Un testimonio vexilológico excepcional en la historia de Chile
Por Miguel Carrillo Bascary
Quien en vida fue conocida con el apellido de su primer marido nos dejó un singular testimonio pictórico de una variante de la así llamada “bandera de transición” que identificó a la república de Chile hacia 1817. La vemos en el grabado que abre esta nota. Pero antes de referirnos a la pieza y a sus circunstancias conozcamos a la opcional dama que fue la autora.
María
Graham
Nació en Papcastle, Cumberland, Inglaterra, en 1785. Más allá de contar con una familia acomodada
se debió a su decisión que haya adquirido una sólida e enciclopédica formación que
fue la base de su producción intelectual y el verdadero motor de du inquieta
vida, caracterizada por sus numerosas estadías en lejanos países, comenzando
por la India, nada menos.
Acompañando a su esposo el capitán de la Royal Navy,
Thomas Graham, viajó a Brasil y poco más tarde se trasladó hacia Chile, pero éste
falleció en el viaje, por lo que a su llegada en abril de 1822 se encontró sola
en tierras extrañas.
En estas circunstancias apreció personalmente el
desarrollo del proceso independentista y las incidencias de la campaña
libertadora del Perú, que aún estaba en poder realista. Conoció y trató a San Martín,
a O’Higgins, así como a los otros jefes militares que actuaron en el período. También
a Cochrane, con quien como connacional que era, mantuvo amistad. Si consideramos
esta relación no extraña la rudeza con que califica al Libertador San Martín, en
su “Diario de residencia en Chile en 1822
y de viaje de Chile al Brasil en 1823”, que se editó en Londres, en 1824. Permaneció
en el país trasandino hasta enero de 1823, desde donde volvió a Brasil. Ya en la
corte portuguesa fue contratada como institutriz de la princesa María II, en
mérito a su vasta cultura y a su don de mundo.
Además de la obra referenciada se le debe una extensa
y variada producción literaria en la que se computan: “Diario de mi residencia en la India” (1812), “Tres meses en las montañas de Roma” (1820), “Ensayo sobre Pussin” (1820) y “Diario
de viaje al Brasil y de residencia en ese país durante los años 1821, 1822,
1823” (1824) y hasta escribió literatura infantil como el clásico “Little Arthur’s History of England”
(1835) que firmó como “Mary Callcot”, tomando el apellido de su segundo marido,
el pintor August Wall Callcott, con quien realizó extensos viajes por otras
regiones de Europa. Durante sus últimos años su casa fue centro de reunión de intelectuales
y artistas. Murió en Kensington, Londres, en 1842.
Además de sus experiencias ilustró sus relatos con
singular fidelidad y consignó en sus libros interesantísimas observaciones sobre
la Naturaleza que encontró, destacando las vinculadas con la Geología, también
sobre las costumbres y los personajes con los que trató.
La
bandera de transición
El movimiento revolucionario en Chile, que eclosionó en
1810 determinó el 4 de julio de 1812 el gobierno de José Miguel Carrera presentara
la bandera que luego se conocerá como “de la Patria Vieja”. Era azul, blanca y
amarilla representando la soberanía, la ley y la fuerza. En junio de 1813 se
oficializó [2].
Este vexilo se eclipsó
posteriormente a consecuencia de la derrota patriota en la plaza de Rancagua (1
y 2 de octubre de 1814), a manos de Osorio. Cuatro ejemplares se remitieron
como trofeos de guerra a la sede del virreinato del Perú, donde permanecieron
como ofrenda votiva en la Catedral de Lima. Cuando San Martin asumió como protector
del Perú dispuso su devolución a Chile.
Es necesario retroceder
hasta la campaña del Ejército Libertador en Chile, que al mando de San Martín obtuvo
un inicial triunfo en la batalla de Chacabuco, lo que alentó la formación
del gobierno que la historia chilena denomina la “Patria
Nueva”. Esto se visibilizó a poco con la llamada “bandera de transición” cuyo
diseño se atribuye al general argentino Juan Gregorio de Las Heras. Se vio por
primera vez el 26 de mayo de 1817 y su uso se extendió rápidamente en las campañas que afianzaron la
recuperación del territorio de Chile de manos españolas.
