lunes, 13 de abril de 2020

Cuando las banderas de Belgrano ondearon en Lima

Noticias: Belgrano y sus banderas llegaron a Lima

Manuel Belgrano, libertador de Lima y del Perú

Por Mario Golman (*)  

Con mucho gusto de nuestra parte se publica hoy un relato ucrónico preparado por el conocido ensayista Mario Golman.
M.C.B.

Esta colaboración, que pertenece al género literario conocido como ucronía (novela histórica alternativa), invita al lector a imaginar cómo hubieran podido ocurrir determinados hechos, si luego de la derrota en Vilcapugio el ejército patriota hubiera triunfado en la siguiente acción de armas de tal forma que el general Belgrano habría ocupado la ciudad de Lima en el año 1814. 

Una agitada calle de la ciudad de Lima,  en 1814
Fotomontaje: MCB

Carta que Fray Pedro Manuel de Peralta y Valverde, patriota establecido en Lima, le escribió a su hermano Jerónimo Ramón, residente en Chuquisaca, provincia del Alto Perú.

Lima, 25 de mayo de 1814

Mi muy querido Jerónimo:

No puedes figurarte la alegría que nos ha causado a muchos de nosotros el feliz arribo de Manuel Belgrano a Lima. Su ingreso a la ciudad fue a las Avemarías del día 22, recorrió las calles del centro, llegó a la plaza y en medio de un formidable repique de campanas ingresó a la Catedral para asistir al solemne Te Deum. Vestía de impecable uniforme con casaca de color azul y pantalón blanco sin franjas. Estaba acompañado por una imponente guardia de caballería, cuyo celo y devoción hacia su jefe nunca antes había notado. Un jinete de su escolta portaba la bandera del Ejército, blanca sobre celeste, igual a las que conocí en Potosí el año anterior; colores que también identifican a los patriotas del Cusco (Ver nota final). 

El furor de muchos criollos, del populacho y de bastantes indios era grande, pero como tu bien sabes esa no es la opinión de todos los limeños, ya que todavía hay aquí un fuerte rechazo de los españoles europeos hacia lo que ellos llaman las venenosas doctrinas de los buenos-ayreños.

El Virrey Abascal, nuestro Marqués de la Discordia, se ha embarcado hace justo una semana en la fragata británica “Phoebe” hacia Cádiz, junto con una larga comitiva. Entre sus acompañantes pude reconocer a varios miembros de la Audiencia, del Ayuntamiento y a Pezuela; sí hermano mío, al héroe victorioso de Vilcapugio, pero acabado por el General de los Libres en Potosí.

Y ahora la sorpresa: Ayer, muy temprano, se apersonó en la casa parroquial un capitán de apellido Hinojosa, un salteño muy educado, quien me traía una invitación del mismísimo general Belgrano para que lo visitara esa noche en la residencia donde se está alojando y compartiéramos la cena. Incalculable fue mi emoción y agradecimiento; vinieron a mi memoria recuerdos de nuestras travesuras siendo niños, allá en Buenos Ayres. 

Acepté gustoso la invitación y al anochecer me dirigí a la hacienda de Dn. Faustino Pueyo, patriota de los buenos, quien me acompañó hasta una sala donde Manuel estaba dando indicaciones a un grupo de oficiales, que lo escuchaban con atención y respeto. Finalizada la arenga, Belgrano se levantó, caminó hacia mí y enseguida nos confundimos en un interminable abrazo, invitándome luego a pasar al salón comedor

De la cena, te diré que fue abundante y muy bien servida. Al final, entre una copa de licor y variedad de chocolates y dulces del país, mantuvimos una larga plática en la que me puso al día de tantísimas novedades.

Con su aprobación y respetuosos saludos hacia mis dos hermanos menores, que por esta conversación en tinta hago llegar a Cristina de la Caridad y a ti, paso a precisarte lo más sustancioso del diálogo.

Comenzamos recordando nuestro último encuentro en Potosí en septiembre del pasado año, días antes de mi partida con destino a Lima y de la suya hacia Vilcapugio. Le hice conocer que mi información más primera sobre el suceso de Vilcapugio, era que tras varias horas de lucha la fuerza enemiga había sido reducida a menos de un cuarto y que Pezuela escapaba fugitivo. En días siguientes la confusión aumentaba, ya que las noticias decían que ambos ejércitos se habían destrozado y dispersado del campo de batalla sin concluir la lid; finalmente se supo que los nuestros habían sido derrotados. 

