Los olivos del Domingo de Ramos
Por Miguel Carrillo Bascary
Según
nos hacen saber los Santos Evangelios, el “Domingo de Ramos” que millones de
católicos de todo el mundo celebran el previo a la Resurrección de Nuestro
Señor Jesucristo, corresponde a su entrada a Jerusalén, rodeado del júbilo de
un pueblo que pocos días más tarde asistiría a su juicio y ejecución como si
fuera un criminal. La liturgia de este día es la antesala de la consumación de
la promesa que Dios hizo a Eva y Adán, redimir a la Creación mediante el
sacrificio de su Hijo, nada menos.
En
este blog, dedicado particularmente a las banderas, también tienen lugar otras
expresiones vinculadas a la Semiótica y por eso consideramos pertinente
analizar varios aspectos vinculados al olivo, como símbolo universal.
Referencias de las Escrituras
El
relato evangélico nos manifiesta un acontecimiento histórico que como tal es
contado por cuatro diversos puntos de vista. Por supuesto que, como siempre se
advierte, no debe verse en las Escrituras una crónica detallada, sino que son un
mensaje de profundo contenido espiritual, lo que explica algunas diferencias de
detalle.
Los
cuatro evangelistas remiten a la entrada de Jesús en Jerusalén, lo que
demuestra la importancia de un hecho que debió grabarse profundamente en las
vivencias de sus protagonistas y de la comunidad de los seguidores de Cristo.
Años más tarde se recogerán por escrito como nos llega a nosotros, más de dos
mil años más tarde en los relatos de Mateo; Lucas; Marcos y Juan.
Consideramos
importante transcribir estos relatos para favorecer una más completa
apreciación de los comentarios objeto de este blog. Hemos destacado en negrita
las referencias más significativas para el análisis, no sin recomendar que para
una mejor apreciación correspondería incursionar en sus contextos; por esta
razón incluimos oportunos links que remiten a su lectura.
Como
una introducción general recordamos que Jesús acababa de hacer resucitar a su
amigo Lázaro de Betania, una población cercana a Jerusalén. El hecho conmocionó
a la región y sin dudas que trascendió a la cosmopolita Jerusalén.
Después
Jesús dispuso ir a Jerusalén para preparar la fiesta de la Pascua judía. Su
ingreso a la ciudad, centro de la religión de Israel, parece haber concitado la
expectación y el júbilo popular por entender muchos judíos que Jesús era el Mesías
largamente prometido por sus tradiciones.
Los
relatos nos muestran a Jesús entrar montado en una burra con su cría (1); usando
como montura los mantos de sus seguidores, otro símbolo de reverencia para con
el Maestro. Enterado de la llegada, el populacho manifestó su regocijo
extendiendo sus propios mantos sobre el camino de Jesús, mientras lo
reverenciaba agitando palmas y olivos; una demostración tradicional en el Medio
Oriente que expresaba la dignidad de la persona homenajeada.
El
gesto de Cristo al ingresar a Jerusalén es la manifestación del Salvador que
“viene a su pueblo”; un anticipo de su llegada triunfal al final de los
tiempos.
Posteriormente,
Jesús, se reunió con sus discípulos en una cena ritual donde instituyó el
sacramento de la Eucaristía, misterio fundamental de la fe católica. Luego
vendría lo que se conoce como la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La
Iglesia Católica y las confesiones cristianas celebran estos acontecimientos en
el periodo conocido como la “Semana Santa”.
Lo que nos dicen los Evangelios
San Mateo (Cap.
21, 1-11)
“Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a
Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles:
"Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna
atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo,
respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida".
Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey
viene hacia ti, humilde y montado sobre un asno, sobre la cría de un animal de
carga. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron la asna y su cría, pusieron sus
mantos sobre ellos y Jesús se montó.
Entonces
la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y
otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.
La
multitud que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba: "¡Hosana al Hijo de David!¡Bendito el
que viene en nombre del Señor!¡Hosana en las alturas!" Cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban:
"¿Quién es este?" Y la gente
respondía: "Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea".
SAN LUCAS (Capítulo
19, 29-40)
“Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del
monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
diciéndoles:"Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán
un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien
les pregunta: "¿Por qué lo desatan?", respondan: "El Señor lo
necesita".
Los enviados partieron y encontraron todo como él
les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: "¿Por
qué lo desatan?". Y ellos respondieron: "El Señor lo necesita".
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo
hicieron montar.
Mientras
él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino.
