Avatares de banderas en Patagones
Por Miguel
Carrillo Bascary
Carmen de Patagones
En el año 1779, Francisco de Viedma cumplió las instrucciones
emanadas del virrey del Río de la Plata y estableció el “fuerte del río Negro” a poco de su desembocadura en el Atlántico.
El emplazamiento fue el único exitoso de entre los varios intentos de poblar el
litoral patagónico en tiempos del dominio del rey. Un par de meses más tarde se
definió reconocer el patronazgo de Nuestra
Señora del Carmen (oficio del 4 de junio de Viedma al Virrey), además de la
tradición con que cuenta la advocación pudo influir que una de las naves de la
expedición llevaba su nombre. Por su ubicación geográfica informalmente se hizo
costumbre llamar al poblado con el apelativo de “Patagones”; con lo que al
tiempo adquirió la designación con que hoy lo conocemos.
La soledad en que se
encontraba, a casi 1.000 kilómetros de Bs. Aires, aislado por la inmensidad de
la pampa, lo que hacía muy problemático su acceso por tierra, las
comunicaciones se mantenían fundamentalmente por mar. Por esta constituía una posición
estratégica, de manera que se la dotó de una modesta fortificación cuya
construcción estuvo a cargo del ingeniero José Pérez Brito.
Tenía murallas de casi
cuatro metros de alto, encerrando un perímetro en cuadro de 66,80 metros por
lado y con el correr de los años se erigieron almacenes, una capilla y otras
dependencias. Como rasgo característico contaba con una torre de vigilancia,
único resto original que perdura. Para la construcción se empleó la tosca
existente en el lugar. Por tratarse de
un destacamento naval ondeaba la enseña realista, roja y gualda, con el escudete de Castilla y León
coronado.
Contaba con el amparo de
una pequeña guarnición comandada por un militar designado por Bs. Aires cuya
autoridad era prácticamente omnímoda, la población civil estaba mayormente formada
por inmigrantes maragatos; hacia 1812 serían menos de 500. También operaba como
presidio, como que entre sus primeros pobladores se contaban 56 desterrados y
presidiarios; esta función se mantendría con los años. Entre sus detenidos más
notorios contó con el otrora héroe de la Reconquista y alcalde de primer voto
de Bs. Aires, Martín de Alzaga.
Atalaya del fuerte
Primer episodio; 1812
Cuando estalló el
movimiento revolucionario del 25 de mayo de 1810 su comandante fue sustituido por
el capitán Francisco Javier de Sancho,
ya de avanzada edad. Por entonces la Junta Revolucionaria no contaba con una
bandera nacional que recién presentaría Belgrano a la consideración general el
27 de febrero de 1812, por lo que cabe
entender que ondeaba en el fuerte de Patagones el pabellón de la Marina Real,
rojo y gualda.
A poco llegaron también, tres
realistas que habían complotado contra los revolucionarios en la ciudad de
Mendoza; se trató de Faustino Ansay
(teniente coronel, zaragozano, delegado gobernador de Mendoza); Domingo Torres Arrieta y Joaquín Gómez de Liaño, tesorero y contador
de la Real Hacienda respectivamente en esa región; también a otro conspicuo
realista, a José Roque González, partidario de la sublevación de Liniers en
Córdoba; debían cumplir condena de presidio por diez años. Las facilidades con
que contaban les permitieron vincularse con los pobladores que simpatizaron con
ellos, lo organizar un levantamiento que estalló
el 21 de abril de 1812; depusieron al jefe de la guarnición; se apoderaron
del bergantín “Amazona”, surta en el puerto, con la intención de escapar hacia
Montevideo, que por entonces se mantenía en poder de los realistas, pero al
intentar hacerlo encalló, por lo que debieron volver al poblado a fin de
esperar la oportunidad de hacerse con otra embarcación.
Esta llegó el 16 de mayo cuando el bergantín “Hiena”
(también llamado “Queche”), de la incipiente armada patriota que era mandada
por el capitán Thomás Taylor. Mediante un hábil ardid consiguieron apoderarse de
la va y partieron hacia Montevideo. El sargento Domingo Fernández, ascendido al
grado de capitán en la emergencia y otros de los complotados quedaron dueños de
la población, se hizo jurar obediencia a las Cortes y a Fernando VII; también
se mandó rezar un Te Deum al par que el
pabellón de la Mariana española ondeaba sobre las murallas. Ansay
permaneció en Patagones, pero a poco recibió órdenes de partir hacia Montevideo
y así lo hizo; en recompensa por el audaz golpe de mano, fue designado a cargo
de la fortaleza de “El Cerrito”. Fernández fue ratificado en el mando.
Conocida la revuelta en Bs. Aires se dispuso
despachar una expedición que atravesara las llanuras pampeanas, iba al mando
del coronel Pedro Andrés García, pero vio obstaculizada su desplazamiento por
la acción de tribus hostiles. Ante este fracaso Bs. Aires se desentendió del
asunto en lo que incidió la inestabilidad que provocó el descubrimiento y
represión de la conspiración de Alzaga, con lo que los complotados quedaron en
relativa tranquilidad. Cuando los
patriotas tomaron Montevideo el 23 de junio de 1814, se estipuló expresamente
en su capitulación la restitución de Carmen a la jurisdicción de Bs. Aires.
Sin embargo, no fue sino
hasta noviembre que la autoridad patriota se pudo hacer efectiva cuando asumió
el nuevo comandante nombrado por Bs. Aires, el teniente coronel Francisco Vera,
sobre el que pesaba condena por indisciplina, quien arribó al mando de una
importante fuerza y tomó posesión de la población el 23 de diciembre de ese año.
