Pueblos hermanos en vigente emoción
La Bandera legada y la comisión presidida por el Dr. Joaquín
Carrillo (sombrero en mano) que la transportó desde Jujuy
Por Miguel Carrillo
Bascary
En 1906, a nueve décadas
de proclamada la independencia nacional
Argentina se perfilaba como uno de los países con mayor desarrollo socioeconómico.
El aniversario pareció fecha propicia para reivindicar la épica
común y cultivar el espíritu patriótico con vistas al Centenario.
Tucumán mostraba una
novedad de la que estaba orgullosa. La casa donde se declaró la independencia se
había demolido en 1904 por amenazar ruina, lo que evidenciaría la falta de sensibilidad de los argentinos
por su pasado; pero, lo real es que existía otro concepto respecto de la forma
en que se debía conservar el patrimonio arquitectónico. Afortunadamente se preservó
íntegro el llamado “Salón de la Independencia”, entre cuyas paredes se proclamó
la histórica decisión. El sagrado solar quedó incluido bajo un templete estilo francés, ampliamente
vidriado, precedido de un patio ceremonial. Los espectaculares bronces de Lola
Mora[1]
le daban marco. Esta situación se mantuvo hasta 1943, cuando se inauguró la reconstrucción de la casa con el
aspecto que presentaba en 1816, la nueva construcción se levantó sobre los
antiguos cimientos[2]
y se emplearon materiales provenientes de edificaciones preservadas por el
tiempo. De esta manera alcanzó el aspecto con que hoy puede verse.
El templete, con el “Salón de la Independencia”,
destacado en rojo y amarillo
En 1906 gobernaba por
segunda vez la provincia de Jujuy el Dr.
Manuel Bertrés[3].
Junto a sus colegas en la profesión de abogados, Benjamín Villafañe Chaves[4]
y Joaquín Carrillo[5],
más el concurso del gobernador tucumano,
el ingeniero Luis Nougués[6],
protagonizarían un evento por demás significativo en la historia del país y del
Nor-Oeste. A la iniciativa se sumaría un entusiasta grupo de universitarios de varias provincias y todo el pueblo tucumano.
A: Manuel Bertrés. B: Joaquín Carrillo. C: Benjamín
Villafañe. D: Luis Nougués
¿En qué consistió
el proyecto?
La idea era celebrar los noventa años de la declaración de la Independencia
argentina transportando hasta la ciudad de San Miguel
de Tucumán la Bandera Nacional de la
Libertad Civil[7].
Como se sabe, esta reliquia cívica fue donada por el general Manuel Belgrano al
pueblo de Jujuy, como testimonio por su sacrificio en las batallas de Tucumán y
Salta, con lo que literalmente se salvó la Revolución en Sudamérica. Su
significado trasciende, abarcando a todos
los que con su silencioso aporte contribuyeron a la causa de la libertad,
aunque la Historia no haya guardado sus nombres. Esa bandera es la única de las
que se conservan que estuvo probadamente en manos del general Manuel Belgrano, por
eso es un testimonio histórico para todos los argentinos.
La bandera legada, tal como se encuentra hoy[8]
El evento tenía como
antecedentes la presencia de la reliquia
en Salta (1894), en ocasión de conmemorarse el triunfo en la batalla del 20
de febrero de 1813, y su visita a la
ciudad de Rosario, cuando se instaló la piedra fundamental del Monumento
Nacional a la Bandera (9 de julio de 1898). Es de imaginar la expectativa que despertó la idea cuando
se formuló a fines de 1905. Muchos se sumarían desde diversos sectores, prestando
su apoyo a tan significativa evocación.
Es evidente que entre Bertrés y Nougués hubo varios puntos en común. Los dos verían que el evento les permitiría
obtener mutuos réditos políticos, no olvidar que ambos militaban en el partido
autonomista (roquismo). Villafañe también lo capitalizaría para su futura proyección,
mientras que el Dr. Carrillo aportó su perspectiva de eminente jurista y
señalado historiador.
