supremo asumido por los patriotas que navegaban en el “Constitución".

Estamos convencidos que Russel habrá dispuesto arriar la negra bandera ni bien su barco salió de la vista de quienes lo despedían en las costas de Bs. Aires, ya que de haber enfrentado un bajel armado de cualquier otra bandera se exponía a su captura por ser considerado pirata.

Goleta “Constitución”, al zarpar de Bs. Aires, con su bandera negra (1815)

La suerte de la expedición

Luego de soportar diversas peripecias las tres naves con bandera rioplatense pudieron ingresar al Pacífico; liberaron a los patriotas retenidos en Juan Fernández y desarrollaron una exitosa campaña de corso que complicó seriamente la posición realista en la costa occidental de Sudamérica. Entre sus acciones sobresale la captura de una gran fragata española que logró Bouchard y que con el nombre de “La Argentina” circunnavegó el mundo originando importantes pérdidas para España, entre las que se que incluye la circunstancial toma de Monterrey, en California.

Por su parte, la “Constitución”, más pequeña que las citadas; mucho menos marinera y al parecer sobrecargada de peso por las vituallas de guerra que transportaba fue arrastrado por las tormentas y correntadas con rumbo a la Antártida, por lo que los expertos consideran que pudo haberse hundido en cercanías de las islas Shetland del Sur. Con esto perecieron todos sus ocupantes, entre ellos Russel y Uribe. Su pérdida fue muy sensible para las expectativas de la fracción chilena de los hermanos Carreras.

La "Hércules" y la "Santísima Trinidad" se encuentran en el mar 

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