Hay quienes afirman que en la oportunidad se izó la
bandera patriota en el mástil de la fortaleza; cosa que da lugar a dudas, ya que el decreto del 27 de
abril de 1813 había mandado sustituir las armas reales por el sello de la
Asamblea General pero expresamente dispuso mantener las banderas en la forma
que se usaban.
Eventualmente pudieron izarse los colores celeste y
blanco, que por aquel entonces también se vieron durante el sitio a Montevideo.
En su caso, no hay referencias ciertas sobre el diseño que pudo tener; hay
quienes dicen que fue celeste y blanca por la mitad, en horizontal; otros
indican que tuvo la misma disposición que la usada en la actualidad.
Con posterioridad Vera
abusó de su autoridad y fue removido.
Segundo episodio; 1817
El Congreso reunido en Tucumán adoptó el 25 de julio
de 1816 como “bandera menor” de las Provincias Unidas de Sudamérica la que de
hecho ya se usaba por entonces, celeste y blanca, sin el Sol, ya que este
atributo recién fue decretado en febrero de 1818. Cabe entender que este pabellón fue izado en
Carmen de Patagones a fines de 1816.
En octubre de 1817 el
comandante Francisco Javier de Santos fue reemplazado y asumió como nuevo
gobernador militar en Patagones el sargento mayor Julián Sayós, quien arribó con un destacamento de “Dragones de Bs.
Aires”, que conducían en calidad de presos a varios realistas y otros tantos
delincuentes. Las simpatías de los pobladores con la causa del rey fue ámbito propicio
para una nueva sublevación que se apoderó del fuerte y de la zumaca armada “Gálvez”
que estaba surta en el puerto. El movimiento fue encabezado por un ex militar
español rendido en Montevideo, Luis
Villada (a quien también se menciona como “Villalba”), apodado “el
cuzqueño”, quien asumió el mando en la emergencia.
En consecuencia, nuevamente fue la roji gualda española la
que ondeó sobre las murallas y también reemplazó a la celestre y blanca en los
palos de la zumaca abordada. Tanto Sayos, como el capitán de la
embarcación, Miguel Ferrer, fueron pasados por las armas, con lo que los amotinados
buscaron amedrentar cualquier posible reacción y además, cometieron otros tipos
de desmanes.
Los hechos que siguieron n
o son claros a falta de una investigación de mayor envergadura. Al parecer en
un primer momento los cabecillas realistas habrían intentado embarcar para
dirigirse hacia Lima ya que, rendido Montevideo no contaban con ningún apoyo realista
inmediato.
En estas circunstancias,
uno de los oficiales navales, se transformó en el hombre del momento, era el
guardiamarina José Robles. Aparentó
plegarse a los revoltosos y debido a su grado y posición, en coincidencia con
el barbero Juan Pessoa, convenció a Villada y a sus amigos para que se dirigieran
a Montevideo que por entonces había sido tomado por los portugueses.
Con esto demoró la zarpada,
ya por la noche Robles convenció a varios de sus hombres, se apoderó del navío y
levó anclas rumbo río abajo, sustrayéndolo de la acción de los amotinados y lo
fondeó a la altura del cerro de la Caballada. Allí izó el pabellón patrio en la “Gálvez” y lo afirmó con un disparo de cañón
a la usanza marinera; era el día 5 de diciembre de 1817 por la madrugada.
Villada y demás revoltosos se vieron aislados y surgieron contradicciones entre ellos, al par que la ciudad caía en una suerte de anomia, extendiéndose los pillajes. Villada ordenó fusilar a otros oficiales, el teniente Pedro de Rivero, el contramaestre Matías Franco y el alférez José Moyano. Luego se aprestaba a hacer lo propio con los patriotas, Mellado, Escobar y Antonio Paterna, patrón de la lancha que prestaba servicio en el puerto; pero éste, mediante un ardid extrajo un puñal de sus robas y lo hundió en el pecho de Villada; acto seguido los tres fueron muertos por los revoltosos. Desarticulado el levantamiento y sin posibilidad de mantenerse los amotinados escaparon hacia el interior para refugiarse en las tolderías indígenas.
Mientras se intentaba
restablecer la calma, algunos pobladores reunidos en asamblea, en una
sorprendente decisión designaron comandante provisorio al fraile franciscano Julián Faramiñán (también mencionado
como Framiñán), capellán del destacamento; quien también actuaba como párroco
de la comunidad desde 1815. Como segundo se designó a otro fraile, Bartolomé
Castro.
Era el alba del día 6 de diciembre de 1817, cuando se
buscó la bandera nacional para restablecerla en el mástil de la guarnición. Sin
embargo, el pabellón no estaba disponible. En estas
circunstancias el padre Faramiñán, resolvió que se izara un paño blanco en
sustitución enseña rioplatense. Cuando así se hizo, tocó a vuelo las
campanas en señal de júbilo.
No hay certezas sobre si el pabellón celeste y blanco
fue encontrado más tarde; o bien se trajo uno de la zumaca o quizás se compuso otro
de emergencia, lo que guardan las crónicas es que reemplazó a la bandera blanca
al mismo tiempo que sendos disparos de cañón lo afirmaron. Por otra parte, se despachó una fuerte partida para
perseguir a los fugados, pero fue en vano
El fraile intentó mantenerse
en el poder apoyado por otros pobladores, ya que Sancho había demostrado su
incapacidad en los acontecimientos, pero éste logró respaldo en otros
vecinos; lo sustituyó en la comandancia
y permaneció en esta función hasta el 13 de diciembre de 1820.
No sería esta la única vez que los patriotas
rioplatenses usaran como bandera un paño blanco,
pero esto será motivo de otro comentario.
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