Observé a Manuel, quien por unos instantes quedó pensativo. Luego, con marcada tristeza explicó: “Pedro, te confieso que la victoria era nuestra, el ala derecha y la mayor parte del centro habían triunfado sobre el enemigo; si hasta nos habíamos apoderado de algunos de sus cañones. Y es verdad que Pezuela se puso en fuga hacia Condo-Condo, de donde lo hicieron volver cuando se anotició que su ala derecha había destrozado a nuestra izquierda. Reinaba la confusión, y de pronto, sin que yo lo hubiera dispuesto, nuestras vencedoras tropas suspendieron el ataque; peor aún, iniciaron el repliegue. Ya estacionados en Macha, mandé levantar un sumario sin poder sacar en limpio más que las voces de algunos soldados que creían haber escucharon batir tambores de retirada”.

“Desde el poblado de Macha trabajé con empeño para rehacer nuestro desgraciado Ejército: juntar a los dispersos, volver a infundirles el espíritu guerrero y hacernos de caballos, mulas, forrajes y víveres. En esto último prestaron mucha ayuda los grupos de patriotas altoperuanos, siempre fieles a nuestra bandera. 

Luego de dos semanas de intensa labor llamé a una junta de guerra con mis principales oficiales, ya que era inminente una segunda acción. Allí se trataron distintas alternativas, predominando luego de acaloradas discusiones sólo dos: Una, era retroceder (tal como lo hicimos desde Jujuy a Tucumán a mediados del año 12) para hacernos fuertes en Potosí donde podríamos auxiliar bien a los heridos, recibir los refuerzos de tropas, municiones, artillería y demás útiles de guerra, y esperar en mejor situación al enemigo. Éste, bastante destrozado, tardaría en reponerse y debería perseguirnos hasta la Villa Imperial, lo cual lo alejaría de su base de operaciones. 

Las posibilidades de triunfo eran importantes, y también el riesgo, ya que Potosí es el pueblo que menos simpatía ha tenido por nuestra revolución. Perder allí sería dejar el campo libre al enemigo que de inmediato volvería a incursionar sobre nuestras Jujuy y Salta, para después intentar llegar por Córdoba hasta Buenos Ayres y poner fin a nuestra empresa. 

La otra opción era quedarnos en Macha y aprovechar la debilidad del enemigo, insurreccionar poblaciones a sus espaldas como Tacna, Arequipa y el Cusco, buscar la cooperación de Cochabamba y pueblos vecinos, y hacer traer el resto de las tropas que estaban en Potosí. Los oficiales que se oponían a esta última idea pensaban que sin una buena artillería resultaría muy difícil sostenerse frente al enemigo, que tenía la suya y la capturada a nuestro ejército en Vilcapugio”.

“Mi carácter influía en tomar la segunda como la alternativa más conveniente, por el apuro de las circunstancias y porque contaba con recientes informes de que existía un buen sitio para dar batalla en las Pampas de Ayohuma, no lejos de Macha. Aun así, una nueva junta con mis oficiales superiores terminó por convencerme del repliegue a Potosí. Ya estaban en marcha desde Tucumán y Salta los refuerzos de hombres y el resto del parque de artillería con sus municiones que habíamos ganado en las acciones del 24 de septiembre del año 12 y del 20 de febrero del 13”.

“Enseguida, Manuel recordó lo sucedido el pasado 3 de diciembre en las afueras de Potosí: “El Todopoderoso hizo el milagro: el despliegue de la caballería, el fuego preciso de la artillería y las cargas de los bravos infantes llenaron de orgullo a la Patria y pusieron nuevamente en fuga al vil Pezuela, pero esta vez para no retornar”.

“Las posteriores entradas en Oruro y La Paz donde, frente al pabellón celeste y blanco de las Provincias Unidas y al escudo de armas de la Soberana Asamblea, tomé, con el Santo Cristo en la mano, el juramento por la Unión y la Libertad de la América del Sud en castellano, quichua y aymara”.

“Entusiasmado, el general agregaba: “El Cusco también se levantó contra el yugo Español. La tensión política, la arbitrariedad y el despotismo de la Audiencia, más el abuso de poder de los oficiales de la corona encendieron la mecha. El primer intento del 9 de octubre de 1813, perdido por delación de un tal Zubizarreta, y el exitoso del 5 de noviembre. A mi paso por el Cusco, el jefe militar de la insurrección Dn. José Angulo Torres me puso en exacto conocimiento de la situación. Cuanta valentía y fuego patriótico; cuanto agradecimiento debemos al clero patriota que con sus misas, procesiones y proclamas apoyó con firmeza nuestra causa”.

