Cuando la diversidad de orígenes plantea opciones
Plaza de los Inmigrantes, Monteros, provincia de Tucumán
Por Miguel Carrillo Bascary
Introducción
Hay sociedades que a lo largo de su historia se
caracterizan por haber recibido en su seno diversas corrientes de inmigrantes.
Ellos llegaron para forjar su futuro y el de sus familias en una nueva tierra. Con
el devenir de las generaciones las culturas se fusionaron y se enriquecieron
mutuamente. Surge aquí el deseo de
revalorizar esas procedencias, en una suerte de sentimiento nostálgico que
hace a un valorable sentido de identidad
recobrada.
Se hace usual entonces que en algunas fechas determinadas se celebre una fiesta o encuentro de donde los descendientes de esas colectividades celebran sus raíces y expresan su reconocimiento por la hospitalidad recibida, al par que el conjunto social vivencia el valor de las diversidades consecuentes que dan forma a la realidad común.
Argentina es uno de esos países donde cientos de miles de inmigrantes encontraron
su hogar y se afincaron en las diversas latitudes de su geografía. En muchos
casos pudieron mantener sus costumbres y tradiciones que de alguna manera
llegan hasta el presente.
Una consulta
y su proyección
Hace algunos días se me consultó desde un municipio sobre
una cuestión que considero de interés para casos similares. Comparto acá lo estudiado y lo resuelto
ya que entiendo que la situación puede plantearse en otros muchos lugares del
país en donde migrantes de diversos orígenes originaron conjuntos sociales sui
generis que derivan de la interpenetración cultural.
La ciudad aludida goza del privilegio de contar con una
plazoleta donde en un mástil flamea la Bandera Nacional, que está rodeado de
algunas decenas de otros mástiles más pequeños donde se izan las banderas de
los países de origen de muchos habitantes de la zona. La pregunta era ¿qué banderas correspondía colocar en
ellos?
Obviamente, el número de mástiles era limitado, se
imponía entonces adoptar un criterio que
justificara la elección evitando caer en sin sentidos que pudieran generar
resentimientos entre los descendientes de aquellos pueblos y que tampoco se
pudiera pensar discriminaciones o, peor aún, en sentimientos xenófobos.
Ciertamente que la
preocupación era justificada y merecía un estudio adecuado a la seriedad
del planteo.
A priori, aunque sea de manera empírica es factible individualizar a muchas
naciones que aportaron sus hijos e hijas a la formación de la Argentina. No
hace falta mucha imaginación para ello, por supuesto. Sin dudas que vendrán a
la mente del lector los nombres de una pluralidad de países, pero la aparente
segura respuesta no es tan sencilla. En lo personal podemos olvidar alguno,
pero si es un gobierno o una institución de importancia la que incurre en la
omisión puede constituir un escándalo de
proporciones.
No es
igual el perfil de las comunidades
descendientes de inmigrantes afincados en el Sur de la provincia de Tucumán, en
comparación con el de Misiones, el de los lagos cordilleranos o de la
desembocadura del rio Negro. Tampoco es igual el de Rosario, que el de quienes
se radicaron en la zona de Rafaela, aunque ambas ciudades se encuentren en la
provincia de Santa Fe. En cada sector se evfidencian diversos componentes venidos
de múltiples países y hasta de distintas regiones del mundo.
No hay dudas que la disponibilidad de un limitado número de mástiles impide mostrar la
diversidad de tan numerosos aportes con sus banderas izadas, lo que obliga a
replantear la cuestión.
Veamos un ejemplo, es indudable la presencia galesa en
Chubut, pero representar la inmigración en el Chaco incluyendo la bandera del
dragón rojo carece de todo sentido. Vale lo mismo para los suecos que llegaron
a Misiones, pero no cabría mostrar su enseña en los llanos de La Rioja. ¿Se
entiende?
A mi criterio, la respuesta estaba implícita en el
siguiente interrogante ¿De qué naciones
provino el mayor caudal inmigratorio en la zona?
Analizados estos orígenes y estimado su número, así como el enraizamiento de sus descendientes, en el lugar, se identificarían las que correspondía explicitar con sus banderas.
Este fue el consejo y así se hizo.
Ciertas
peculiaridades
Si se quiere testimoniar la presencia en una zona
determinada, habrá que indagar por el origen nacional y aún regional de
quienes se afincaron en ella.
En este cometido surgen algunos problemas que
corresponde señalar:
En
algunos casos los estados de origen han
desaparecido, absorbidos por otros o se han dividido entre varios. Sería el
de los oriundos del Piamonte, una región que hoy es parte de Italia.
En
gran medida se deberá tener presente las enormes
diferencias regionales que existían en los paises de origen, de las que sus
descendientes se sienten legítimamente orgullosos. Ejemplo conocido es el de
los catalanes, que cuestionan su vínculo con el Reino de España.
Hay circunstancias donde usar la bandera de origen replantearía graves conflictos. Sería el caso de los descendientes de emigrados republicanos de España.
Sin dudas que la Embajada española haría
presente su oposición ante la Cancillería argentina.
En
otras circunstancias, quienes provenían de un determinado lugar conformaron un nuevo estado en fecha relativamente
reciente que no existía al tiempo de su partida.
Como vemos, las
variables son muchas y todas merecen considerarse.
Consecuentemente, un criterio podría indicar que se izaran las banderas que históricamente pertenecieron a los llegados, aunque algunos de estos estados hoy hayan desaparecido y aquí surge un problema, no es común que se tengan referencias ciertas sobre la recta forma en que deberían representarse las banderas usadas en el momento histórico que correspondía al del mayor caudal inmigratorio.
Además, conseguir ejemplares de esos vexilos del pasado es
ciertamente complejo, por no decir poco menos que imposible. Otro parecer
sostendría que corresponde mostrar las
actuales insignias. Por lo expuesto es más práctico y menos comprometido inclinarse
por este último criterio.
Con rigor de ceremonialistas, las regiones de origen no deberían mostrar sus banderas en paridad con las de estados nacionales, aunque un criterio más generoso aconsejaría no ser tan formal, ya que bien se podría admitir la mixtura.
Una observación: los organizadores de este tipo de
encuentros o foros deberán extremar los cuidados para que la representación de las banderas se adecue con exactitud a sus diseños
oficiales, ya que lamentablemente no es poco usual que se deslicen groseros
errores. Si así ocurriera, no solo queda cuestionada la seriedad de la
convocatoria sino que pueden provocar legítimos resentimientos en las
colectividades afectadas.
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