Un detenido análisis de
estas personalidades nos revela vínculos
insospechados que los trascienden y que se enlazaron en una experiencia de
enorme riqueza simbólica. Los tres estaban emparentados
con prestigiosas familias tucumanas. Además, tenían en común una sólida formación profesional, un amplio desempeño
en la gestión pública desde diversos perfiles y un espíritu de gestión que, sin
descuidar sus intereses de sector procuraba el desarrollo de sus respectivas provincias,
al par de coincidir en la necesidad de afianzar la argentinidad.
Como anfitriones, Nougués y los tucumanos organizaron un
ambicioso programa de actos y festejos
para dar realce al encuentro entre dos pueblos que se habían compenetrado tan
hondamente en los dramáticos días que antecedieron a la batalla de Tucumán. Era
una ocasión para demostrar, una vez más la hospitalidad
tucumana hacia sus hermanos de Jujuy, como lo hicieron sus mayores en las
aciagas jornadas de 1812.
Prolegómenos
Al parecer, Bertrés estaba profundamente compenetrado del significado del que hoy es símbolo
histórico nacional. Durante su función de gobierno conoció al Dr. Joaquín Carrillo, y posiblemente hayan compartido reflexiones al respecto.
Carrillo era ya una eminencia en los
estudios históricos desde que en 1877 publicó su libro “Jujuy, provincia
federal argentina”, donde por primera vez, calificó como “Éxodo” a la gesta que
protagonizaron los jujeños en 1812. También había acompañado a la Bandera legada en su visita a Salta (1894). Poco menos de una década lo separaba del
nacimiento de Bertrés, por lo que podemos decir que eran parte de la generación, surgida a la vida cívica
cuando la Constitución nacional era ya un hecho y las pasiones de las luchas
entre unitarios y federales se habían atemperado sensiblemente. Además, Carrillo
y Bertrés compartieron esfuerzos en la comisión que en 1884 reformó
profundamente los Códigos de Procedimientos de la provincia.
Los Dres. Carrillo y Villafañe se
conocían desde 1893 cuando fueron convencionales durante el proceso de reforma
a la constitución jujeña, en el curso del primer mandato de Bertrés. Villafañe había
sucedido a Carrillo en la cátedra de “Historia”, del muy prestigioso Colegio
Nacional de Jujuy. Estos antecedentes lo revelaban como una personalidad en ascenso.
En estas circunstancias el gobernador Bertrés entendió que designar al
frente de la delegación a los doctores Joaquín Carrillo y Villafañe era un recurso
que jerarquizaría la visita de la
Bandera reliquia a Tucumán. Junto a los citados acompañaron la histórica pieza hasta Tucumán: Manuel Buitrago,
Julio Carrillo, Carlos González Pérez, Gabriel Carrillo, Ricardo López Iriarte,
Eulogio Solari, Genaro González, Arturo Mendoza y Manuel Carrillo. Muchos estudiantes jujeños se sumaron a la
comitiva, entre ellos: René Buitrago (quien actuó como presidente de los
jóvenes), Miguel Zenarruza, David Carrillo, Domingo Baca, Adolfo Meyer, Julio
Wiaggio, Raúl Bertrés, Ernesto Claros y David Arias[9].
A quienes no son jujeños y a los que no conocen suficientemente la historia
que encierra esta verdadera reliquia
cívica se les hace difícil llegar a comprender el valor que tiene para los
nacidos en esa provincia. Es algo visceral, forma parte misma de la identidad común, implica una reverencia fuera de
toda duda y la emoción tiñe sus voces cuando se refieren a ella. Su origen se enlaza con dramáticos
momentos en que la supervivencia misma de Jujuy estuvo en juego, se vincula
nada menos que con el general Manuel Belgrano,
quien concibió la bandera que luego confió a Jujuy. Constituyó así el prototipo
de bandera del estado que debió declarar independiente la Asamblea del Año
XIII, un propósito que no llegó a su alumbrar[10].