Y aconteció la triunfal marcha sobre Lima: la adhesión de las poblaciones a nuestro paso y los duros encuentros en los que batimos y arruinamos a los Españoles; la masiva deserción en las filas enemigas y el infatigable trabajo de los patriotas limeños desde el corazón mismo de la ciudad, que contribuyeron a asegurar nuestra victoria.”

A mi pregunta sobre cómo seguirá este negocio, Manuel, convencido, me dijo: “El Perú está ahora en manos de los patriotas peruanos, y serán ellos quienes decidirán su destino. Se convocará a un Congreso de Diputados para que de su seno surja la mejor forma de gobierno. Mientras tanto desde el Río de la Plata, por decisión de la Asamblea, se apoyará firmemente tanto con fusiles como con ideas a sus hermanos del Perú. Recuerda que la guerra no sólo se hace con las armas, sino también conquistando la opinión de las poblaciones”.

Finalizó confesándome su deseo de que en poco tiempo más le agradaría cesar en el mando del ejército, ya que se encontraba demasiado agotado por la larga campaña y le era imperioso recuperar su quebrantada salud. Sin embargo, conociéndolo, Manuel siempre encontrará una tribuna desde donde seguir fomentando las ideas de libertad e independencia que son parte esencial de su vivir. Un último brindis por el Perú y el Río de la Plata y un abrazo fraterno volvieron a sellar nuestra amistad y el compartido amor a la Patria.

Querido hermano, te ruego hagas llegar mis más finas expresiones a Cristina de la Caridad y a tu esposa; vayan mil besos a la Dominguita y al pequeño Agustinillo. Tuyo de corazón.

Fray Pedro Manuel de Peralta y Valverde

A Dn. Jerónimo Ramón de Peralta y Valverde, 
coronel de los Ejércitos de la Patria.

Sargento y soldados del Reg. 1 "Patricios" con la bandera 
que la unidad usaba en 1814; reconstrucción sobre un testimonio de la época
(Imagen elaborada por Julio Luqui-Lagleyze)

Notas aclaratorias

Ellas nos permitirán situarnos en la realidad histórica, al par que nos ilustrarán sobre los hechos y personas referenciados.

1. Fray Pedro Manuel de Peralta y Valverde, sus hermanos, el salteño Hinojosa y Faustino Pueyo son personajes ficticios.
El Virrey Abascal, Marqués de la Concordia, gobernó el Perú entre 1806 y 1816, para ser luego reemplazado por Joaquín de la Pezuela quien, a su vez, dirigió los destinos del Virreinato peruano hasta enero de 1821 en que fue depuesto.
"Phoebe" era el nombre de la fragata británica que comandaba el comodoro inglés Sir James Hylliar.  Junto con la corbeta "Cherub", navegaban por esos días las aguas del Pacífico protegiendo el comercio inglés de los ataques de navíos estadounidenses, con cuya nación se hallaba en guerra Gran Bretaña. (Díaz Venteo, Fernando; Las campañas militares del Virrey Abascal, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, 1948, p. 385)
Manuel Belgrano nunca estuvo en Lima, ni en Cusco, Oruro o La Paz.

2. Respecto de los acontecimientos ocurridos en la contienda de Vilcapugio, los comentarios atribuidos a Manuel Belgrano provienen de los relatos de José María Paz, quien participó activamente en la lucha (Paz, José María, Memorias Póstumas I, Buenos Aires, Emecé Editores, 2000, pp. 109-111)
La confusión sobre el desenlace de esa acción surge de las siguientes fuentes documentales: La primera de las noticias fue publicada en Santiago de Chile en El Monitor Araucano, Nº 88, del martes 2 de noviembre de 1813, bajo el título: "Mendoza, Octubre 25 de 1813. El Gobierno de Salta comunica al de Mendoza que por carta que acaba de recibir del gobernador de Potosí y otros particulares, se sabe que el primero del corriente tuvo el Ejército de Belgrano una referida acción en la llamada de Vilcapugio, cuyo fuego duró ocho horas, y la fuerza enemiga quedó reducida a 900 hombres, habiendo perdido cerca de 3.000; que aguardaba por momentos parte oficial del General en Jefe de haber ya concluido con el resto de los enemigos. Lombera, Picoaga, y Castro, generales de los tiranos, quedaron muertos, y la espada del último estaba ya en el Potosí; Ramírez cayó prisionero; Pezuela iba fugitivo con 25 hombres por el despoblado, pero Zelaya iba en su alcance". Días después, el mismo periódico refiere similares noticias en un Extraordinario del lunes 1º de noviembre de 1813 como Parte oficial del Gobernador de Mendoza. Allí comunica la derrota del ejército realista en Vilcapugio. (Fuentes para el Estudio de la Historia de Chile, Universidad de Chile: página web http://www.historia.uchile.cl/CDA/fh_periodicos/)