Cuando
Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos,
llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que
habían visto. Y decían: "¡Bendito
sea el Rey que viene en nombre del Señor!¡Paz en el cielo y gloria en las
alturas!". Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le
dijeron: "Maestro, reprende a tus discípulos". Pero él respondió:
"Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras".
SAN
MARCOS (Cap. 11, 1-11)
“Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al
pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos
de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar,
encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo;
y si alguien les pregunta: "¿Qué están haciendo?", respondan:
"El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida". Ellos fueron y
encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de
los que estaban allí les preguntaron: "¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese
asno?". Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó.
Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó.
Muchos
extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban
en el campo.
Los que
iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban:"¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!¡Bendito
sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosana en las alturas!".
“Al día siguiente, la gran multitud que había
venido para la fiesta, se enteró de que Jesús se dirigía a Jerusalén. Y, tomando hojas de palmera, salieron a su
encuentro y lo aclamaban diciendo: "¡Hosana! ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor, el rey de Israel!".
Al encontrar un asno, Jesús montó sobre él, conforme a lo que está escrito.
La multitud que había estado con Jesús cuando ordenó a Lázaro que saliera del
sepulcro y lo resucitó, daba testimonio de él. Por eso la gente salió a su
encuentro, porque se enteraron del signo que había realizado”.
Por
esta razón los católicos concurren a la Eucaristía del “Domingo de Ramos”
llevando mayormente ramitas de olivo o palmas, que el celebrante bendice antes
de la misa y que después llevan a sus hogares.
Acto
seguido puntualizaremos algunos aspectos de interés para nuestro análisis.
¿Qué significaba este tipo de homenaje público?
Era
un reconocimiento explícito que el pueblo tributaba a su destinatario. En este
caso quien era conocido como Jesús, de la familia de David, un humilde
carpintero de Galilea que había adquirido merecida fama de maestro en la Ley de
Moisés y realizado numerosos milagros en forma pública, el más reciente y
espectacular, resucitar a Lázaro que llevaba varios días de muerto. Por estas
manifestaciones e poder algunos israelitas veían en Él al Mesías prometido y lo
expresaban en los términos que hemos transcripto.
Los
signos de reconocimiento eran varios: el o la asno; aludía a una antigua
profecía que anunciaba la entrada del Mesías en la capital de Salomón; los
mantos sobre el mismo o directamente extendidos sobre el piso era un muy
significativo tributo de la realeza y del poder con que se recibía al
destinatario. El agitar de palmas; olivos y otros ramos verdes tenía profundas
implicancias a las que nos dedicaremos especialmente. Los vítores y alabanzas
eran obvios testimonio de aceptación; júbilo popular y honor.
¿Qué vegetales empleó el pueblo de Jerusalén?
San
Marcos indica que usó “ramas que cortaban de los árboles”; esta referencia
podría indicaría a los habituales de la región: olivos; palmeras; sicomoros o
algún otro. Mientras que San Juan nos habla de “hojas de palmeras”. Lucas y
Mateo omiten toda referencia concreta, pero al mencionar la cercanía con el “Monte
de los Olivos”, permiten suponer que la gente arrancó ramas de los árboles que
allí había.
Ante
la diversidad en las fuentes debemos considerar que el pueblo entusiasmado apeló
a cualquier rama que tuviera a su alcance. Justamente esto nos informan los
Evangelistas.
Sin
embargo, la tradición ha destacado al olivo
y la palmera por ser los vegetales más ampliamente difundido en la cuenca
mediterránea y al alcance de las primeras comunidades cristianas que celebraban
el “Domingo de Ramos”. Desde entonces la usanza se difundió por todo el mundo
cristiano dando predominancia a estas dos especies.
Esta
alusión no es excluyente, ya que en regiones donde no existen olivos ni
palmeras los fieles emplean ramas de los árboles y aún de los arbustos que
tienen a su disposición.
Dicho
de otra manera, para recrear el signo no es imprescindible hacerlo, ni con
olivos, ni con palmas; basta cualquier rama de hojas verdes, pues esto color
indica vitalidad, cualidad asociada al simbolismo indicado.
¿Por qué las preferencias indicadas?
Además
de su disponibilidad, como se dijo, la palma y el olivo se justifican
en la tradición simbólica, tanto en la cristiana como en las de otras culturas.
