La bandera en análisis
Por Juan Manuel Peña y José Luis Alonso
Reproducimos aquí un ensayo
de dos eximios vexilólogos de Bs. Aires, Juan
Manuel Peña y José Luis Alonso,
a quienes ya presentamos en otros post de este Blog. Ellos tuvieron la
posibilidad y dedicación de recorrer la mayor parte de los repositorios del
país recopilando las reliquias de banderas y en este caso nos presentan esta
interesante pieza que había escapado a su relevamiento. El trabajo que se difunde
fue originalmente publicado en la “Revista de Historia Militar” N°7, Buenos
Aires, 2016
Sea esta entrada un
afectuoso reconocimiento hacia Juan
Manuel Peña que nos dejó el pasado 15 de marzo, con quien esperamos
reunirnos oportunamente en la Casa de Nuestro Padre. Al final de este post publicamos una breve referencia sobre su trayectoria profesional, lamentamos no
poder consignar el enorme perfil de su bonhomía este consta a quienes nos
consideramos sus amigos y, por qué no sus discípulos. Queda para todos los
vexilólogos la gran obra que lleva la firma de Juan Manuel.
Juan Manuel Peña
Un cariñoso abrazo
para José Luis, su hermano en el afecto, coautor de este interesante artículo.
José Luis Alonso
Nota: nos permitimos destacar algunos términos del ensayo original para señalar ciertos aspectos a la consideración de los lectores.
"El
hallazgo de una bandera federal olvidada se lo debemos en este caso, a
la restauradora Licenciada Patricia Lissa,
del Museo de Arte Hispano-Americano “Isaac Fernández Blanco, quién la rescató de un viejo
arcón de ese repositorio; la que perteneció a la colección del fundador de la
entidad [1].
La enseña representa una parte de la memoria argentina y es el precoz símbolo
de toda una época.
Al
examinarla, encontramos que la bandera hallada es de gran tamaño, mide 1,88 cm. de largo y 1,35 cm. de alto. Sus
dimensiones son compatibles con las izadas en cuarteles y puntos fortificados
Esta confeccionada en lanilla, las
franjas superior e inferior no son de color azul turquí, sino de color azul, casi
negro, mientras la central, originalmente blanca, presenta un color grisáceo. Las
diferencias en los colores no pueden ser menos que atribuidos al paso del
tiempo y al polvo depositado en la trama de su tejido. Los tres segmentos que
la componen, son de igual de tamaño y presenta, en su anverso, cuatro gorros
frigios, en color rojo, montados sobre venablos de igual color, en los cuatro
ángulos de la enseña. El Sol de color
rojo, hoy empalidecido y ubicado en el centro de la franja central, ostenta
una corona radiante de 34 rayos ondulados y un rostro casi borrado. Los gorros
y Sol han sido pintados sobre la tela. No tiene leyendas alusivas a los
unitarios ni a la Federación, como eran obligatorias en las banderas oficiales,
años más tarde. Alrededor del Sol, ostenta una leyenda, hecha con sellos, en
tinta negra, procedimiento no infrecuente en la época, que indica su origen,
“Batallón de los Restauradores” (sic) y no la palabra completa “Restauradores”.
Detalle del atributo central
Con
fecha 16 de junio de 1835 puede observarse en el Registro Oficial del Gobierno
de Buenos Aires de ese mismo año, Boletín Número 6, Libro 14, apartado del
Ministerio de Guerra y Marina, página 165, la “Orden del Día” donde se
reglamenta la creación de un nuevo
regimiento que se llamó “Restaurador[2].
¡VIVA LA FEDERACIÓN!
"Buenos Aires, junio 16 de 1835. Año
26 de la Libertad, 20 de la Independencia, y 6 de la Confederación Argentina
Baja de oficiales y creación del
Batallón “Restaurador”.