La segunda, tiene su origen en el siguiente relato de Juan Manuel Beruti: "El 20 de octubre de 1813 llegó [a Buenos Aires] un extraordinario del Perú con la noticia de haberse batido nuestro ejército con el de Lima, en Vilcapugio; cuya acción duró sobre 7 horas, en la que ambos ejércitos se destrozaron, se dispersaron y ambos se retiraron sin concluir la acción, que fue de ambas partes muy sangrienta aunque, según se observó, el enemigo se retiró a su posición casi totalmente arruinado y nosotros a nuestro campo con alguna pérdida". (Beruti, Juan Manuel; Memorias Curiosas, Buenos Aires, Emecé Editores, 2001, p. 235)

3. No hubo batalla en las afueras de Potosí el 3 de diciembre de 1813. La propuesta de retroceder hasta la Villa Imperial fue ideada partiendo de los escritos de José María Paz y de su razonamiento sobre cuál pudo ser la mejor decisión para encarar la contienda siguiente a Vilcapugio. (Paz, op. cit. en 2., pp. 127-128). Después de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) se libró una segunda acción de armas en las Pampas de Ayohuma, el 14 de noviembre siguiente, con una derrota total de las fuerzas porteñas.

4. El Ejército Auxiliador del Perú (conocido también como el Ejército del Norte), comandado por el general Belgrano, portaba las banderas “del Ejército” o “de la Patria”; como se las denominaba en el Alto Perú. Su diseño era de dos franjas horizontales e iguales, blanca la superior y celeste la inferior, pudiendo también llevar pintadas en su centro las armas de la Soberana Asamblea (hoy Escudo nacional argentino) y/o la cruz de Borgoña.
En cambio, el pabellón de las Provincias Unidas del Río de la Plata fue diferente. Se confeccionaba de tres franjas horizontales e iguales, celeste a los costados y blanco al medio. Su uso comenzó a generalizarse desde Buenos Aires al resto de las provincias interiores a partir de marzo de 1813, resultando ser el modelo que aprobaría el Congreso de Tucumán en julio de 1816. (Golman, Adolfo Mario; Enigmas sobre las primeras banderas argentinas, una propuesta integradora, Buenos Aires, Editorial De los Cuatro Vientos, 2007, pp. 90-99, 121-127 y 135-146)

5. Ni en Oruro ni en La Paz se juró obediencia a la Soberana Asamblea que se había instalado en Buenos Aires el 31 de enero de 1813. En cambio, la jura se verificó en Potosí el 8 de julio de 1813 y también en Arequipa, el 5 de octubre siguiente. (“Catálogo de la Colección Rück”, Historia de la Villa Imperial de Potosí, riquezas de su famoso cerro, grandezas de la población, sus guerras y casos memorables, por don Nicolás Martínez Arzans y Vela, años 1547-1834, Tomo 2, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, Sucre, nueva numeración, pp. 192-193 y 214)