La palma:
en la Antigüedad clásica era consideraba símbolo de triunfo. Cuando ingresaban
a Roma los generales romanos con los trofeos de guerra se los recibía agitando
palmas. Para los primeros cristianos la palma simbolizaba el triunfo de Cristo
sobre el Demonio; del espíritu sobre la materia; del seguimiento de las
enseñanzas de Jesucristo por sobre las tentaciones del Mundo. La palma crece
desde adentro de la palmera, su núcleo vital; lo hace aún en el desierto; es
fuente de alimento y de cobijo contra la intemperie; signo de hermosura y su
tallo es recto, como deben ser los hijos de Dios. En algunos países las palmas se "tejen" formando complicados diseños o se confeccionan pequeñas cruces con algunas de sus hojas.
El olivo:
tiene un significado mucho más antiguo. En la Biblia se lo menciona en el
Génesis, cuando la paloma que libró Noé luego del Diluvio volvió al Arca portando
una rama olivácea en su pico. Es un producto esencial en la economía y de la
subsistencia de las culturas mediterráneas y del Medio Oriente; fuente de
alimento y de luz; se lo emplea como cosmético, como bálsamo medicinal y fúnebre;
con su aceite se ungía a reyes y sacerdotes; es sumamente resistente a las
inclemencias del clima y del suelo; resulta fácilmente trasplantable y es sumamente
longevo. Existen olivos en producción cuya data podría remontarse a dos milenios.
También es símbolo de triunfo, como lo testimonia que los vencedores en los
Juegos Olímpicos recibían como premio una corona de olivo. Otros apuntan que se
los usaba en los sacrificios a los dioses paganos. En definitiva, el olivo posee un neto significado de
victoria y eternidad; de realeza y de riqueza. Más
adelante nos referiremos especialmente al olivo, por ser el vegetal de uso más
extendido, pero en la eventualidad todo lo dicho al respecto valdrá para las
ramas de otros árboles o arbustos.
¿Qué significan las ramas de olivo bendecidas?
Para
la Iglesia Católica se trata de un “sacramental”,
un término litúrgico que el Concilio Vaticano II define como un signo sagrado creado por la Iglesia y un
elemento para que el hombre pueda rendir culto a Dios.
Un
sacramental no tiene eficacia por sí mismo; sino por la intercesión religiosa
de la Iglesia; o sea que no son
talismanes que tengan “poderes”. Los beneficios que puedan obtenerse a
partir de los sacramentales nos vienen de la disposición interior del hombre
hacia la gracia y a la intercesión de la Iglesia como mediadora entre Dios y
los hombres. Los sacramentales no son portadores de las gracias de Dios; disponen
al hombre a recibir las que Él otorga; con ello contribuyen a su santificación y le ayudan a llevar adelante una
vida conforme a las enseñanzas de Cristo.
Hay
sacramentales de varias clases; las
ramas de olivo se consideran una especie de bendición, porque ellas mismas
se transforman en sacramentales (vale redundar) al ser bendecidas por el
sacerdote en la ceremonia del “Domingo de Ramos”. De esta manera se las
“separa” de la realidad cotidiana para consagrarlas especialmente al culto.
El
Papa Pío XII supo destacar que mediante los sacramentales “la Iglesia
multiplica con largueza los beneficios de la gracia en las circunstancias más
diversas”.
¿Cómo se bendicen los olivos?
Una bendición es al mismo tiempo una alabanza a Dios y oración para obtener sus dones, por eso la Iglesia bendice invocando el nombre de Jesús y, generalmente, haciendo la señal de la Cruz.
Esto
ocurre en una ceremonia especial que hoy se practica antes de las misas del
“Domingo de Ramos” en todas las iglesias católicas. Anteriormente se realizaba
en la misa principal de este día.
La
práctica consiste en que los fieles elevan reverencialmente las ramas en
recuerdo al tributo ofrendado a Cristo durante su entrada a Jerusalén, mientras
que el sacerdote oficiante pronuncia una oración de bendición y, eventualmente
asperge agua bendita (otro sacramental) sobre los fieles, lo que recuerda al bautismo. Cabe esclarecer que
la bendición opera sin necesidad de que alguna gota de agua toque
necesariamente al fiel o a las ramas que sostiene.
Luego de la bendición suele realizarse una procesión hasta ingresar al templo.
¿Es obligatorio para el cristiano llevar olivos el “Domingo
de Ramos”?
La
respuesta es negativa. Es un acto piadoso eminentemente voluntario.
¿Cuánto olivo llevar a la iglesia?
