A 204 años del Éxodo Jujeño (el primero)
El Éxodo Jujeño (autor anónimo, Museo Histórico de Jujuy)
Por Miguel Carrillo Bascary
El 23 de agosto de 1812, cuando las
primeras sombras de la noche ganaban las estrechas calles de la humilde ciudad
de Jujuy, el general Manuel Belgrano,
seguido de su escolta y de su estado mayor fue el último en marchar rumbo a Tucumán,
cerrando la columna del pueblo doliente pero decidido que lo precedía. Su mente
debía rebullir de pensamientos, sentires y dudas, más allá de la conciencia de
que había dado la mejor de las ordenes posibles dadas las circunstancias,
quizás la única que podía preservar medianamente la vida de aquellas mujeres,
hombres, ancianos y niños.
Comenzaba así la
gesta épica popular de mayores dimensiones en la Historia argentina, el Éxodo Jujeño, tal como lo denominó
muchos años más tarde el historiador Joaquín Carrillo en su difundida y aún
citado libro “Jujuy, provincia federal
argentina – Apuntes de su historia civil” (1877; página 173).
Sabemos que
Belgrano tenía apenas un mísero ejército para oponer al avance arrollador de la
vanguardia realista que descendía desde el Alto Perú por la quebrada de
Humahuaca. El general Goyeneche había ahogado en sangre la sublevación patriota
de Cochabamba, pese a la heroica pero inútil resistencia de sus valientes
mujeres en la batalla de La Coronilla. El salvaje saqueo, literal orgía de
sangre había durado tres interminables días. Según todo pronóstico razonable a Jujuy le esperaba un destino similar.
Belgrano adoptó
la decisión de dejar a los realistas “una
tierra arrasada”, privada de todo recurso para así intentar debilitar el
avance y confiar en alguna eventualidad que le abriera la posibilidad de otras
opciones. Nada debía quedar atrás; así lo hizo saber a los jujeños bajo amenaza
de pasar por las armas a todo el que no obedeciera. La inmensa mayoría de la
población cumplió con su cometido y emprendió la travesía hacia el Sur,
soportando hambre, sed; el polvo y todo tipo de privaciones. Dejaron casas;
bienes; recuerdos y esperanzas. Muy pocos no lo hicieron, eran realistas
convencidos de la lealtad a su Rey que habían jurado. Ello desgarró a las familias, donde por lo general los más jóvenes se
alistaron a las ordene del jefe patriota. Contra lo que se dice ligeramente,
Belgrano no ajustició a quienes lo resistieron, seguramente que no quiso asumir
tan dura decisión, sabedor que toda violencia innecesaria debe evitarse en ara
de la concordia futura. De esta magnanimidad dio muchas muestras en su vida.
Fueron
literalmente miles los héroes ignotos,
cuyos nombres no preservó la Historia; gauchos; coyas; citadinos; todos
aportaron su sangre como las gotas forman en mar para colaborar con el deber
que les demandaba la Patria.
El Éxodo no fue
una desbandada aterrorizada; fue una retirada
estratégica, perfectamente organizada pese a la complejidad de su
ejecución. Prueba de ello es el combate del río de las Piedras, donde los efectivos patriotas (muchos casi
niños) derrotaron a los realistas en forma concluyente.
Como militar
Belgrano debía obedecer expresas órdenes del Triunvirato gobernante le mandaban
retroceder con sus pocos efectivos hasta la lejana Córdoba para hacerse fuerte allí
e intentar preservar al gobierno criollo; aunque esto implicara desentenderse
de la suerte de los pueblos que quedaban a sus espaldas.
Sabemos hoy que
Belgrano no obró así. Asumiendo una
decisión que lo exponía a ser fusilado por traidor, consustanciado con el
sentir de los bravos jujeños y por el compromiso que aportaron los tucumanos;
sumando el apoyo de salteños, altoperuanos emigrados y el prometido por las
provincias de Santiago y Catamarca, Belgrano resolvió dar batalla en Tucumán, el 24 de septiembre de 1812. Paradojalmente, la
mayor parte de las bajas fueron jujeños.
Sabemos de ese milagroso triunfo que literalmente salvó la
Revolución nacida el 25 de Mayo en Bs. Aires, cuya llama de libertad se
extendió a lo largo de todas las Provincias Unidad del Plata.
No fue sino
hasta marzo de 1813 que el heroico pueblo de Jujuy pudo volver a su tierra
devastada. Belgrano reconoció la enorme
dimensión del sacrificio jujeño, prueba de ello es la “Bandera Nacional de la
Libertad Civil” que les entregó como preciado testimonio el 25 de mayo de
1813, hoy reconocido como segunda enseña nacional, “símbolo patrio histórico”,
como reza la Ley Nº27.134 que así lo dispuso.
La bandera donada por el general Belgrano al pueblo de Jujuy
tal como se la observa en la "Casa de Gobierno" de esta provincia
tal como se la observa en la "Casa de Gobierno" de esta provincia
Epílogo
El Éxodo de 1812, no fue el único; otros tres
protagonizarían los jujeños; más de doscientos encuentros armados de diversa
dimensión se dieron en la provincia. En la mayoría de las ocasiones combatieron
en soledad o con el auxilio de sus hermanos norteños. Pero esto será materia de
otro comentario, concentrémonos hoy, argentinos, en recordar aquella jornada
del 23 de Agosto, hace doscientos cuatro años …
Monumento al centenario del Éxodo Jujeño, en la ciudad de San Salvador de Jujuy
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