Lista
de integrantes del Batallón “Defensores”, castigados por haber participado en
la causa nacional de la Federación los unos y haber traicionado los otros…y
todos los acusados son dados de baja de la lista militar recogiéndose los
despachos y enrolados en la clase de soldados del cuerpo”.
La
nómina de los sancionados incluía 4 capitanes, 3 tenientes primeros, 5 tenientes
segundos y 10 subtenientes. A continuación, la Orden del Día, establecía la desaparición del mencionado batallón
del ejército de la Confederación Argentina:
“En
el mismo acuerdo ha dispuesto el Excelentísimo Gobierno, que el enunciado
cuerpo de Defensores se llame en adelante Batallón Restaurador y que las
compañías de que se compone sean dotadas con los oficiales siguientes…”
Los
oficiales asignados se hallaban en las Compañías: de Granaderos: el capitán
José Narbona y el teniente 1° Alejandro Arenales; Primera: el capitán Bautista
Giles y el teniente 1° Francisco Obregal; Segunda: el capitán Romano Odisio y
el teniente 1° Mariano Odisio; Tercera: el capitán graduado de sargento mayor
Hilario Rodríguez y el teniente 1° Manuel Altolaguirre; Cuarta: el capitán
Santiago Romero y el teniente 1° Juan Domingo Montaña; de Artillería: el
capitán: José Antonio Barbarin y el teniente 1° Daniel Capdevilla; Abanderado:
Francisco Barrera
La mencionada orden
también describía el uniforme establecido para el nuevo batallón:
“El
uniforme de la tropa del Batallón Restaurador será una chaqueta grana con vivos
blancos, pantalón azul obscuro, sombrero redondo con penacho punzó. La compañía
de línea perteneciente a este cuerpo, podrá usar también pantalón blanco y
gorra azul con vivos y manga encarnada en los días de parada. Las diferencias
que tendrá el uniforme de los jefes y oficiales, se ordenara después de el
Comandante del Cuerpo. Lo que se comunica al ejército para su inteligencia y
demás fines. Firmado: Agustín de Pinedo” [3].
El
firmante, era un general argentino que había tenido una larga y meritoria
carrera desde 1804, y que se desempeñaba en junio de 1835 como ministro de
Guerra y Marina, cargo que ocupó durante toda la gestión de Juan Manuel de
Rosas.
Al
frente de la nueva unidad, compuesta por hombres de color, fue puesto el por entonces coronel Agustín
Ravelo[4], antiguo combatiente en el ejército del general Juan
Lavalle, y quién luego de la batalla de Navarro, librada el 9 de noviembre de
1828, en la cual fueron derrotadas las fuerzas de Manuel Dorrego, pasó a servir
en las filas del partido Federal. Ravelo se desempeñó como comandante militar
de San Nicolás de los Arroyos y en el año 1833 participó activamente en la
llamada “Revolución de los Restauradores”, que finalmente llevó nuevamente al
poder a Juan Manuel de Rosas en 1835. El comandante del nuevo batallón,
permaneció a las órdenes del gobierno rosista y al frente de sus hombres combatió
en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852, siendo posteriormente dado de
baja.
Como
2° jefe del “Restauradores” fue designado el teniente coronel Manuel Macedonio
Barbarín [5] “Calabali”,
de origen africano, antiguo guerrero de las luchas por nuestra independencia y
perteneciente al partido federal, en cuyas filas participó en los sucesos
revolucionarios de 1833, durante los cuales actuó como 2° jefe del regimiento
“Defensores”, pasando a servir en el recientemente formado batallón hasta
su muerte en 1836.
El
cuartel del Regimiento “Restaurador”
se encontraba en Buenos Aires, en la calle Defensa entre Méjico y Chile en el
llamado “Cuartel de los Restauradores” , siendo conocido también como “ de los
negros”[6]. La bandera que hemos descripto es, sin duda, la
enseña que flameó allí.