No
se precisa gran cantidad, apenas unas
ramitas, lo necesario para llevar a los hogares y, eventualmente, entregar
como un piadoso presente a quienes no hayan podido asistir a la ceremonia. Es
lamentable que algunas personas concurren llevando enormes manojos que en
definitiva solo causan un daño innecesario a tan nobles vegetales; un verdadero
atentado a la ecología.
… a voluntad?
Con
esta frase suele recibirse a los fieles en los atrios de las iglesias los
“Domingos de Ramos”. Quienes la pronuncian son personas necesitadas que piden una dádiva a cambio de algunas ramas de olivo. A veces el radio de acción se
extiende varias decenas de metros, todo depende de la densidad de la
concurrencia. En ocasiones se pone un precio, que suele disminuir con al avance
de las horas.
El
problema surge cuando el “… a voluntad” viene seguido de la afirmación: “Ya
están bendecidos por el padre”. Debe quedar en claro que la Iglesia no autoriza la venta de una cosa bendita. Esta acción se
encuentra descalificada desde los primeros cristianos y cuando se hace a sabiendas
constituye el pecado de “simonía”, apelativo que recuerda a “Simón, el mago,
que tentó a San Pedro proponiéndole comprarle el poder de hacer milagros (ver
Hechos de los Apóstoles, cap. 8, versículo 20).
Ante
las evidencias periódicas de esta práctica corresponde señalar que es adecuado que
desde los púlpitos se explique suficientemente que no debe comprarse un
sacramental como las hojas de olivo bendecidas. En cuanto a quienes intentan
venderlas (en el hipotético caso de que verdaderamente estén bendecidas) habría
que explicarles también, con la debida caridad.
Como
una forma de superar esta situación, en algunas parroquias se compra a los
indigentes que ofician de “proveedores habituales”, una cierta cantidad de
ramas de olivos que se depositan en el atrio para que los fieles puedan munirse
de ellas en forma gratuita antes de participar de la ceremonia.
¿Dónde se colocan las ramas bendecidas?
Siempre
en algún lugar digno de la casa; oficina
o lugar de trabajo. Por tradición: junto a un crucifijo o una imagen
religiosa, pues se trata de objetos consagrados. Hay lugares donde se colocan
en el lado interno de la puerta de acceso a la casa, de manera que al salir los
fieles puedan verlas y eventualmente tocarlas, pidiendo la protección de Dios
al salir a la calle; a la vida cotidiana.
Debe destacarse que las ramas son un recordatorio de la victoria de Cristo sobre el mal; el mundo y la muerte, lo que se concreta en la Resurrección.
Es
un equívoco guardarlas en un sobre; dentro de un libro (excepto si se trata de
un impreso de oraciones o Biblia que se emplee habitualmente) o en un cajón. Lo
indicado será que las ramitas se destaquen a la vista, como una invitación a
orar o a ofrecer a Dios las actividades del día. En sí mismas son un permanente
recordatorio de su condición de sacramental.
¿Qué prácticas se pueden realizar con las ramas
bendecidas?
Como
todo sacramental tienen que emplearse con prudencia
y reverencia. Por ejemplo, podrán tocarse con los dedos o ser besadas, al
mismo tiempo que se reza alguna breve oración; también, posarlas sobre algún
enfermo mientras se reza por su salud.
Para
los creyentes, un acto de piedad con referencia a un sacramental de este tipo
implica ganar indulgencia para con los pecados veniales que ha cometido.
¿Cuánto tiempo se conservan?
La
tradición indica que se preservan durante todo el año y que se reemplazarán por
las ramas que se bendigan en el siguiente “Domingo de Ramos”.
¿Cómo disponer de las ramas bendecidas el año
anterior?
También
aquí debe prevalecer el debido respeto. Los usos tradicionales indican quemarlas
con alguna particular relevancia, por ejemplo mientras se reza una oración;
también se suele indicar enterrarlas en algún sector del jardín que no sea
pisado.
¿Puede entregarse una rama de olivo
bendecida a una persona no cristiana?
Evidentemente sí, pero previamente habrá que
considerar con suficiente prudencia que el sacramental será debidamente
respetado. Hacerlo puede ser una forma de predisponer el alma del recipiendario
al mensaje de Cristo. Para ello el cristiano deberá explicarle el significado
del sacramental y los respetuosos cuidados que implica aceptarlo.
Nota: (1) La tradición judaica indica que cuando Salomón entró en Jerusalén lo hizo montado en un burro, como símbolo de humildad y del servicio de la autoridad hacia sus semejantes.
Para saber más: los interesados pueden acceder al
"Directorio de piedad popular" desde el link oficial del Vaticano:
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