Por estas y por muchas razones más, llevar la pieza fuera de la provincia fue
un acto de enorme y fraternal generosidad.
La locomotora, engalanada
La comitiva partió desde Jujuy en un tren del F.F.C.C. “Central Córdoba”.
Según el uso vigente se ornamentó su locomotora
con palmas y banderas argentinas. Cuando el 7 de julio llegó a destino, el
recibimiento fue apoteótico. Pocos minutos después arribó desde Buenos Aires y Córdoba
otro tren, que tras un viaje de 25 horas transportaba a un conjunto de estudiantes afiliados a la “Unión Universitaria”,
altamente motivados por sumarse a la recordación. La crónica estimó que fueron
despedidos por “casi todos los estudiantes de Buenos Aires”. En ambos
contingentes se registró la presencia de oriundos de Santa Fe, Entre Ríos y
Santiago del Estero. Los esperaban en la
estación tucumana, el gobernador Nougués y miembros de las comisiones de acogida,
lo que revela la importancia que se asignaba al contingente. Les dio la
bienvenida el titular de la Comisión Popular de festejos, Miguel P. Díaz, al
que agradeció el presidente de la agrupación porteña, Esteban Larco. La
delegación cordobesa estaba presidida por Gregorio Martínez.
Algunos de los universitarios
Los actos
conmemorativos
El programa oficial de la
celebración fue organizado por las autoridades municipales, bajo la presidencia
del intendente local, Santiago Maciel y se extendió por varios días. De más
está decir que todos los visitantes fueron
amistosamente hospedados por la sociedad tucumana, con las que seguramente
existían vínculos entrañables, en otros, la generosidad hizo lo suyo. Indudablemente
que la ocasión fue de particular beneplácito
para las niñas locales y los caballeros foráneos.
La Bandera
legada se colocó en una carroza y se la paseó por las calles,
acompañadas por los visitantes y las autoridades jujeñas, en medio de la efervescencia general. Los vítores fueron reiterados y una copiosa lluvia de flores acompañó
el recorrido. Las arterias estaban embanderadas y se ornamentaron con arcos
evocativos construidos con follaje.
Acceso al templete
El templete
que estaba iluminado con lamparillas eléctricas que diseñaban todo su perfil. Al
llegar la histórica enseña se apeñuscaron en derredor del “Salón de la
Independencia” las autoridades locales, la delegación jujeña, invitados
especiales, curiosos y los estudiantes universitarios. Sobre las pocas baldosas que subsistían de las
que habían hollado los congresales en 1816 se depositó el marco vidriado que
contenía la reliquia patria, ante ella se presentaron sucesivas coronas alegóricas.´
El “Salón Histórico” rodeado de asistentes al acto
Desde la terraza interna que permitía un amplio panorama del recinto el Dr. Joaquín Carrillo se dirigió a los
presentes, que se agolpaban en derredor del ilustre salón, obviamente lo
hizo en representación del pueblo de Jujuy (ver foto que abre esta nota). El joven Andrés Ferreira (h) respondió el
panegírico, seguido por las autoridades locales.
Desde el balcón interno del templete
Llagada la noche, en el teatro “Belgrano” de la Biblioteca “Alberdi” se concretó una velada literaria donde destacó el joven porteño Eduardo Duffau, quien más tarde sería un
notable literato y educador; la entidad era una institución señera en la
cultura de Tucumán. El gobernador Nougués estuvo presente, mientras que la
delegación jujeña fue especialmente invitada, colmando las localidades los
representantes del gobierno y de la sociedad anfitriona. El programa también
tuvo rasgos populares, en esa
primera noche la “Casa de España” organizó una kermesse de beneficencia cuyo producido se dedicó a los más
necesitados.