6. En la ciudad del Cusco se planearon dos levantamientos: el primero, preparado para el 9 de octubre de 1813 y una segunda tentativa para el 5 de noviembre. Ambos fallaron por delaciones sucesivas. Recién el 3 de agosto de 1814 los conspiradores patriotas tuvieron éxito. Triunfantes en la Intendencia del Cusco, decidieron organizar y enviar tres expediciones simultáneas que ocuparon parte del Virreinato peruano, llegando también hasta La Paz en el Alto Perú (hoy Bolivia). Todas fueron derrotadas y el levantamiento quedó definitivamente aplastado en la batalla de Umachiri del 11 de marzo de 1815. Luego, las fuerzas realistas se apoderaron del Cusco y ejecutaron a los jefes rebeldes.
A principios de 1814, Manuel Lorenzo Vidaurre (miembro de la Audiencia, en la que mantuvo constantes enfrentamientos con sus colegas) envió a la Regencia un largo informe sobre la tensión política que prevalecía en el Cusco. Atribuyó el deterioro de la lealtad criolla a la arbitrariedad y despotismo de la Audiencia y advirtió que, si la corona no ponía freno al flagrante abuso de poder de los oficiales españoles, América se perdería. Anna, Timothy, E., La caída del Gobierno Español en el Perú, el dilema de la independencia, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2003, p. 140.
Respecto de los colores que identificaron a los revolucionarios cusqueños, el historiador peruano José Tamayo Herrera explica: "Para diferenciarse aún más de los símbolos de la monarquía española y darle al nuevo ejército un carácter netamente nacional, José Angulo Torres ideó asimismo una bandera especial de su propia creación. Como la Virgen de las Mercedes era la Patrona de este primer ejército nacional y predominaban en el atuendo de esta imagen los colores azul y blanco, Angulo creó una bandera bicolor, azul y blanca, como símbolo máximo de la patria, en cuya defensa deberían morir los soldados de este primer ejército nacional. Esta bandera, totalmente distinta a la del ejército realista, fue bendecida el 8 de septiembre de 1814 en la Catedral del Cusco en una ceremonia especial realizada por orden del Obispo Pérez y Armendáriz (…). Señala además este autor: (…)  No sabemos si Angulo eligió estos colores de la primera enseña patria por su propia inventiva o si fue influenciado en algo por la bandera de los porteños de Buenos Aires, pues precisamente apenas unos meses antes, Belgrano había creado la bandera argentina, azul y blanca, que subsiste hasta hoy (sic). Igualmente, los patriotas del Cusco adoptaron la Masca-paicha incaica como símbolo del Perú". (Tamayo Herrera, José, “La Revolución del Cusco de 1814 y la primera proclama de la independencia del Perú”, Capítulo Quinto, Historia General del Ejército Peruano, El Ejército en la Independencia del Perú, Lima, Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, 1984, pp. 357) La Mascapaicha o corona del rey inca era un gorro rojo, confeccionado en fibra de camélido andino con incrustaciones de hilos de oro.
Para conocer sobre el apoyo del clero patriota a la revolución del Cusco, ver: Aparicio Vega, Manuel Jesús; El Clero Patriota en 1814, Cusco, Municipalidad del Cusco, 2001.

7. La intención del general Belgrano de llegar hasta Lima toma origen en las siguientes fuentes:
     - El 6 de octubre de 1812, pocos días después de la victoria de Tucumán, don Manuel le escribe a su amigo Bernardino Rivadavia: "A salvar la Patria es nuestro clamor; vengan esos auxilios de gente, corran a unirse con este Ejército y las Provincias quedarán libres muy pronto: está visto; el Todopoderoso ha empezado a protegernos, y no dudo que continúe para que se concluyan tantas miserias e infelicidades: que se cumpla la venida del Ejército Oriental y de su digno jefe y las Banderas del Ejército de la Patria tremolarán en las Provincias de Lima". (Epistolario Belgraniano, obra dirigida por Gregorio Weinberg, Buenos Aires, Taurus, 2001, Carta LXXVIII, pp. 184-185)
     - Pasada la contienda de Vilcapugio, Belgrano había logrado contener a los fugitivos y reunir en el término de un mes todo su ejército en el pueblo de Macha, (…) "por lo que hubo necesidad de segunda batalla para destruir este coloso que se había elevado a tanta altura, que nada menos aspiraba que a la subversión y conquista de todo el Virreinato del Perú, para lo cual tenía sus bien tramadas inteligencias, como se vio por los movimientos que hubo en Arequipa, Tacna y Cuzco, en los días inmediatos a aquel en que se dio la batalla de Vilcapugio, suponiendo que habían de ganarla los insurgentes, pues tenían casi doble fuerza que el Ejército Real; y el soberbio Belgrano dijo (cuando salió de Potosí el 18 de septiembre de 1813 a vencer y ver correr al nuevo general [Pezuela], según lo anunció en su proclama) que dentro de dos meses pondría virrey nuevo en Lima". (De Mendizábal, Francisco Javier; Guerra de la América del Sur 1809-1824, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1997, p. 64)
    - Carta de Manuel Belgrano a José Angulo del 30 de octubre de 1814: "Amado compatriota: La fuerza unida al terrible fermento de opiniones separó sensiblemente esas provincias del partido del Río de la Plata; pero nada puede prevalecer contra la causa de la patria, cuya santidad pregona la nación y dicta la razón. Ya se ha visto pues que posesionado el noble Cusco de este impulso, confundió el 3 de agosto [de 1814] la temeraria porfía de sus opresores. La grandeza de aquel día sobrecoge mi espíritu, y paso ligeramente a manifestar la efusión de júbilo con que felicito a V.S. por su laudable obra dirigiéndome al auxilio de esos felices pueblos que con V.S. lo desean como estoy impuesto. Mis marchas habrían sido aceleradas, a no haberlas impedido la precisión de confundir la débil resistencia del despechado Pezuela, que tocó el último desengaño desalojándose del fuerte de Cotagaita y demás puntos hasta poner mis tropas el actual sin columbrar más obstáculo. Nos estrecharemos recíprocamente, para que nuestras banderas tan admirablemente colocadas en Montevideo, sean conducidas por mis tropas y las respetables del Cusco, a tremolar sobre las baterías del Callao, para que, de oriente a occidente, y por los ángulos del universo, aplaudan los nombres del Alto y Bajo Perú". (Aparicio Vega, Manuel Jesús; “La Revolución del Cuzco de 1814”, en Revista del Archivo Histórico del Cusco, Nº 6, Cusco 1955, p. 295. Colección Documental de la Independencia del Perú, Tomo III, Conspiraciones y Rebeliones en el Siglo XIX, Volumen 7º, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, Lima, 1974, p. 362)