Durante
los años 1837 y en los primeros meses del año siguiente, en la sede de esta
unidad funcionó un tribunal militar, donde se juzgaron y condenaron
aproximadamente 25 hombres acusados de deserción. Lo llamativo es que mientras
otros cuerpos realizaban la misma función sobre el personal que revistaba en
ellos, en el “Restaurador” se procesaron y enjuiciaron hombres provenientes de
los regimientos: “N° 2 y 6 de caballería”, del escuadrón de “Carabineros de
Línea”, de los “regimientos N° 3, 4 y 6 de Infantería de Campaña”, del
“regimiento de Dragones”, y soldados del “Fuerte Independencia”, del “Azul”, y
del “Fuerte de Federación”.
El
origen diverso de los sujetos juzgados hace suponer, que las instalaciones del
“Restaurador”, fueron utilizadas como penal militar. La sentencia era leída al
condenado frente a las tropas en formación del regimiento Restaurador, en
presencia del coronel jefe del cuerpo, oficiales, sargentos y cabos y se
acompañaba de la formal advertencia que, en caso de reincidencia, los
capturados serían fusilados inmediatamente.
De
las 25 causas examinadas, todas correspondían a causas de deserción. Las
sanciones impuestas, eran someter al culpable a un “recargo” de su permanencia
bajo banderas, que oscilaba entre 3 y 6 años, que podía o no cumplirse en el
regimiento del condenado. Esta pena iba acompañada, en todas las causas, de la
aplicación de azotes, castigo habitual y reglado en las ordenanzas de los
ejércitos de la época, cuyo número oscilaba, según los atenuantes o agravantes,
entre un mínimo de 150 a 300.
Todas
las actas que daban cuenta de lo cargos, condena y castigos aplicados fueron
firmadas por el coronel Agustín Ravelo, el teniente coronel Manuel Barbarín, y
otros 13 oficiales, entre los que figuran Juan Bautista Giles, Valentín Casado,
Joaquín Herrera, Francisco Barrera y José M. Narvona. Entre las actas halladas
se hallan 3 condenas a muerte, recaídas en reincidentes.
Juan Manuel de Rosas, con su conocida vocación de detalle para todos los
actos de su gobierno, ordenó y reguló
con exactitud la confección de banderas argentinas con los colores azul
turquí en la franja superior, que es el color azul más oscuro, algunos dirían
casi negro, blanco en el centro y azul turquí en la franja inferior, siendo las
tres franjas de igual anchura. Estas enseñas tenían leyendas diversas contra los miembros del partido Unitario del tipo
de “Mueran los salvajes unitarios”, “Viva
la Confederación Argentina”, “Federación o muerte”, etc. y ostentaban en
los cuatro ángulos de las mismas, un gorro frigio de color rojo, color por otra
parte como es sabido, afín con la causa federal, montados sobre picas. En el
medio de la franja central blanca mostraban generalmente un escudo de la Confederación
Argentina o un sol en color rojo, con rayos flamígeros, con rostro, como puede
verse en las que se han conservado hasta nuestros días.[7] Además de las leyendas que
denostaban a los enemigos políticos del régimen, tenían también en alguna de
sus franjas la pertenencia a un Regimiento; por ejemplo “Batallón Provincial”,
“Patricios de Buenos Aires”, etc. Algunos de estos pabellones pueden verse en
el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires.
La
primera bandera de este tipo, fue
entregada por Rosas al coronel Vicente González, el famoso “Carancho el Monte”,
el 23 de marzo de 1836, precisamente en el pueblo de San Miguel del Monte,
localidad ubicada a 110 kilómetros de Buenos Aires, cerca del cual Rosas era
propietario de la estancia “Los Cerrillos” y donde estaba alojado su
“Regimiento Colorados de Monte”, diciéndole en una carta anexa:
"He
entregado al Coronel una hermosa bandera que debe remitir a Ud. en primera
oportunidad, con el correspondiente oficio. Esta es para los días de celebridad
en ese punto. Sus colores son blanco y azul oscuro, con un sol colorado en el
centro y en los extremos el gorro punzó de la libertad. Esta es la bandera
nacional por la ley vigente. El color celeste ha sido arbitrariamente y sin
ninguna fuerza de ley introducido por las maldades de los unitarios. Se le ha
agregado un letrero de “¡Viva la Federación” ¡Vivan los federales!, ¡Muera los unitarios!"