Durante la velada
Luego de tantas emociones todos se recogieron al descanso con vistas al programa
previsto para el día 8 de julio que
amaneció encapotado. Todo comenzó con un concurso de tiro en el “Stand
Manantial”. Eran ya las nueve cuando en la plaza Belgrano, donde se libró la
batalla de Tucumán[11],
se renovó la tradición de agradecer a Nuestra Señora de la Merced la victoria
alcanzada por las armas de la patria. Mons. Sixto Colombres celebró una misa de campaña, mientras que el
reconocido canónigo Joaquín Tula (párroco de la Merced), puso en valor el acontecimiento
ante los efectivos militares. Terminada la Eucaristía desfilaron rumbo a sus
cuarteles.
Celebrando la misa de campaña
Siguiendo con la perspectiva popular,
a las 10 hs. partió en carrera una troupe de ciclistas con destino a Yerba Buena, unos 11 km.
Más tarde regresaron por calle Las Heras hasta el Cabildo, donde se distribuyeron los premios. Mientras que en el “Sport Club” se daban cita los entusiastas deseosos
de intervenir en otras de las actividades previstas como, por ejemplo: la
carrera de sortijas, un concurso de caballos engalanados y pruebas acrobáticas,
también se repartieron alimentos entre los necesitados. Como vemos, hubo para
todos los gustos y se pudo participar con total
regocijo.
Jugadores de sortija
Alumnos de diversos colegios visitaron el Cabildo. Algunos brindaron
lucidos cuadros alegóricos, como los
niños de la escuela del convento Santo Domingo y la “Casa Escuela de Pobres”,
que vistieron uniforme, lo que era habitual por aquellos años, donde se brindaba instrucción militar a los colegiales.
Los funcionarios, tanto locales como foráneos, asistieron
a los actos formales vistiendo riguroso
frac y galera, al igual que los invitados especiales, aunque algunos
optaron por el bombín. Lo mismo ocurrió con los estudiantes que podían
costearse estas vestimentas, los menos lo hicieron con traje de calle que
incluía chaleco, y el reglamentario sombrero. Como vemos, las pautas culturales de la época eran muy estrictas si las
comparamos con las hoy vigentes.
Algunas de las utoridades
Llagaba ya la noche y la multitud se dirigió hacia la plaza “Independencia”, que estaba adornada con guirnaldas luminosas
en toda su extensión, al igual que los edificios fronteros. Ahí tuvo lugar un espectáculo
de fuegos de artificio y una retreta miliar acompañada de antorchas. El sumum radicó en la función de cinematógrafo realizada entre los
prolijos canteros[12]. La clase dirigente y sus
invitados celebró el acontecimiento con un gran baile de gala en el “Club Social[13]”.
Durante la gala
Salón de baile, "Club Social"
Finalmente llegó el día de la magna
celebración. Los estudiantes de todas las escuelas de la ciudad abrieron su
paso frente al templete histórico, para continuar desfilando frente a los
balcones del antiguo Cabildo, que existía en el solar que hoy ocupa el palacio gubernamental; se lo
demolería en 1908. Cuenta la crónica que la escuela “Alberdi” se hizo acreedora
al primer premio, por el carro alegórico representativo de las 14 provincias.
El segundo correspondió al colegio del Convento Dominico, cuyos alumnos que
también desfilaron de uniforme.
Alumnos de la escuela del convento de “San
Francisco”
Era ya la una de la tarde cuando frente a la Catedral formaron las tropas y
el cuerpo de bomberos. Autoridades y público ingresaron al templo para cumplir
con el tradicional Te Deum que condujo Monseñor Romero. Luego acompañaron la carroza
que transportaba la placa votiva,
que habían suscripto los estudiantes y que se llevó hasta el templete. En el
acto de entrega disertó por los jóvenes porteños Julio Iribarne[14], quien
con los años sería un gran sostenedor de la reforma universitaria. Gregorio Martínez,
lo hizo por los cordobeses, Vicente Zuloaga, por los de Santiago, Julio
Cordeiro por la “Sociedad “Sarmiento” y un joven local, que la crónica menciona
como J. Silva, en nombre de quienes concurrían al “Colegio Nacional” de Tucumán.
Más tarde hubo una recepción en el
Cabildo.