8. Manuel Belgrano, al frente de sus tropas, obtuvo dos resonantes triunfos para la supervivencia de la revolución en las batallas de Tucumán (24 de septiembre de 1812) y de Salta (20 de febrero de 1813), en las que se tomaron al enemigo, especialmente en la última de ellas, el parque de artillería, fusiles, municiones y demás pertrechos. Después de la derrota de Ayohuma, Belgrano regresó a Jujuy y luego bajó hasta Tucumán, donde fue reemplazado en la jefatura del Ejército Auxiliador del Perú por el coronel de Granaderos a Caballo, José de San Martín.

9. La vida de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano se apagó en Buenos Aires, su ciudad natal, el 20 de junio de 1820, luego de una larga enfermedad y en la extrema pobreza.

10. El Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata (hoy República Argentina), reunido en Tucumán, declaró la independencia el 9 de julio de 1816. La emancipación del (Bajo) Perú fue consagrada en Lima por José de San Martín el 28 de julio de 1821; mientras que la Representación Soberana de las Provincias del Alto Perú hizo lo propio en Chuquisaca (hoy Sucre) el 6 de agosto de 1825.

Nota de este Blog: No es pacífica la grafía de la que fue capital del Tawantinsuyo. En español usualmente se empleaba con “z”; pero en el quechua escrito se usa la “q” (Qoscu) y también como “Qosco” o “Qosqo”. Mario Golman ha dispuesto hacerlo con “s”; tal como resulta de los usos peruanos. Tiene sus razones, si consideramos que los incas carecieron de escritura, por lo que los españoles tomaron la fonética original (qo̝s.qɔ” = qosco) y la adaptaron a su lengua en una distinción que no existía para la cultura incásica donde la “s” y la “z” no se distinguían. Para resolver definitivamente la cuestión, en 1986 el Gobierno del Perú dispuso por resolución de su Ministerio de Educación que debe emplearse el vocablo "Cusco". La Constitución de Perú adopta este criterio cuando menciona en su artículo 49 que la capital histórica del país es "la ciudad de Cusco".

(*) Sobre el autor, Mario GOLMAN:  
  • Vexilólogo e investigador histórico especializado en la época de la Emancipación.
  •  Ejerció la docencia en la Facultad de Cs. Económicas de la Univ. de Bs. Aires y en F.A.S.T.A. en la sede de San Carlos de Bariloche.
  • Autor de los libros “Enigmas sobe las primeras Banderas Argentinas, una propuesta integradora” y de “La bandera del Ejército de los Andes – reflexiones sobre la carta que explica su confección”, este último en conjunto con Francisco Gregoric.
  • Panelista en jornadas y congresos.
  • Decenas de sus ensayos y artículos de divulgación han sido publicados en diversos medios.


2 comentarios:

  1. Hay que agradecer a la imaginación, originalidad y rigor histórico de Mario Golman ¿No te parece? Muchas gracias por consultar el Blog. Te invito a que propongas algun tema de tu interés

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