Hasta
marzo de 1836 puede afirmarse que las
banderas federales no tenían los aditamentos que Rosas menciona en su carta
a González.
Las
características de la bandera del “Batallón de los Restauradores” permiten datar su confección antes de marzo de 1836,
según hemos relatado, durante la primera época del gobierno de Juan Manuel de
Rosas, seguramente entre los años 1833 a 1836 y probablemente sea la más antigua de las que conservan.
Referencias
[1] Comunicación de la Licenciada
Patricia Lissa a los autores. Años 2014 y 2015.
[2] Registro Oficial de la Provincia de
Buenos Aires. Vol. 14- páginas 165 167-168-169. Archivo General de la Nación. Secc.
Gobierno de Rosas. 25-4-1.
[3] Yaben, Jacinto R. Biografías Argentinas y
Sudamericanas. T. IV. Editorial Metrópolis. Buenos Aires.
[4] Ibídem.
[5] Yaben, Jacinto R. Biografías Argentinas y Sudamericanas.
T. I. Editorial Metrópolis. Buenos Aires.
[6] Bottini Caride, Atilio. Antiguos cuarteles de
Buenos Aires. Todo es Historia. Año V, N°51 julio 1971. Buenos Aires.
[7] Peña Juan M. y Alonso, José L., Las banderas de
los Argentinos.200 años de historia. Edición de Fate-Aluar, Buenos Aires,
2010.
Archivos: A.G.N : Secc. Gobierno de Rosas. 25-4-1. Buenos Aires
Repositorio: Museo
de Arte Hispano-Americano Isaac Fernández Blanco, año 2015
Bibliografía:
Celesia
Ernesto H. Rosas. Aportes para su historia. T. I y II. Edit. y Librería Goncourt.
Buenos Aires 1969
Comando
en Jefe del Ejército. Reseña Orgánica del Ejército Argentino. t. I.
Círculo Militar. Buenos Aires 1967
De
Lellis, Juan C. Las banderas de Rosas. Todo es Historia. N° 19,
noviembre. Buenos Aires. 1969.
Peña
Juan M. y Alonso, José L. Las banderas de los argentinos- 200 años de
historia. Edición de Fate-Aluar, Buenos Aires, 2010
Prando,
David. Símbolos de las banderas de Rosas. Revista del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. N° 38 enero- marzo 1995.
Buenos Aires
Ramos
Mejía José M. Rosas y su tiempo. T. I y II. Ed. O.C.E.S.A.
1952. Buenos Aires.
JUAN MANUEL PEÑA
Contador Público (Univ. de Bs. Aires)
Magister en “Historia de la Guerra”, Escuela Superior
de Guerra del Ejército Argentino
Miembro del “Instituto Nacional Newberiano”
Integrante del “Grupo de Historia Militar” de la
Academia Nacional de la Historia.
Miembro de la “Sociedad Española de Vexilología”
Conferencista
Corresponsable del blog “Surcos en la
Historia” https://surcosenlahistoria.wordpress.com
Coautor de más de sesenta artículos sobre temas
históricos en diversas publicaciones del país y del exterior, y de los libros: Ingleses en el Paraná 1845: Vida y cartas
del Almirante Bartolomé J. Sullivan; El año de la sangre. 1860-1865; Historias casi desconocidas
de la Historia Argentina; La Vuelta de Obligado y la victoria en la Campaña del
Paraná; Las Banderas de la Guerra Civil Española 1936-39 y, por supuesto, su monumental “Las
banderas de los argentinos”, obra fundamental para la Vexilología argentina
y mundial, cuya portada se reproduce en homenaje.