La bandera del Príncipe y sus visitas a la Argentina
Por Miguel Carrillo Bascary
El fallecimiento de Felipe duque de Edimburgo; conde de Merioneth; barón de Greenwich; caballero de la Orden de la Jarretera; caballero de la Orden del Cardo y de la Orden del Mérito; caballero Gran Cruz de la Orden del Imperio Británico y compañero de la Orden de Australia; miembro de la Orden de Servicio de la Reina y real consejero privado; ocurrido en el castillo de Windsor, el 9 de abril del corriente año, evidencia el inexorable paso del tiempo y dio lugar a diversas manifestaciones de duelo, entre las que se encuentra el colocar a media asta las banderas del Reino Unido y la del propio príncipe. El duelo real se mantendrá por ocho días. En distintos estados vinculados con la monarquía británica las manifestaciones de pesar se replicaron con parecidas modalidades.
La noticia llegó al público mediante un sobrio aviso enmarcado que el personal del Palacio de Buckingham colocó en su reja por algún tiempo, tal como es usual en Gran Bretaña para notificar al público sobre eventos significativos vinculados a la familia real. En el contexto de la pandemia se retiró poco más tarde para evitar que a su alrededor se concentraran las personas deseosas de manifestar su pesar, cuando lo tradicional es que la comunicación hubiera permanecido exhibida durante 24 horas.
Frente al lugar se comenzaron a acumular ofrendas florales y alguien extendió la Union Flag sobre la vereda, un gesto que en el Reino Unido no se considera una afrenta, como ocurre en los países de cultura latina o de confesión musulmana.
El viernes por la noche, las campanas de la abadía de Westminster, tañeron 99 veces (una vez por cada uno de los años de su vida), una por minuto, en homenaje al príncipe.
Otra manifestación sonora de pesar fueron los 41 disparos de cañón (salvas), tradicional homenaje en el Ceremonial militar. Cabe señalar que el número impar de disparos
se justifica según el saber popular, en la posibilidad de haberse omitido alguno
en el conteo.
El standard del Príncipe
Como consorte de la reina Isabel, Felipe debió adaptar su apellido y renunciar a ciertos títulos de nobleza que le pertenecían por nacimiento, en cambio recibió otros que se justifican por su particular relación matrimonial. Seguidamente se muestra el blasón que así lo expresa, tanto en su versión completa como simplificada.
En consecuencia, el estandarte personal que caracterizaba al fallecido y que expresaba su origen se nos presenta cuartelado.
El primer segmento, es de oro (amarillo) sembrado con nueve lirios de agua en gules (rojo) (que muchos confunden con corazones); carga tres leones, pasantes, coronados, en azur (los que a veces se representan en azur disminuido, celeste); que según las referencias consultadas correspondería a la dinastía de Oldemburg, rama de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, su familia paterna, y a la de Battenberg (rama de la estirpe de Hesse-Darmstadt); ambas originarias de Alemania.
El tercer cuartel esta franjado en palo, con tres elementos de plata y dos de sable (negro); corresponde a la estipe de los Mountbatten, denominación superadora del origen germano que por nacimiento le correspondía (Battenberg); esta designación puede ser traducida del alemán como "montaña de Batten” o “Mountebatten”, de donde deriva el apelativo.
El último cuartel refleja su título ducal, correspondiente a Edimburgo (Escocia): campo de plata; que carga un castillo en sable, mazonado, sostenido en rocas; armado de dos torres flanqueantes; muro y ciudadeja; cupuladas de gules, embanderadas con gallardetes farpados en lo mismo; que lleva aberturas aclaradas en gules; con puerta apoyada en una escala. El símbolo se basa en el blasón de la ciudad de Edimburgo; fue creada en 1762.
La proporción de tal
estandarte generalmente se presenta como 1:2 y, eventualmente, 2:3.
Debido a su lazo matrimonial el estandarte de Felipe siempre tuvo un uso restringido ya que debió adaptarse a las circunstancias donde se encontraba sin la presencia de su real consorte. Por caso, fue factible verlo ondear en las embarcaciones donde navegaba; en el vehículo de transporte oficial o en lugares donde desempeñó alguna misión.
Una peculiar relación
Felipe de Edimburgo visitó varias veces la Argentina. La primera fue en enero de 1957 cuando navegando en el yate real Britannia recaló en la isla Soledad, archipiélago de las Malvinas, allí fue recibido por una delegación local.
Luego siguió viaje hasta la isla Belgrano, ubicada en la Antártida Argentina, al Oeste de la Península Antártica (Tierra de San Martín) oportunidad en que fotografió una colonia de pinnípedos, en cercanías de la Base “T” establecida por el Reino Unido.
En 1962 volvió a nuestro país invitado por el entonces presidente Arturo Frondizi. La visita oficial se vio interrumpida por el derrocamiento del anfitrión, por lo que para su seguridad el príncipe fue recibido transitoriamente en una la residencia campestre ubicada en la provincia de Bs. Aires. Allí tuvo oportunidad de practicar uno de sus deportes favoritos, el polo.
Como parte de los actos protocolares recibió las simbólicas “llaves de Buenos Aires” de manos del Intendente porteño. Toda una paradoja histórica, si se tiene presente que el 12 de agosto de 1806 el pueblo de esa ciudad expulsó a los británicos que transitoriamente la habían ocupado (desde el 25 de junio del mismo año) y que también rechazó una fuerte expedición armada que buscó aposentarse en el Virreinato del Río de la Plata, hecho ocurrido en julio del año 1807.
En 1966, Felipe retornó en visita extraoficial, como presidente del Federación Ecuestre Internacional, en ocasión del VI Campeonato Mundial de Saltos Ecuestres que se desarrolló en Bs. Aires; también en esta ocasión su estancia se vio complicada por el desarrollo del Operativo Cóndor que protagonizó un grupo de militantes políticos y por las implicancias de un reciente golpe de estado.
Esta fue la más destacadas de sus visitas extraoficiales en las que el Príncipe pudo practicar polo y donde sobresalió cuando llegó a ser finalista del Torneo Abierto de Hurlingham, en su edición de 1966, el más antiguo del mundo. El Príncipe integraba su equipo personal y lo hizo vistiendo la chaquetilla “4” (back, defensor). Felipe fundó el equipo en 1955 con el nombre de Household Brigade Polo Club y desde entonces fue su presidente; en 1969 cambió su nombre por el de Guards Polo Club, aunque coloquialmente se lo menciona como Windsor Guards.
Más tarde estuvo en Argentina en 1991, cuando visitó Puerto Argentino y
al año siguiente, como invitado especial de la Fundación Vida Silvestre, que celebraba una convención internacional en Bs.
Aires.
Banderas a media asta
Sobre esta temática publiqué en este Blog, varias entradas; a las que
los interesados podrán remitirse:
- Banderas institucionales a media asta: http://banderasargentinas.blogspot.com/2018/11/boca-y-river-banderas-media-asta.html
- Una fantasía inadmisible por donde se la mire: http://banderasargentinas.blogspot.com/2020/09/es-correcto-izar-una-bandera-con-mono.html
- Errores que no debieron existir ¿Banderas a media asta?: http://banderasargentinas.blogspot.com/2019/07/errores-que-no-debieron-existir.html
- El luto en las banderas corporativas: http://banderasargentinas.blogspot.com/2017/08/elluto-en-las-bandera-corporativas-por.html
- Cuando la tradición todavía rige: http://banderasargentinas.blogspot.com/2021/01/ley-de-aborto-y-banderas-media-asta.html
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