Además se dieron otras actividades, como por ejemplo, la colocación de una
placa que testimoniaba el cambio de nombre de la calle San Isidro, a la que se
impuso el de “General Bartolomé Mitre” y el aporte que realizó una activa
mujer, que desmiente el papel secundario que les asigna la historiografía
berreta. Se trató de la profesora y filántropa Juana Elena Blanco[15],
quien a fines del año anterior había fundado la "Sociedad Protectora de la
Infancia Desvalida" con el objeto de promover la educación de este grupo
etario. Ella había llegado a Tucumán desde Rosario para inaugurar la escuela que
solventaría la institución.
La célebre educadora
Que el deporte siempre sirvió
para nutrir amistades es una verdad sin discusión, aunque a veces desarrolle
rivalidades viscerales. No pareció ser esto último lo que ocurrió en el Tucumán
de 1906. Los festejos incluyeron la disputa de la “Copa de Honor” durante un “match foot-ball” que enfrentó al “Club Atlético” (Tucumán)[16]
y, aquí aparece una contradicción, ya que en un tramo de la crónica se menciona
a un combinado santiagueño y en otro a uno de Córdoba. Tampoco es claro quien
se adjudicó el trofeo, podrían haber sido los visitantes, pero que para no agraviar
a los locales, se omitió en el informe; una segunda lectura parece sugerir que el
triunfo fue tucumano, pero que no se aclaró como atención a los foráneos. De
las fotos resulta que los equipos usaban boinas y medias hasta las rodillas.
El team del Atlético y sus trainers, con traje y sombrero
La programación oficial culminó con una nueva velada, esta vez en el teatro de la “Sociedad Sarmiento[17]”,
donde hubo declamaciones y lecturas a cargo de jóvenes tucumanos y foráneos:
Abraham de la Vega, Juan Heller, Adolfo J. Bernard, Luis B. Picarel, Carlos A.
Leuman y Eduardo Héctor Duffau.
El día siguiente mostró el regreso a
sus provincias de algunos estudiantes. Los futuros ingenieros se sumaron a
la comitiva de Jujuy, que volvían a sus lares, habían sido invitados a conocer
diversos emprendimientos industriales en esa. Otros visitantes aceptaron convites de varias familias tucumanas. Hubo
quienes marcharon hacia Marcos Paz
para recorrer la “Quinta Argentina” y el monte de “Los Naranjos”, mientras que algunos
se llegaron hasta Yerba Buena,
invitados a un lunch por el señor Fermín Cariola. Para este periplo se apeló a
los mateos, como se apodaba a los coches de plaza, y otros vehículos a tracción
a sangre que aportaron varias familias.
En Yerba Buena
También visitaron los ingenios “La
Florida”, de la familia Padilla; “La Esperanza”, que en 1845 fundó Wenceslao
Posse, y el “San Pablo”, en cuyos jardines se sirvió un almuerzo, donde el
ministro de Hacienda, Dr. Manuel Cossio, ofició como anfitrión en nombre del
gobernador Nougués.
Improvisado pic-nic de los universitarios
Como recuerdo de la ocasión los esrtudiantes hicieron acuñar medallas que distribuyeron entre sus amistades [18]
Conclusión
- La confluencia entre el proyecto motorizado desde el Gobierno de Jujuy y el
de los jóvenes universitarios permitió que se penitenciaron entre sí. La
simpatía que despertaron estos últimos contribuyó mucho a generar un clima de
entusiasmo.
- Otro aspecto a señalar fue la recreación del espíritu fraterno que animó a
los locales cuando acogieron a sus hermanos jujeños, a consecuencia del Éxodo
de 1812.
- El evento de 1906 fue una oportunidad en que la provincia de Tucumán pudo
mostrar su desarrollo cultural e industrial, sembrando relaciones con jóvenes
de todo el país que con los años fructificarían en proyectos de común interés.
En este marco es lógico que el joven gobernador Nougués luciera con luz propia.
