lunes, 20 de marzo de 2023

Cartas censuradas

Cuando la guerra lo abarcaba todo 

Por Miguel Carrillo Bascary

Increíblemente bien preservadas en algún rincón de la biblioteca familiar estos dos sobre dan cuenta de una realidad que hoy nos parece difícil de concebir pero que en su momento abarcó a la totalidad la correspondencia que circulaba en el mundo. Un mundo en guerra en donde, pese a todo, los hombres y mujeres buscaban mantener sus vínculos más allá del cruel drama en que vivían.

La cosa era así, cada persona que escribía una carta, fuera personal o comercial debía autocensurar su texto evitando consignar lo que hoy llamaríamos “datos sensibles” que la inteligencia del enemigo pudiera considerar como información de guerra. Por ejemplo: referencias sobre el lugar donde estaban apostadas las tropas, sobre las vías férreas, salidas o llegadas de barcos, cifras de producción, faltante o no de elementos de producción, etc.

Finalmente se despachaba la carta como cualquier otra, pero la misma era derivada a las “Oficinas de Censores” donde sus funcionarios (generalmente mujeres o ancianos) las abrían, procedían a leerlas y, si consideraban que allí se vertía algún dato que podía servir a la inteligencia enemiga, lo testaban con un grueso y prolijo trazo de tinta china, de manera que resultaba imposible leer lo escrito. Consideremos que entonces la escritura de cartas se realizaba con tinta (no estaba difundida la Birome, que se patentó en 1941), por lo que si se quería “lavar” la tinta china también se arrastraba el trazo previo.

A veces los “testados” eran tantos que la lectura resultaba muy dificultosa. Si el texto de la carta era comprometedor en extremo, la pieza se retiraba de circulación y se derivaba a la oficina de contraespionaje para que evaluara como proseguir. La censura operaba también en el punto de destino y existían instancias de verificación, que permitía controlar que los censores hubieran hecho bien su trabajo. Los numerosos sellos testimonian lo expuesto. Como vemos mandar una carta era entrar en la línea de combate.

Los sobres que muestro llevan fajas de papel que certifican que su contenido había pasado por la censura y para certificar la responsabilidad del funcionario responsable se consignaba su número. En este caso se tratan de piezas postales despachadas desde Italia en 1942 y 1945, respectivamente.

Seguramente todavía deben existir otras muchas similares en los baúles de recuerdos de muchas familias. En definitiva, una curiosidad del pasado en esta era de la comunicación digital.

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