Ésta mantuvo el azul y el
blanco, pero reemplazó el amarillo por el rojo, al que se atribuye representar
la sangre derramada en la lucha. Se afirma que la elección pudo basarse en los
colores que Alonso de Ercilla atribuye a las tropas del jefe Lautaro en su
relato “La Araucana”, escrito en 1569. La falta de una norma que estableciera el
vexilo en forma oficial determinó diversas variantes, tanto en la disposición de
los colores como en los diferentes atributos que a veces cargó. Entre ellos
estuvo una estrella (reputada como el Lucero del alba) de gran tradición para la etnia originaria mapuche.
El
dibujo de María Graham
Con el epígrafe “Street
of Santo Domingo Santiago de Chile” grabado por Edward Finden, fue publicado
por Longman y Cia. y J. Murray, con data
en Londres, el 5 de abril de 1824. La perspectiva está tomada desde la calle de
la Nevería (flecha roja), hacia la de Santo Domingo, donde se emplazan el tempo
y el convento de la Orden de los Predicadores (ver croquis). Sobre el fondo del
grabado se observa la torre izquierda de la iglesia.
La bandera muestra una guñelve (wüṉyelfe, en mapudungún)
en el cantón y otra más, en el centro
del paño, inscripta en un doble círculo. Lo que nos lleva a explicar que este
símbolo es el Lucero (Venus) símbolo ancestral de la cosmogonía mapuche, “la
estrella de Arauco”, como la designó O’Higgins, que se asocia a la flor del canelo, árbol sagrado de la
etnia. Desde la perspectiva de los patriotas la guñelve se hará presente en la bandera
que flameó en la proclama de la independencia chilena, el 12 de febrero de 1818.
En ella el asterisco de ocho brazos que define la guñelve figura aplicado en
el centro de la estrella. Su imagen original, reconstruida en forma digital a partir de una
investigación del Museo Histórico chileno, permite apreciar mejor el emblema.
Como se observa ampliando el grabado, ambas guñelves son idénticas y en las dos se distinguen claramente los ocho brazos:
Obviamente la guñelve
central se ve jerarquizada por los círculos que la rodean, con lo que se amplía
su referencia a la cosmogonía mapuche.
Recordemos acá que María Graham debió ver esta bandera en el curso del año 1822,
durante su estancia en Chile, o sea que ella fue testigo de una pieza que tuvo
las características con que la representó. Tengamos presente además que en toda
su producción pictórica María se caracterizó por un extremo naturalismo en sus dibujos, por lo que cabe descartar que
los trazos con que define las guñelves hayan sido garrapateados a manera de
licencia artística.
En consecuencia, el valor vexilológico del dibujo, posteriormente llevado al grabado
que conocemos, adquiere particular significación ya que prueba materialmente el
uso de una bandera chilena de transición
que incorpora dos guñelves.
Restaría analizar la correspondencia entre las fechas señaladas. Si sabemos que la
bandera de transición surgió en 1817 y que la nueva enseña de Chile, con la que
se declaró la independencia del país, data de 1818 ¿cómo se explica que en 1822
María Graham haya visto la enseña que dibujó?
Reflexionemos con lógica, nada justifica que Graham
haya inventado un diseño. Como artista le hubiera sido más fácil dibujar la
enseña oficializada, que ya estaba ampliamente difundida en el Chile de 1822,
la que hoy conocemos. Siguiendo este razonamiento, si María dibujó lo que
vemos, considerando también el contexto de toda su producción, se perfila la veracidad de su representación.
Sumemos a ello que en aquellos primeros tiempos de la
nacionalidad no existía el prurito actual de representar las banderas conforme
a los modelos oficiales. El análisis de
los tempranos vexilos chilenos aportan sutiles y no tan sutiles variantes
entre sí, lo mismo ocurre con las primeras banderas de los países de la región.
Por lo tanto, cabe entender que María
Graham sin dudas vio un ejemplar de transición cargado con las guñelves que
por alguna razón desconocida por nosotros todavía se empleaba en la ciudad de
Santiago.
En esto reside el interés de la imagen.
Referencias:
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