- El pueblo de Tucumán dio una generosa bienvenida a los visitantes y le
permitió lucir su pujante realidad socioeconómica y su variado movimiento
cultural, abarcando tanto manifestaciones propias de la elite como otras más
vinculadas con las clases populares.
- La comisión jujeña también lució en el evento, ya que Bertrés pudo
posicionarse positivamente ante la opinión pública, al igual que Villafañe, a
quien la ocasión sirvió como un peldaño más para su trayectoria política que
culminará años más tarde cuando accedió al gobierno de su provincia. Las
amistades forjadas con sus pares le permitirían motorizar un acuerdo que sirvió
como antecedente del agrupamiento regional que hoy se conoce como el NOA.
- Sin dudas que la emotiva presencia de la Bandera Nacional de la Libertad
Civil expuesta en el “Salón de la Independencia” fue la imagen cúlmine que
vinculó el glorioso pasado con lo que era un presente de progreso muy positivo.
Ambas reliquias, el antiguo paño y el histórico espacio, testimoniaban un
pasado de grandes luchas y de un ansia de libertad que los argentinos de 1906 habían
podido capitalizar bajo el orden institucional consagrado por la Constitución
nacional.
- En suma, el festejo de la Independencia nacional de 1906 en Tucumán no
quedó en un simple acontecimiento social nacido de un pretexto conmemorativo,
sino que se proyectó como un sensible hito de integración nacional.
[1] Son los enormes frisos que representan al 25 de mayo de 1810 y al 9 de
julio de 1816. Hoy pueden verse en el último patio del Museo Casa Histórica de
la Independencia. Lola Mora (1866-1936) es el paradigma de los escultores
argentinos.
[2] En 1941 se había aprobado por ley Nº12.640 la reconstrucción de la Casa
Histórica; en 1943 el Decreto Nº147.819 dispuso lo propio respecto del
interior.
[3] Manuel Bertrés (San Salvador, 1861 – Bs. Aires, 1936). Comenzó su
carrera pública en 1889 como diputado local y presidió la Legislatura en 1893 y
1894. En mayo de 1895 asumió como gobernador por tres años, posteriormente fue
ministro de su sucesor, Sergio Alvarado. Entre 1900 y 1904 representó a Jujuy
en la Cámara de Diputados de la Nación y se convirtió en un sólido referente
político. Fue precisamente en 1904 que accedió por segunda vez a la gobernación
provincial, la que desempeñaría durante un trienio. Entre su accionar se
registra la contratación de la empresa Stramandinoli para construir la Casa de
Gobierno de Jujuy, una obra que solventó el Gobierno nacional. Esto indica los
estrechos vínculos que pudo formar durante su estancia en la Capital Federal,
cuando presidía el país Carlos Pellegrini; en los planos se incluyó el gran
“Salón Blanco” que a partir del año 1927 habría de contener la Bandera Nacional
de la Libertad Civil. Corría el año 1910 cuando Bertrés llegó a la Intendencia
de San Salvador de Jujuy; entre 1924 y 1928 otra vez ocupó una banca como
diputado por su provincia. Esta trayectoria evidencia una continuidad en el
desempeño de altas funciones políticas, aquilatadas por amplias relaciones
familiares y comerciales.
[4] Benjamín Villafañe Cháves (Orán, Salta, 1877 - Buenos Aires, 1952).
Estudió Derecho en Bs. Aires. En Jujuy fue docente de Historia entre 1905 y
1909. Desde 1902 a 1906 se desempeñó como juez de instrucción en esa ciudad. En
1909 fue electo diputado provincial por el departamento de Humahuaca y siete
años más tarde por el de San Antonio. Desde 1918 presidió el Consejo General de
Educación de la provincia. Entre 1920 y 1924 fue diputado nacional por la Unión
Cívica Radical, fracción anti personalista. En 1924 accedió a la gobernación
jujeña, que ejerció hasta 1927, en su transcurso desarrolló una gestión
progresista. Por ejemplo, promovió la instalación de hilandería de alpaca en
Abra Pampa y en 1924 dispuso que Jujuy fuera la primera provincia que abonó
aguinaldo para los agentes de la administración pública, antecediendo por mucho
a ley nacional que dispuso lo propio en 1945. También, creó la Conferencia de
Gobernadores del Norte Argentino, que sin bien no tuvo mayores concreciones fue
el antecedente directo del Tratado de la región NOA. Durante su mandato el
Ejecutivo nacional terminó el ferrocarril entre La Quiaca y Tupiza, completando
la conexión entre la Argentina y La Paz. Al finalizar su período inauguró el
“Salón Blanco” de la Casa de Gobierno, digno lugar de acogida a la Bandera
Nacional de la Libertad Civil. También fue senador nacional entre 1932 y 1941. Según
sus biógrafos tuvo un desempeño probo, en cuyo transcurso denunció los
negociados por: las tierras de El Palomar, el puerto de Rosario, la Corporación
de Transportes de Bs. Aires (CTCBA) y las Minas Pirquitas. Presidió el Banco Hipotecario
Nacional (1930-1931) y formó parte del directorio de YPF. Paralelamente se
distinguió como ensayista en temas regionales y de Historia. Era reconocido
como un gran orador y fue un ferviente promotor de roles activos para la mujer
en la realidad cotidiana.
[5] Carrillo Bascary, Miguel. Homenaje
a quienes cultivan la memoria histórica, en la persona del Dr. Joaquín Carrillo
https://banderasargentinas.blogspot.com/2021/07/dia-del-historiador.html
[6] Luis Francisco Desiderio de Jesús Nougués (Tucumán, 1871- Tucumán,
1915). Se graduó como ingeniero en la Univ. Nacional de Bs. Aires en 1895. Su
vida fue muy intensa pero efímera. Dirigió el Ingenio “San Pablo” fundado su
abuelo, cuya casa patronal diseñó durante sus estudios. Su capacidad era acorde
a su popularidad, lo que lo llevó a fundar el partido Unión Popular (1903).
También fue diputado y senador provincial. En 1906, con 35 años fue electo como
gobernador tucumano y desarrolló intensa actividad. En 1899 fundó la villa
veraniega que hoy lleva su nombre.
[8] Se halla en el centro de interpretación donde se depositó en el año
2021, en la Casa de Gobierno de Jujuy.
[9] Varios de ellos tendrían destacado protagonismo en la vida de Jujuy.
[10] Por aquellos años los estados usaban un color con el que se
identificaban sumando su escudo nacional en el centro. En el caso de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, era natural que el paño fuera blanco,
remitiendo al metal (plata) que emplea la Heráldica en los blasones.
[11] Se trata del mismísimo “Campo de la Ciudadela”, ya que allí, en 1814,
se levantó tal fortificación por orden del general José de San Martín. En 1812
se lo llamaba “de las Carreras”.
[12] No existieron cines en Tucumán sino hasta 1912, cuando se estableció el
“Moderno”, que persistió hasta 1970. Anteriormente las contadas funciones se
brindaban en las principales confiterías, como “El Buen Gusto”, la “París” o la
“Londres”.
[13] Se constituyó en 1875 y fue centro de la vida social de Tucumán. En
1939 se fusionó con su similar, “El Círculo”, para dar lugar al “Jockey Club”.
[14] Se graduó en 1909 y fue dos veces elegido decano de la Facultad de
Medicina en Buenos Aires. Fue además uno de los fundadores del Museo Social
Argentino, y presidente de la Sociedad Argentina de Ginecología.
[15] La Prof. Blanco nació en Rosario, provincia de Santa Fe, en 1863;
falleció en esa misma ciudad en el año 1925.
[16] El “Club Atlético Tucumán” hoy disputa la Liga Profesional de Futbol,
habiendo realizado grandes campañas a nivel nacional e internacional. Se había establecido
en el año 1902 y fue el primero de la provincia, por lo que se lo conoce como
“el Decano”.